Los impuestos del tabaco y la gasolina



El gobierno necesita dinero y ha decidido subir los impuestos. Hasta aquí nada anormal dentro de la situación de crisis económica que padecemos; lo que sí empieza a chirriar es que, en contra de la filosofía tradicional de la izquierda de que los impuestos indirectos son más injustos para las clases económicamente débiles que los directos, hayan entrado a saco en mercados cautivos como el tabaco y la gasolina (lo sorprendente es que se hayan olvidado en esta ocasión del alcohol) los cuales, pese a soportar unas cargas fiscales desmesuradas (y no me sirve la “justificación” de que en otros países son todavía mayores, ya que nuestros sueldos tampoco son precisamente equiparables a los alemanes o los suecos), son una ubre que sigue dando leche ante la indefensión de unos ciudadanos incapaces de rehuir su consumo.

Pero lo que ya resulta el colmo del cinismo es que quieran vendernos la moto de que (Miguel Sebastián dixit) tal subida sea coherente con una política de izquierdas. Para empezar, si tanto les preocupa la salud de los fumadores (y la de los no fumadores), sería mucho más efectivo un endurecimiento de la ley actual prohibiendo fumar en todos los recintos públicos... claro está que eso no incrementaría la recaudación de impuestos sino que, probablemente, la reduciría. En cuanto a la gasolina, más valdría que se dejaran de marearnos con pamplinas presuntamente ecológicas, ya que tanto a los transportes públicos como a los de mercancías también se les encarecerá el combustible, con la consiguiente cascada de subidas generalizadas de precios.

En definitiva: que hagan lo que estimen más conveniente (luego nosotros estimaremos conveniente votarlos o no) pero, por favor, que no nos tomen por idiotas.


Enviada el 15-6-2009 a la prensa