Las discotecas rodantes



Aunque desde hace algún tiempo son numerosas las formas en las que los incívicos, o directamente gamberros, se las apañan para incordiar al resto de los ciudadanos, hay una de ellas que pese a ser reciente se ha convertido rápidamente en una de las más irritantes, con el agravante de que se desarrolla, aparentemente, con una total impunidad.

Me estoy refiriendo a las discotecas rodantes, esos coches equipados con unas cadenas de sonido que más de uno las quisiera para su casa; el problema no es que a estos individuos les guste oír música -por lo general estridente- a todo trapo, sino que además parecen estar empeñados en hacernos partícipes de sus peculiares -y molestos- gustos musicales. Lo más llamativo de todo resulta ser que, pese a encontrarnos en lo más crudo del invierno, estos dignos herederos de los extintos porteadores de radiocassetes -¿los recuerdan?-, no dudan en circular con las ventanillas bajadas para así podernos regalar con su ¿música? sin respetar ni siquiera las horas de sueño. Si ustedes viven en una calle con mucho tráfico y sus ventanas caen justo al lado de un semáforo o un cajero automático, sabrán sin duda de qué les estoy hablando.

Mientras tanto, y pese a sus pomposas declaraciones contra los ruidos, ni los ayuntamientos -el de Alcalá en este caso- ni la Comunidad Autónoma parecen mostrar el menor interés en poner coto a estos nuevos vándalos.


Enviada el 24-11-2004 a 20 Minutos