Réquiem por un cerdito





No, los cerditos de verdad no son así



Lo reconozco aunque alguien me pueda tildar de cruel: no pude evitar soltar una carcajada cuando en la edición digital de ABC me encontré con la noticia, fechada el 23 de enero de 2023, cuyo titular era el siguiente: Una pareja da en adopción a su cerdita y el nuevo dueño se la come. Lo cual, en estos tiempoen los que corre desbocada una ñoñería que deja cortas a las edulcoradas películas de Disney, no deja de tener su retranca.

Y es que no hace falta ser un maltratador de animales, algo que yo soy el primero en condenar, para tener la tentación de tomártelo a chacota, y lo siento sinceramente por los dueños de la inocente víctima, en el convencimiento de que algunos defensores de los animales -vaya por delante que yo también lo soy- se están pasando siete pueblos en su empeño por humanizarlos de una manera tan absurda como potencialmente peligrosa, como ya están advirtiendo los veterinarios, los cuales por cierto no fueron consultados, acerca de la todavía no promulgada y ya polémica Ley de bienestar animal, que promete organizar un cisco equiparable a la chapuza de la ley popularmente conocida como la de Sólo sí es sí.

Pero no nos desviemos. La noticia, resumida, decía lo siguiente: Una familia argentina tenía una cerda enana como mascota, pero al crecer el animalito, cosa que suelen hacer los cerdos, se encontraron con que no podían seguir teniéndola en casa, por lo cual decidieron darla en adopción pese a que, según se afirma en el artículo, era una más de la familia.

Tras encontrar a la persona que consideraron adecuada le entregaron a la gorrina, con la promesa de ésta de mantenerla como mascota para que jugara con sus dos niñas, e incluso llegó a publicar fotografías y vídeos en las redes sociales. Pero en realidad a la cochina el destino le deparaba un final cruel, en nada diferente al común de sus congéneres: la cerdita acabó sus días en una parrilla y, presumiblemente, devorada por sus nuevos dueños. La cosa no quedó ahí, puesto que enterados los donantes del cerdicidio como cabe suponer se cabrearon bastante, algo que era de esperar ya que ellos habían cedido a la cerda con unas condiciones explícitas que su nuevo dueño incumplió de plano. El artículo concluye afirmando que Tras los insultos y amenazas recibidos, el adoptante ha tenido que poner el asunto en manos de sus abogados.

Evidentemente el comportamiento del cerdicida fue de todo punto reprobable, no porque se comiera al animal -yo también como cerdo y no siento el menor escrúpulo por ello- sino por el engaño que medió para hacerlo. Pero por otro lado, y volvemos a lo del principio, la ñoñería frente a las mascotas también tiene tela, sobre todo cuando mitad por esnobismo, mitad por ganas de aparentar, llegó un momento en que comenzó a implantarse la moda de las mascotas poco usuales, no todas las cuales eran igual de aptas para este modo de vida: conejos, roedores -hámsteres, cobayas, chinchillas-, tortugas, hurones, loros, periquitos, peces... y como llegó un momento en el que esto tampoco era suficiente se echó mano de las exóticas: ginetas. iguanas, serpientes, aves tropicales, erizos, arácnidos... e incluso felinos salvajes como el ocelote, aves rapaces y hasta algunos animalitos popularizados por determinadas películas como los mapaches.

Las consecuencias son fáciles de adivinar: abandonos masivos y en ocasiones asilvestramiento de estos animales que, además de convertirse en especies invasoras, pueden llegar a ser una plaga como ocurre con las cotorras argentinas.

Pero hay casos en los que la situación roza lo grotesco, como es el caso de los cerdos que, aunque domesticados desde el neolítico, siempre se han utilizado como ganado de carne... pero bastó con que un conocido actor norteamericano se encaprichara con tener un cerdo vietnamita como mascota para que surgieran imitadores que, sin la vivienda ni los recursos de éste, pronto se verían obligados a desprenderse de ellos, ya que no es lo mismo tenerlos en una pocilga como se ha venido haciendo siempre que meterlos en casa, sobre todo teniendo en cuentar su costumbre de crecer demasiado por muy enanos que nos los pretendan vender. Desconozco si el de muchos de ellos pudo ser acabar en las charcuterías, pero sí he leído que otros fueron abandonados en el campo y acabaron cruzándose con jabalíes, algo que según los expertos no era nada bueno. De hecho acabó siendo prohibido en España, aunque el mal ya estaba hecho.

En resumen, y con independencia de lo dolidos que puedan estar los antiguos dueños de la difunta cochina, de lo menos que se les puede tildar es de irresponsables.


Publicado el 10-2-2023