La repatriación de los restos de Manuel Azaña



El señor Benjamín Prado proponía el pasado domingo 16 de noviembre repatriar a España los restos de Manuel Azaña y Antonio Machado, como corolario lógico de la exhumación de las fosas comunes de la guerra civil. Su argumento es intachable, pero hay algunos detalles que él no considera pero que convendría tener muy en cuenta.

Para empezar, no es lo mismo yacer en una anónima fosa común que hacerlo en una tumba digna y localizada, independientemente de cual sea su ubicación. Rescatar los restos de García Lorca es de justicia, mientras cambiar de sitio los de Machado se presta a varias posibles interpretaciones, incluyendo el rechazo a la tradicional necrofilia española que tantos bailes de huesos ha promovido a lo largo de la historia. Si el enterramiento es digno, lo de menos es el lugar y lo más importante respetar los despojos.

En cuanto al tema de Azaña, la cuestión es todavía más peliaguda. Primero, porque consta su voluntad expresa de que le dejaran yacer allá donde le alcanzara la muerte. Pero eso no es todo. Tanto el rey Alfonso XIII como los presidentes de la II República Niceto Alcalá Zamora y Manuel Azaña ostentaron el rango de jefes de estado, el primero por herencia y los otros dos por voluntad popular. Sin embargo, las repatriaciones de los restos de los dos primeros no pudieron ser más dispares. En 1979 Alcalá Zamora era enterrado en el cementerio madrileño de la Almudena casi de forma clandestina, mientras en 1980 a Alfonso XIII se le oficiaba un funeral de estado antes de enterrarlo en el panteón de El Escorial.

¿Cómo sería la hipotética repatriación de los restos de Azaña, como la de Alfonso XIII, o como la de Alcalá Zamora? La cuestión no es baladí, y desde luego los precedentes no son precisamente halagüeños. Como puede comprobar cualquiera que visite el cementerio de Montauban, en la tumba de Azaña brillan por su ausencia los reconocimientos oficiales, ya que ni el gobierno español, ni la comunidad autónoma de Madrid, ni el ayuntamiento de Alcalá de Henares, su ciudad natal, se molestaron jamás en rendir el más mínimo homenaje a su memoria, como tampoco ha participado ninguno de ellos en la reciente erección de un monumento conmemorativo junto a su tumba. En estas circunstancias, yo soy el primero en preferir que siga descansando en paz en tierras francesas.


Enviada el 16-11-2008 a EL PAIS