Música y ruidos en el tren
Poco es lo que tengo que añadir a la carta de don Mario J. González relativa a la música ambiental en los trenes de cercanías, salvo insistir en que lo criticable no es el tipo de música en sí, sino el volumen de cualquier tipo de sonido al que nos podamos ver sometidos los viajeros. Al igual que hay a quienes no les gusta la clásica, a otros no nos gusta el rock, pero en este sentido todas los gustos son exactamente igual de respetables.
Otra cuestión son los sonidos que, independientemente de su origen, pueden llegar a ser molestos debido a su intensidad. Como muy bien apunta este lector, no creo que la música ambiental de los trenes, dado su poco volumen, pueda resultar desagradable a nadie, mientras sí lo son todos aquellos que acostumbran a hablar a grito pelado, bien sea con sus acompañantes, bien sea por el teléfono móvil, o los que llevan los cascos puestos a todo volumen. Y ya puestos, ¿qué me dicen de los recitales de rock con los que acostumbran a regalarnos de vez en cuando en la estación de Nuevos Ministerios? Aquí no se trata tampoco de que nos guste o no este tipo de música, y somos muchos a los que no nos gusta, sino de que no hay ni punto de comparación entre la música ambiental de los trenes (por cierto, no siempre es clásica) y la forma en la que nos torturan los oídos a decibelio pelado en la citada estación. No es cuestión de gustos, insisto, sino de volumen y, si me apuran, de respeto hacia los demás.
Enviada el 5-11-2003 a 20 Minutos