Ética política



En el periódico del día 3 de septiembre leí en un titular que Teresa Gómez-Limón, diputada del PP en la Asamblea de Madrid, abandonaba su partido en protesta por el trato a las víctimas del accidente del tren Alvia del pasado año. Bien, pensé, al fin un político con principios éticos... pero no. Leyendo el artículo nos enteramos de que esta señora viajaba en el tren accidentado, por lo cual se trata, mucho me temo, de una cuestión puramente personal al estilo de cuando Iñaki Anasagasti descubrió que la kale borroka también era terrorismo el día que prendieron fuego al autobús en el que viajaba su madre, y no antes. Me gustaría saber si la señora Gómez-Limón hubiera actuado de igual manera de no haber ido en ese tren, aunque a juzgar por el silencio cómplice de la totalidad de los cargos públicos del PP, sospecho que no.

Pero aún hay más. La señora Gómez-Limón abandona el PP, pero no el escaño ni, por supuesto, su jugoso sueldo pese a que salió elegida en una lista cerrada bajo estas siglas, por lo que lo ético y lo decente sería que renunciara a ellos si tan disgustada está con el partido que la aupó al cargo. Por último, resulta que también está muy molesta porque, según ella, se impidió participar a los familiares de las víctimas en un homenaje realizado el 24 de julio en Santiago. ¿No sería, pregunto, porque no pudo salir en la foto?

En cualquier caso, éste es un ejemplo claro, aunque por desgracia no único, de hasta donde ha llegado la mezquindad de nuestra clase política.


Publicada el 5-9-2014 en la edición digital de 20 Minutos