La inutilidad de la cultura
Protesta Manuel Mañero, supongo que estudiante, acerca de la presunta inutilidad del latín, una lengua muerta que le obligan a estudiar y, lo que es todavía peor, a aprobar. Ya puestos, yo le sugeriría que protestara también por la inutilidad de la historia (total, el imperio romano se extinguió hace la tira de años), de la geografía (¿a quién le interesa conocer la capital de la república de Vanuatú, que a saber por dónde cae?), de la filosofía (menudo rollo el Platón), de la literatura (¿quién se puede tragar el muermo de La Regenta?), de la gramática (¿a quién le importan las faltas de ortografía en los mensajes de los móviles?), de las matemáticas (fuera de las cuatro reglas, ¿qué utilidad tienen las derivadas o las integrales?), de la física (¿para qué sirven los protones?), de la biología (¿para qué están los zoológicos?), de la química (nadie va a montar un laboratorio en su casa), de la religión (si no se va a misa, ¿para qué demonios se necesita saber quién era Jesucristo?), de la música (menudo tostón el Beethoven, con lo que mola el bacalao)...
Realmente, y siguiendo su razonamiento, hay que ser masoquista para esforzarse en aprender cosas, con lo fácil que es ponerse a ver en la tele Gran Hermano, Crónicas Marcianas, Tómbola o los innumerables partidos de fútbol sin necesidad de pensar nada, con lo que se disfruta yendo de marcha a las discotecas o haciendo botellón... ¡Y sin que te tengas que examinar de ello!
Menos mal, eso sí, que Manuel Mañero es de Fuenlabrada y no de Cabra (por cierto, provincia de Córdoba), ya que como en una ocasión le dijeron al ministro franquista José Solís, natural de esa localidad, tras exclamar éste que más deporte y menos latín, gracias a este idioma sus habitantes eran egabrenses y no otra cosa muy distinta.
Publicada el 9-3-2004 en Metro Directo