La propapaganda de las tabacaleras
Creo sinceramente que Philip Morris se está pasando bastante con la campaña publicitaria mediante la cual esta compañía intenta convencernos de que tragar humo ajeno no es más perjudicial para la salud que beber agua o comer galletas, por poner sus propios ejemplos.
Pero la cosa no es tan sencilla como pretenden hacernos creer. En primer lugar, resulta completamente sesgado hablar de inocuidad sin considerar algo tan fundamental como es la dosis; tuve un profesor de química que acostumbraba a decir que todo podía llegar a ser un veneno, incluso el propio jamón serrano... Bastaba con ingerir una cantidad suficientemente grande de ello.
Por otro lado, e independientemente de la presunta inocuidad del humo ajeno, Philip Morris parece olvidar algo tan fundamental como es el derecho de todo ciudadano a no ser molestado innecesariamente por los demás. Así, tampoco está demostrado que oler mal sea perjudicial para la salud, pero lo normal es que a nadie le guste tener al lado a alguien que esté reñido con la ducha y el jabón.
Es por ello por lo que pienso que campañas publicitarias como la que nos ocupa lejos de apaciguar la polémica, muchas veces artificial, entre fumadores y no fumadores, pueden llegar incluso a enconarla. Para mí esta cuestión, al igual que otras muchas, es únicamente un problema de educación y de respeto hacia los demás, y como tal ha de ser abordado sin necesidad de recurrir a argumentos tal alambicados como el utilizado por esta compañía tabaquera. Imagínense, a modo de ejemplo, la cara que puede poner alguien cuando, después de ser convenientemente ahumado, sea además recriminado por el responsable por no comprender que se trata de algo completamente inocuo para su salud... Aun en el caso de que realmente lo fuera.
Enviada el 26-6-1996 a EL PAIS