Patrimonio de la humanidad caro y malo



Soy propietario de un piso en Alcalá de Henares y, durante este año, presidente de la comunidad de vecinos. El otro día me comunicó la administradora que el ayuntamiento de Alcalá, no contento con la asfixiante presión fiscal a la que nos tiene sometidos con un IBI desmesuradamente alto, se ha sacado de la manga un nuevo impuesto de piscinas: en nuestro caso, más de doscientos cincuenta euros anuales.

Mientras tanto, basta darse un paseo por cualquier barrio de la ciudad que no sea el centro histórico, para comprobar que en Alcalá se cumple, de manera literal, el dicho de “impuestos escandinavos y servicios africanos”. Y les aseguro que no exagero.

¿Qué será lo próximo, cobrar por estar empadronado en una ciudad que de patrimonio de la humanidad tan sólo tiene el nombre?




Addenda

Por desgracia es inevitable. Siempre que dices algo, sea lo que sea, falta tiempo para que te salga el bobo de guardia diciendo la primera tontería que se le ocurre, sin pararse a pensar si tiene que ver algo con lo que tú has dicho, o no.

En este caso, el buen señor -es un decir lo de señor-, tras tildarme gratuitamente de nuevo rico -qué estúpida manía esa de colgar etiquetas vengan a cuento o no-, me decía que me jorobara y pagara por disfrutar de la piscina. Independientemente de su más que posible envidia, que ya se sabe que éste es el pecado capital típicamente español, hube de aclararle en mi respuesta que yo no era ni nuevo rico, ni viejo rico ni rico a secas, sino un trabajador que vivía de su salario, bastante recortado últimamente por cierto.

Le expliqué, además, que mi piso es muy normalito, tres dormitorios, plaza de garaje y nada más, no se fuera a creer que vivía en un palacio de La Moraleja; pero es de construcción relativamente reciente (finales de los 90) y entonces a todas las constructoras les dio por poner piscina, la cual no elegí yo sino que me vino incluida en el lote; aunque yo hubiera preferido no tenerla -le acabé de explicar, no fuera que a esas alturas todavía siguiera sin enterarse- dado que, aunque esto era ya cosa mía, ni siquiera la usaba.

Por último, tras recordarle que me había cogido el rábano por las hojas, o ni siquiera había llegado a ver el rábano, le expliqué bien clarito que lo que yo denunciaba, y seguía denunciando, era la rapacidad recaudatoria municipal. Hoy eran las piscinas, ayer fueron los vados -le pregunté si también era de nuevo rico tener coche y una plaza de garaje- y mañana sería cualquier cosa que se les ocurriera a los señores municipales con tal de exprimirnos un poco más mientras Alcalá seguía hecha un desastre. Qué se le va hacer, hagan lo que hagan -normalmente mal- nuestros gobernantes, siempre habrá alguien que les jalee con entusiasmo alegrándose del mal ajeno, sin percatarse de que, tarde o temprano acabará tocándole también a él. Eso sí, habrá sido perpetrado gracias a su entusiasta ayuda.


Enviada el 31-5-2012 a 20 Minutos y, como comentario a un artículo, al Diario de Alcalá
Actualizada el 1-6-2012