Alcalá y Guadalajara
Me dirijo de nuevo a usted con el deseo de puntualizar dos aspectos de sendos artículos aparecidos en el número 2.827 de este semanario. El primero de ellos es el firmado por su colaborador Jesús García Perdices, que lleva por título Guadalajara y Madrid; en él, el autor defiende los vínculos entre las provincias de Guadalajara y Madrid y pone como ejemplos de fructífera colaboración la asistencia de los estudiantes de Guadalajara a la universidad de Alcalá y la celebración de los Encuentros de historiadores del Henares. Compartiendo, por supuesto, esta opinión, me veo no obstante en la necesidad de recordar que estas dos colaboraciones no tienen lugar entre Guadalajara y Madrid sino entre Guadalajara y Alcalá, matiz éste muy importante que no puede ser pasado por alto. A estos dos ejemplos añadiría yo un tercero asimismo fructífero para todos sus miembros, el de la Mancomunidad de Aguas del Sorbe, en estos momentos amenazada por la voracidad del madrileño Canal de Isabel II, del que nada bueno cabe esperar para nuestras dos ciudades y sus respectivas comarcas.
Desde siempre he manifestado la necesidad de que Alcalá y Guadalajara estrecharan lazos de todo tipo, al tiempo que me he lamentado de que los vínculos entre las dos ciudades no fueran mucho más intensos, por lo que siempre apoyaré cualquier iniciativa común dirigida en este sentido. Por otro lado, aunque Alcalá pertenezca administrativamente a la provincia de Madrid, y les aseguro que ésta es una losa bien pesada, ni Alcalá es Madrid ni sus intereses tienen por qué coincidir -y de hecho no coinciden en multitud de ocasiones- con los de la gran urbe. Muy al contrario, Alcalá ha sido muy perjudicada por esta dependencia, al igual que Guadalajara, aunque aún más al estar más cerca. Por el contrario, Alcalá y Guadalajara cuentan con multitud de intereses comunes que merecería la pena defender de forma conjunta frente a quien fuera menester.
El segundo de los artículos a los que hacía alusión es el firmado por José Luis Miranda Carmena, con el título De cal y arena, el cual es -supongo- una contestación a uno mío anterior en el que me mostraba disconforme con otra colaboración suya. No es mi deseo prolongar innecesariamente una polémica en la que ambos hemos dicho ya todo cuanto teníamos que decir, pero sí quisiera hacer una breve puntualización final: Me parece estupendo que en otras ciudades hayan conseguido conciliar positivamente la arquitectura contemporánea con el patrimonio tradicional, y ójala aquí hubiera ocurrido lo mismo; pero a las pruebas me remito. Tanto en Alcalá como en su entorno más inmediato -Guadalajara, Madrid- las experiencias no han podido ser más penosas. Y como yo vivo en Alcalá, y no en París, lo tengo meridianamente claro: Antes de que me hagan otro desaguisado, y les aseguro que llueve sobre mojado, prefiero que me dejen la ciudad tal como está, ya que así por lo menos podrá durar más.
Enviada el 22-2-1993 a Nueva Alcarria