Las autopistas radiales
Si nos fijamos con atención en los planos recientemente hechos públicos en los que se registraba la congestión de todas las autovías de entrada a Madrid, habríamos podido apreciar que la situación era completamente distinta en las autopistas de peaje que desdoblan a varias de estas autovías. De hecho, cualquiera puede comprobar en que el tráfico que discurre por ellas es mínimo en comparación con las sobrecargadas autovías.
Por muy de peaje que sean, se supone que estas autopistas deberían ser ante todo un servicio público, circunstancia que evidentemente no se ha cumplido. Así pues, todo este esfuerzo constructor, con el consecuente destrozo ecológico, no ha servido para nada... probablemente ni siquiera para que sus concesionarios hicieran negocio, lo que no ha mitigado el empeño de la señora Aguirre por repetir el error con la R-1.
Aclaraciones a los comentarios de los lectores 1
No soy ningún iluso cuando comento que estas autopistas no están ofreciendo un servicio público al no solucionar los atascos; es muy probable que no fuera ésta la motivación principal de sus promotores, sino simplemente la de la rentabilidad económica; pero dudo mucho que las empresas concesionarias estén haciendo negocio con ellas, dado su escaso uso. Así pues, hicieron un pan con unas tortas. Por esta razón, es lógico preguntarse si realmente mereció la pena construirlas. Por si fuera poco, el diseño de los enlaces ha sido aberrante; por ejemplo, el acceso de Alcalá de Henares a la R-2 es por la M-100, una carretera que está completamente congestionada, y además la autopista te deja en la M-40, con lo cual si quieres ir al centro de Madrid utilizarla no compensa en absoluto ni en tiempo ni, mucho menos, en dinero.
En cuanto a los posibles destrozos ecológicos, conviene no menospreciar a los páramos resecos por los que discurren algunas de ellas, dado que allí anidan las avutardas y cuentan con una flora y una fauna merecedoras de ser respetadas aunque no se trate de un paraje serrano. Aunque estoy muy lejos de compartir los planteamientos de los ecologistas radicales, ya que soy de la opinión de que todo progreso tiene su precio y estoy dispuesto a pagarlo si realmente resulta necesario hacerlo, el problema, vuelvo a insistir en ello, es que el esfuerzo no ha sido compensado por los resultados.
Quizá si se prolongaran más allá de donde acaban ahora mejoraría su utilización; pienso que estas autopistas de peaje pueden servir para viajes largos, pero para los desplazamientos cotidianos al trabajo, que es para lo único que sirven hoy en día la mayor parte de ellas -salvo la R-4, que enlaza con otra de peaje, la AP-36, que conduce hasta La Roda, en la provincia de Albacete-, poca es la ayuda que ofrecen.
Como cabía esperar, no ha faltado quien afirmara alegremente eso de si no quieres gastarte dinero en peajes, viaja en tren de cercanías, lo cual me parece una frivolidad ya que yo no estaba exponiendo mi problemática personal, sino la del común de los ciudadanos. Claro está que mi talante no es de nuevo rico, ni tampoco menosprecio a aquellos que, por una u otra razón, no pueden permitirse esos lujos, o caprichos, según se mire. Al contrario, estoy en contra de cualquier tipo de clasismo, y éste es una muestra evidente de ello. Aparte de que una autopista de peaje, por mucho que haya podido ser financiada con capitales privados, no deja por ello de ser un servicio público, y tal condición debería prevalecer -aun respetándolos- sobre los intereses meramente económicos.
1 Con anterioridad a la edición en papel la carta fue publicada también en la edición electrónica del diario, suscitando una serie de comentarios entre los lectores. He recogido aquí un resumen de mis respuestas a los mismos.
Publicada el 10-2-2009 en 20 Minutos y el 11-2-2009 en ADN