En el ejemplar de 20 Minutos de ayer, dentro del consultorio dedicado a la vivienda, alguien comentaba que sus vecinos querían denunciarle porque su perro ladraba al quedarse solo de 9 de la mañana a las 3 de la tarde, por lo que temía que pudieran obligarle a desprenderse de él. Para esta persona el problema no consistía en que el perro molestara a los vecinos, ya que “no creía que pasara de los decibelios permitidos, sobre todo al ser de día”, sino en que “sus vecinos eran mayores y no salían de casa”. Por supuesto, en ningún momento mostraba interés en saber la manera en la que se pudiera evitar que el perro ladrara.

Yo, sinceramente, alucino de comprobar que haya personas tan egoístas e incívicas, indiferentes por completo a las molestias que puedan causar a los demás, pero lo cierto es que éstas abundan cada vez más y a todos los niveles. Así va España.