La Universidad de Alcalá



Me dirijo a usted para felicitarle por el contenido del artículo sobre la antigua universidad de Alcalá que, firmado por Miguel Gómez, fue publicado en su periódico el domingo 3 de enero; teniendo en cuenta que algunos medios de comunicación madrileños suelen maltratar informativamente de una manera sistemática a la ciudad de Alcalá, es ciertamente de agradecer que aparezca un artículo serio y documentado sobre nuestra ciudad.

No obstante esta impresión positiva, encuentro a faltar en el reportaje ciertos detalles debido probablemente a desconocimiento por parte del redactor, detalles que no obstante son importantes para comprender la esencia de la celebración de este séptimo centenario, por lo que paso a puntualizarlos a continuación.

En primer lugar, es completamente erróneo afirmar que en 1836 la antigua universidad alcalaína, o complutense, fue trasladada a Madrid. En realidad, tal como está publicado por investigadores de este tema, lo que ocurrió fue que el gobierno liberal que entonces tenía las riendas del poder suprimió una universidad del Antiguo Régimen (la complutense) al tiempo que creaba una universidad (la Central madrileña) conforme a unos esquemas completamente distintos que seguían las directrices del pensamiento liberal de la época. Ambas instituciones docentes eran, pues, no sólo distintas sino también diametralmente opuestas en su propia esencia. En cuanto al presunto traslado, lo único que hubo de tal fue la continuidad de algunos catedráticos -una minoría- debido a su militancia liberal junto con un expolio del patrimonio mueble (bibliotecas, documentos, objetos de arte) de la extinta universidad alcalaína en beneficio de la recién creada madrileña. Y en lo que respecta al nombre de complutense, que como el redactor apunta sólo ha sido detentado de manera totalmente impropia por la universidad madrileña desde hace un par de décadas, es evidente que por ser el gentilicio de la ciudad de Alcalá está totalmente fuera de lugar que lo utilice una entidad que nada tiene que ver con la misma ni por la geografía ni por la historia.

Pero aún hay más. Ese séptimo centenario que se celebra este año no es el de la fundación de la universidad alcalaína, que tuvo lugar en 1499 por iniciativa del cardenal Cisneros, sino el de unos Estudios Generales concedidos por el rey Sancho IV y que, aunque fueron los precursores de la universidad, nada tuvieron que ver con la misma al tratarse de una iniciativa totalmente distinta promovida por la entonces villa de Alcalá y avalada por el arzobispo toledano Gonzalo García Gudiel. Es pues doble la razón por la que la universidad madrileña nada tiene que ver con esta celebración que sólo concierne a los alcalaínos y, por supuesto, también a la universidad de Alcalá en su condición de entidad complutense. Pero que el señor Villapalos se suba al carro de una conmemoración que en modo alguno le pertenece tan sólo demuestra una cosa: El oportunismo abusivo de una entidad que comenzó usurpando un nombre y que ahora quiere apropiarse de una historia de la que muy a su pesar carece.


Enviada el 5-1-1993 a El Mundo