Secuelas del maratón
El pasado domingo 28 de octubre un maratón se enroscaba por todo el centro de Madrid complicando todavía más el ya de por sí problemático tráfico de la ciudad. Mucho se podría hablar de la omnipresencia agobiante de los eventos deportivos de todo tipo, al parecer los acontecimientos más importantes que suceden en este país por encima de cualquier otra cosa, crisis mundiales incluidas; pero esto sería objeto de un debate propio, diferente a lo que yo deseo comentar en esta ocasión.
Serían alrededor de las doce y media de la mañana, y en ese momento los corredores pasaban por la calle de la Princesa a la altura de Argüelles. En la acera un anciano permanecía tendido, al parecer víctima de un desvanecimiento, a la espera de la llegada de asistencia médica. El anciano estaba atendido por varios transeúntes, una minoría de los allí presentes dado que la mayor parte de ellos estaban pendientes de los corredores, mientras la policía municipal parecía estar mucho más interesada en controlar el desarrollo de la carrera que en atenderlo.
Finalmente se acercó un policía al grupo informando de que el Samur ya estaba avisado, pero que desconocía cuanto tiempo tardaría en llegar una ambulancia dado que el maratón tenía colapsado todo el centro de Madrid. Dicho esto volvió a la esquina de la calle Alberto Aguilera para seguir controlando el tráfico.
Pasados varios minutos, y en vista de que la ambulancia seguía sin aparecer, algunos de los que allí estaban ayudaron al anciano a incorporarse, lo que hizo trabajosamente, tras lo cual se marchó de allí por su propio pie. Aparentemente no se trataba de nada grave, pero ¿imaginan ustedes lo que habría sucedido de tratarse, pongo por ejemplo, de un infarto?
Sin comentarios. Eso sí, al día siguiente todos los medios de comunicación dedicaban una amplia cobertura informativa al citado maratón.
Enviada el 29-10-2001 a EL PAIS