Si Eratóstenes levantara la cabeza





Escudo del club Flat Earth, con el mapa oficial de la Tierra Plana



Aunque mi indiferencia por el fútbol es absoluta -debí de ser uno de los pocos españoles que renunciaron voluntariamente a ver la final de 2010 en la que España se proclamó campeona del mundo-, siempre he sentido cierta debilidad digamos romántica por la Real Sociedad Deportiva Alcalá, el equipo de mi ciudad natal, una debilidad relativa, claro está, que sólo se reaviva algo cuando el sufrido equipo logra salir del pozo de la tercera división en el que ha estado sumido durante buena parte de su ya larga historia, algo que dicho sea de paso no suele ocurrir demasiado a menudo.

Lo cual no impide que sienta una mínima curiosidad por ver con quien juega y, si lleva una buena temporada, si se mantiene en posiciones de ascenso. Así pues, cuando empezó la temporada 2019-2020, consulté una página especializada para saber quienes serían sus rivales. La mayoría de ellos eran viejos conocidos, pero me llamó poderosamente la atención uno nuevo -al menos para mí- que ostentaba el pintoresco nombre de Flat Earth FC.

Lo primero que me vino a la mente fue la estúpida y extendida manía de poner a todo nombres anglosajones, o seudo anglosajones, en un más que evidente intento de dar mayor relevancia a la cosa así bautizada, como si outlet dejara por ello de ser un simple saldo o las fake news marcaran distancias con los plebeyos bulos; pero ésta es otra historia. Y aunque a pesar de mi limitado nivel de inglés pude entender su significado, en principio no asocié a esta Tierra Plana con los chiflados terraplanistas que en estos últimos años, ignoro por qué razón, han llegado a alcanzar cierta relevancia ¡cómo no! en unos Estados Unidos infectados por el fundamentalismo bíblico, pero también, sorprendentemente, en una Europa que debería estar curada de semejantes majaderías. Y aunque sean cuatro gatos, meten el suficiente ruido para alcanzar sus quince minutos de gloria.

Pero yo seguía sin ser consciente del vínculo de este equipo con el terraplanismo, pese a su evidente nombre. Lo que sí hice en un principio fue indagar sobre su sede, que suponía ubicada en un barrio de Madrid o en algún municipio de la provincia, ya que al no seguir la costumbre tradicional de ostentar el nombre de su localidad de origen no tenía manera de saber de donde era.

No me resultó difícil averiguarlo buscando por internet. El Flat Earth procedía de Móstoles, y hasta 2019 se había llamado Móstoles Balompié. No era el equipo histórico de esta localidad, título que correspondía al Club Deportivo Móstoles, desaparecido en 2012 y refundado como Móstoles CF en 2013, actualmente en categoría regional. Tampoco era el más importante de los equipos mostoleños, ya que el CD Móstoles URJC -las siglas finales corresponden a la Universidad Rey Juan Carlos- militó durante varias temporadas consecutivas en el grupo VII de la tercera división habiendo ascendido -o manteniéndose, según se mire- en la temporada 2021-2022 a la nueva categoría de la segunda división RFEF, intermedia entre la antigua segunda división B y la tercera división.

Así pues, dentro del complicado mundillo del fútbol local el Móstoles Balompié era tan sólo un modesto recién nacido -se creó en 2016- que había logrado ascender por vez primera a categoría nacional al finalizar la temporada 2018-19. En nada parecía diferenciarse de otros muchos equipos de su categoría, pero...

Fue entonces cuando su presidente, un converso del terraplanismo, decidió rebautizarlo, convirtiéndole en un estandarte de sus delirantes teorías seudo astronómicas. Tan radical cambio provocó una escisión en el club, quedándose el nuevo Móstoles Balompié con los equipos de base, de nuevo en categoría regional, mientras el flamante club terraplanista emigraba al madrileño barrio de Aluche.

Si todo hubiera quedado tan sólo en una extravagancia esta historia no tendría mayor relevancia, pero la cuestión estriba en que el presidente del club fue mucho más lejos ya en su primer año de existencia como tal.

En su página web, ya desaparecida, presumía de ser “el primer club del mundo que lucha por divulgar la verdad del mundo en el que vivimos”, proponiendo unirse a él para “cambiar el mundo”. Por ambición no quedaba, tal como demostraba su presentación:


“Somos un club de fútbol profesional que juega en el Campeonato Nacional de Liga de Tercera División de España y que nace para unir las voces de millones de terraplanistas y de todas aquellas personas que buscan respuestas”.


Casi ná, que diría el castizo.

Por supuesto sus aficionados habían de ser militantes del terraplanismo, ya que no se trataba de disfrutar con el espectáculo sino de hacer proselitismo aunque fuera de un modo tan estrambótico:


“Mientras todos los clubes de fútbol profesional están sujetos no sólo a una nación sino también a una ciudad, el Flat Earth FC es el primer club de fútbol cuyos seguidores están unidos por lo más importante: una idea”.


Así, no es de extrañar que en sus partidos se jalearan, en lugar de los cánticos tradicionales de los campos de fútbol, perlas tales como:


“Hoy viajamos todos desde el plano,
las estrellas en el domo girarán,
es el éter el que empuja hacia abajo,
todos juntos por el nuevo despertar.”

 “Yo te quiero a ti tierra plana
y siempre te voy a alentar,
la banda que va a todos lados
contando siempre la verdad.
No habrá lugar donde se escondan,
son cuatro oscuros nada más,
la Tierra a todos pertenece,
la vamos a recuperar.”

“Toda la ciencia es así,
todo es una gran mentira,
cuando no tienes opción
te la meten  bien metida.”

“La NASA, la GUASA,
la NASA es una farsa.”

“Pedro Duque,
mentiroso es ¡Es!”


Sin comentarios. Y como estos disparates no tienen por qué estar reñidos con el negocio, y si no que se lo digan a los astrólogos, echadores de cartas, homeópatas y demás charlatanes de cualquier otra calaña, su directiva abrió una tienda terraplanista donde se podían comprar bufandas (10 euros), camisetas (32 euros) o chapas (10 euros) en las que campeaba el escudo del club, una representación de la Tierra plana con el polo norte en el centro de un disco -plano, por supuesto- rodeado por una corona de laurel y con el nombre del equipo debajo.

Como dijo el Guerra -el torero, no el político-, hay gente pa tó. No obstante la aventura no duró mucho, ya que tras la marcha de su presidente a finales de 2020 terminó la temporada 2020-2021 convertido en el Fuenlabrada Promesas, filial del equipo homónimo, cabiendo suponer que junto con el nombre desaparecieran también sus extravagantes delirios.


Publicado el 5-4-2020
Actualizado el 8-10-2021