Prohibir el móvil en el colegio



Discrepo, por varias razones, con la carta de doña Ana Flores. En primer lugar, me ha sorprendido mucho su convencimiento de la imperiosa necesidad de que un chaval de trece años tenga que disponer de teléfono móvil; hasta hace cuatro días los niños (e incluso los adultos) se las apañaron perfectamente sin ellos, y supongo que ella misma, durante su niñez, tampoco dispondría del citado aparatito. Podríamos hablar largo y tendido sobre el tema de la obsesión de tantos y tantos españoles por todo tipo de cacharrería electrónica e informática independientemente del uso racional de la misma, pero aunque el tema es muy interesante nos desviaría del asunto principal de la citada carta.

Volviendo, pues, a la prohibición de los móviles en las aulas, me gustaría recordarle a doña Ana Flores que, independientemente de que una minoría los use para refrendar sus actos vandálicos, los cuales efectivamente han ocurrido siempre, el problema principal estriba en que muchos chavales se dedican a juguetear con ellos en clase en vez de atender al profesor, con el consiguiente deterioro de la calidad de la enseñanza.

Asimismo, que yo sepa a los chavales no se les cachea al entrar en clase, por lo cual lo que está prohibido no es que lleven móviles, sino que los saquen, y los usen, en el interior de los colegios e institutos, algo que me parece bastante razonable. Supongo que nada les impedirá llevarlos guardados y, por supuesto, desconectados durante la jornada lectiva, si es que tan imprescindibles les resultan al salir de clase.

Por último, desearía resaltar lo dañinas que pueden resultar ciertas actitudes de algunos padres, tanto en lo que se refiere a la educación de sus propios hijos como, y esto es más grave, en el perjuicio que pueden llegar a causar al resto de sus compañeros a causa de su mal ejemplo.


Enviada el 20-11-2006 a Metro Directo