Coches y tabaco
Es una lástima que el señor Marías, habitualmente acertado en sus críticas, eche a perder su ecuanimidad cada vez que saca a colación el tema del tabaco o, por ser más precisos, el de la ley que regula su consumo en los lugares públicos. Así, debería ser consciente de que el argumento que utiliza en su artículo del pasado día 17 de junio, se mire como se mire, no se tiene en pie.
Cada vez que alguien me reprocha -arguye- que fume, le pregunto si tiene coche, y si me dice que sí (el 95 % de las veces) le contesto que me deje en paz entonces, que él atenta contra la salud mucho más de lo que mi humo pueda hacerlo.
El señor Marías parece olvidar que la ley prohíbe fumar tan sólo en algunos -ni tan siquiera en todos, a diferencia de otros países de nuestro entorno- espacios públicos cerrados, en un evidente y parcialmente fallido intento de impedir que nadie tenga que tragar humos ajenos. Huelga decir que a nadie en su sano juicio se le ocurriría echar, en ninguno de estos lugares, el humo del tubo de escape de su coche, salvo que quisiera suicidarse o bien usarlo para cometer un rebuscado asesinato. Y desde luego, conviene no olvidar tampoco que el señor Marías puede fumar tranquila y legalmente cuanto le plazca no sólo en todos los sitios donde yo uso mi coche -es decir, en la vía pública-, sino también en bastantes más -como bares y restaurantes- en los cuales yo no contamino ni poco, ni mucho, ni nada.
Enviada el 18-6-2007 a EL PAIS Semanal