Estadísticas y tabaco
Cráneo de un
esqueleto con cigarrillo encendido, de Vincent van Gogh
Hay tres clases de mentiras: Las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.
Mark Twain
La estadística es una ciencia que demuestra que, si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno.
George Bernard Shaw
Sólo creo en las estadísticas que yo mismo he manipulado.
Winston Churchill
El 36% de los cánceres están provocados por el tabaco. Por consiguiente, conforme a las estadísticas los no fumadores tienen un 64% de probabilidades de padecer cáncer.
Apócrifo
Recientemente me encontré en un periódico digital con el siguiente titular:
Éste es el país de Europa que se ha convertido en el primero del mundo libre de humo: se fuma cinco veces menos que en España.
Al cual complementaba el siguiente subtítulo:
El país ha conseguido a través de diferentes medidas que, a día de hoy, menos del 5% de la población adulta consuma tabaco de forma diaria.
Tamaña rotundidad me llamó irresistiblemente la atención, por lo que procedí a leerlo. Y ya desde un principio me encontré con la marrullería habitual de tergiversar los datos en los titulares -en este caso en el subtitular- dando una información errónea -dicho por decirlo de forma diplomática- en línea con la cínica afirmación atribuida a Randolph Hearst, de no dejes que la verdad te estropee un buen titular. Porque si bien el titular era correcto la rotunda afirmación del subtítulo no, y dudo mucho que esta discrepancia fuera casual.
Por cierto, el país en cuestión -el artículo tardaba en decirlo, otra de las marrullerías típicas de la prensa electrónica en su intento por retenerte durante más tiempo- era Suecia. Y la afirmación correcta era la del titular principal, ya que no es lo mismo fumar que consumir tabaco. Ya antaño el tabaco, además de fumarlo, se mascaba o se esnifaba como rapé aspirándolo por la nariz, aunque al menos en España estas últimas modalidades eran residuales... hasta que llegó la moda de los cigarros electrónicos.
Pero volvamos a Suecia y en concreto al artículo, en el que se juega con las estadísticas de una forma, como poco, discutible. He de advertir que no creo que esto fuera responsabilidad del redactor, anónimo por cierto, lo que parece indicar que la noticia procediera de una agencia de prensa, sino de quien lo escribiera o, más probablemente, de los políticos que proporcionaran los datos estadísticos sesgados conforme a sus intereses, tal como suele ser habitual. Continúo con el artículo, citando textualmente:
Según los últimos datos oficiales del gobierno sueco, sólo el 4,5% de los adultos nacidos en Suecia son fumadores, un porcentaje que se encuentra significativamente por debajo del umbral global del 5% establecido para declarar a un país libre de humo.
Que no es poco, añado, y ya me gustaría a mí, como fumador pasivo, verme libre por completo de los malos humos de los fumadores incluso años después de que las leyes antitabaco, efectivas pero insuficientes, nos libraran de buena parte, aunque no de la totalidad del humo ajeno, teniendo en cuenta que los fumadores serán muy dueños de sus pulmones, pero no de los de los demás. Un éxito, pues, pero con trastienda porque el dato estadístico estaba descaradamente sesgado. Sigamos leyendo:
El logro de Suecia se ha basado en un enfoque político pionero hacia la reducción de daños. La clave del éxito sueco radica en la promoción de alternativas más seguras al cigarrillo, como el snus, una especie de tabaco en polvo que se coloca bajo el labio, o las bolsitas de nicotina. Estos productos, junto con los vaporizadores, han desempeñado un papel fundamental en la disminución de la dependencia del cigarrillo tradicional, sin renunciar a la nicotina.
Ahí radica el truco. En definitiva, y tal como se lee, la conclusión es que los fumadores suecos no han dejado de fumar, sino que se han decantado por otros modos de consumir tabaco sin combustión. Y ni siquiera han sido originales puesto que el snus, de consumo tradicional en el país, viene a equivaler al antiguo tabaco para mascar aunque no sea exactamente lo mismo, aunque sí la forma de consumirlo por vía oral.
No menos importante, lo que tampoco dice el artículo es si el consumo de tabaco en cualquiera de sus modalidades ha disminuido en Suecia o si, por el contrario, se ha tratado simplemente de un cambio de hábitos de los fumadores sin renunciar a la ingesta de nicotina por otros medios como el snus o los cigarros electrónicos. Lo cual no es baladí, dado que el anónimo redactor olvida añadir que el primero está prohibido en toda la Unión Europea excepto en Suecia, mientras cada vez son más las voces autorizadas advirtiendo de los peligros de los cigarros electrónicos, cuyo consumo proponen equiparar legalmente al del tabaco tradicional.
Si bien es cierto que el tabaco fumado es potencialmente más perjudicial -nadie en su sano juicio puede creer que tragar humo pueda resultar sano- que otras formas sin combustión, no menos cierto es que los efectos perniciosos de la nicotina siguen estando presentes.
De hecho, en otro artículo publicado con el título Snus: los riesgos para la salud de la droga sueca que se vende por internet se alerta de su elevado poder adictivo, ya que la dosis de nicotina puede llegar a ser muy superior a la de un cigarrillo convencional. Cierto es que no se ingieren todos los compuestos nocivos derivados de la combustión del tabaco, pero cuando está prohibidas su venta por la Unión Europea por algo será.
Por otro lado, no hace falta ser demasiado paranoico para llegar a la conclusión de que la industria tabacalera, siempre más preocupada por sus beneficios que por la salud de sus clientes, está maniobrando en los países en los que se está intentando reducir el consumo de tabaco -donde estas restricciones no existen siguen comportándose sin el menor escrúpulo- para derivarlos hacia otro tipo de productos que, con independencia de su mayor o menor peligrosidad, sigan permitiéndoles mantener sus beneficios. Y si bien el snus sueco está limitado al ámbito de este país nórdico, los cigarros electrónicos están extendidos por todos los países, aunque desconozco su grado de penetración en el mercado europeo e incluso en el español.
Lo que sí es conocido es la excusa utilizada por las tabacaleras para promocionar el consumo de estos últimos: dado que no se pueden anunciar como inocuos dados los efectos que provoca la nicotina empezando por su gran capacidad de adicción, intentan convencernos de que es una alternativa menos dañina que el tabaco convencional, lo cual es cierto... con muchos matices.
Para empezar, hay que recordar que buena parte de los perjuicios provocados por fumar vienen dados no por la nicotina sino por los numerosos compuestos producidos por la combustión, del tabaco o de cualquier otra cosa, dañinos para la salud y con consecuencias potenciales tan graves como diferentes tipos de cánceres -de pulmón, de estómago, de garganta-, enfisema pulmonar, hipertensión arterial, infartos o trombosis, bronquitis, úlcera gástrica y un amplio etcétera.
Pero aun sin combustión la nicotina sigue siendo peligrosa, no sólo por su capacidad adictiva sino porque afecta a la frecuencia cardíaca, a la presión arterial y al ritmo respiratorio, alterando también a la producción de insulina con las consiguientes consecuencias de cara a una posible diabetes. Según otras fuentes, el uso de cigarros electrónicos puede retardar el desarrollo cerebral de los adolescentes y afectar a la memoria, la concentración, el aprendizaje, el autocontrol, la atención y el estado de ánimo; aumentar el riesgo de sufrir otros tipos de adicciones e irritar y dañar los pulmones. Ni siquiera las mezclas sin nicotina dejan de ser inocuas, y dada la novedad de estos artilugios todavía no se conocen suficientemente bin los efectos a largo plazo de los cigarros electrónicos con o sin nicotina.
A todo esto, y en mi condición de fumador pasivo, añado otra cuestión a raíz de lo aprendido tras la pandemia de covid: puesto que muchas de las infecciones del sistema respiratorio se transmiten por vía aérea a través de los aerosoles, unas minúsculas gotitas de saliva que se dispersan en el aire con la respiración, la tos o los estornudos, me pregunto si las densas vaharadas que exhalan los usuarios de cigarros electrónicos no ayudarán a su propagación, e incluso a la inhalación involuntaria de la nicotina vaporizada. Aunque no soy un experto en la materia, por precaución procuro alejarme de ellos por si acaso, con independencia de las molestias que pueda causarme su hábito.
En cualquier caso, y hasta aquí estoy parcialmente de acuerdo con los argumentos esgrimidos por las tabacaleras para promocionar su consumo, para un fumador al que no le resulte posible librarse de la dependencia a la nicotina siempre le resultará positivo pasar de fumar a consumir cigarros electrónicos, puesto que al menos se librará de los productos tóxicos de la combustión del tabaco. En definitiva, del mal el menos.
Pero, y aquí es donde discrepo, las intenciones reales de las tabacaleras no son las altruistas de ahorrar perjuicios a sus clientes, perjuicios provocados dicho sea de paso por ellas mismas, sino seguir manteniendo su negocio sin importarles lo más mínimo las consecuencias, al tiempo que de paso intentan blanquear su negocio. Hay que tener en cuenta que, planificando a largo plazo, el futuro de sus finanzas no está en los que ya son fumadores, con independencia de que se pasen o no a los cigarros electrónicos, sino en sus nuevos fichajes ya que quienes se vuelven adictos a la nicotina lo seguirán siendo en su mayor parte durante muchos años si no durante toda su vida, lo que les asegura unos clientes a largo plazo.
Así pues, las verdaderas razones para la promoción de las supuestas bondades -en realidad menores perjuicios- de los cigarros electrónicos frente a fumar tabaco son en realidad una poco o nada disimulada intención de sortear las campañas antitabaco. Dado que la mejor manera de combatir al tabaquismo, acompañada claro está de la regulación o prohibición de su consumo en lugares públicos, es acabando con su cantera, no deja de ser atractiva la falacia de vender los cigarros electrónicos como presuntamente inocuos para enganchar a chavales que de otro modo quizás no se habrían vuelto adictos a la nicotina aficionándose a fumar. Lo cual es, obviamente, contrapuesto a lo deseable.
En resumen, lo verdaderamente importante desde un punto de vista médico, social y hasta económico -el consumo de tabaco no es precisamente barato- no es la reducción del número de fumadores, sino la del número de consumidores de tabaco con independencia de la manera de hacerlo. Y, casualidad o no, este dato no aparece en las estadísticas del artículo citado.
Pero como dijo cínicamente el emperador Vespasiano hace casi dos mil años, el dinero no huele. Sobre todo para quienes no tendrán que sufrir las consecuencias de su forma de ganarlo.
Publicado el 6-12-2024