El AVE a Valencia (I)



Cuando en el siglo pasado se emprendió la construcción de las líneas férreas españolas, la imposición de criterios políticos o intereses particulares sobre las necesidades reales motivó que la red de ferrocarriles de nuestro país adoptara una distribución muy poco racional cuyas consecuencias todavía padecemos hoy en día. Así, para viajar en tren entre dos poblaciones separadas apenas unos centenares de kilómetros nos veremos obligados a describir extraños rodeos: Madrid-Burgos pasando por Ávila y Valladolid, Madrid-Valencia por Alcázar de San Juan y Albacete... Eso por no hablar de trayectos transversales como Barcelona-Galicia o Gijón-Sevilla, donde los itinerarios rozan lo surrealista.

Por desgracia, con ocasión del proyecto de construcción del AVE Madrid-Valencia está ocurriendo lo mismo, con propuestas que, a fuerza de querer contentar a todos, parecen seguir demostrando que en España la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, y la más larga la línea de ferrocarril. Observando con atención el mapa publicado hace algunos días en EL PAÍS me preguntaba cómo podía plantearse a estas alturas que una línea de alta velocidad describiera tantos rodeos... Pero se plantea, porque al parecer a los políticos les importa muy poco el beneficio real de los ciudadanos.

Basta con aplicar el sentido común para llegar a la conclusión de que la mejor solución sería no una línea serpenteante que pasara por tantos sitios alargando el trayecto en más de cien kilómetros, sino una que, partiendo de Madrid, se bifurcara a mitad de camino en dos ramales, uno que condujera directamente a Valencia sin necesidad de desvíos, y un segundo que enlazara con Albacete, Alicante y Murcia. En cuanto a Cuenca, lo lógico sería que por ella pasara el ramal a Valencia. Todas estas poblaciones tienen razones más que justificadas para contar con una parada del AVE, pero lo que resulta absurdo es que se intente contentar a todos a base de alargar la línea haciéndola pasar sucesivamente por todas ellas.

Recuérdese que este mismo error ya se cometió con las autovías, cuando se pensó construir una sola para dar servicio tanto a Valencia como a Alicante y Murcia; finalmente se tuvo que construir también la autovía a Valencia, pero la herencia del error es una saturación innecesaria de la Nacional III entre Madrid y el punto de bifurcación de ambas, cuando lo lógico hubiera sido una entrada independiente hasta Madrid de la autovía de Alicante.


Publicada el 25-10-1999 en EL PAIS