Telecirco



En relación con la columna de Lucía Etxebarría del día 20 de diciembre, en la que su colaboradora se escandalizaba de que Canal Sur hubiera creado un programa que según ella hacía apología del toreo, me gustaría puntualizar lo siguiente, dejando claro previamente que ni soy aficionado a los toros, ni soy andaluz y no sintonizo ese canal, por lo cual me he de guiar exclusivamente de sus comentarios.

Para empezar, me parecen exageradas las estadísticas que maneja de un presunto 98% de españoles que no asistimos a las corridas de toros (entre los cuales me incluyo) y un 42% de españoles que consideran que deberían prohibirse, entre los cuales no me incluyo porque siempre me ha parecido fuera de lugar pretender que se prohíba todo aquello que no me gusta.

Por otro lado, si yo tuviera hijos me preocuparía mucho más que vieran cosas como Gran Hermano y, en general, toda la telebasura que por desgracia inunda la mayoría de los canales. También me preocuparía más la violencia explícita o implícita de muchos programas, la trivialización del sexo (recordemos que estamos hablando de menores) o la vulgaridad y la ramplonería de muchos de los personajes que aparecen en la pequeña pantalla. En comparación con todo este bombardeo los toros me parecen casi, casi, inofensivos.

Ya de adulto a adulto, me gustaría recordarle a la señora Etxebarría que hay en España problemas mucho más graves como el paro, la crisis económica o la violencia de todo tipo y no sólo la doméstica, por los que sinceramente prefiero preocuparme antes que por los toros. Y puestos a criticar matanzas de animales, le recuerdo también que recientemente se degollaron en España un buen puñado de corderos con ocasión de la celebración de una festividad musulmana, sin duda muchos más que la totalidad de los toros muertos en las plazas españolas y de forma no menos cruenta, sin que yo le haya leído ni una sola crítica al respecto.




Aclaraciones a los comentarios de los lectores 1

El problema de las degollinas de corderos de los musulmanes es que no respetan por lo general ninguna de las normas legales establecidas al respecto, a diferencia de lo que ocurre en los mataderos industriales o, ya puestos, en las corridas de toros. Y si lo traje a colación fue para llamar la atención sobre lo selectivos que suelen ser algunos articulistas según en qué temas; si condenamos el maltrato animal tendremos que condenar todo, y no sólo lo que nos apetezca por razones ideológicas. Por lo demás yo no cuestiono el derecho de esta señora, ni el de cualquiera, a opinar sobre todo lo que le apetezca; pero por la misma razón yo, o cualquier otra persona, tenemos perfecto derecho a discrepar con ella, que es justo lo que he hecho.

Nunca he asistido a ninguna matanza casera de cerdos, ni tengo intención de hacerlo ya que me parece algo extremadamente cruel. Así pues, concedo incluirlas en el mismo apartado que las degollinas de corderos de los musulmanes. De todos modos (hablo de oídas y tendría que comprobarlo) no sé si seguirán estando permitidas o si pese a todo se seguirán haciendo; mi opinión, en cualquier caso, es que no deberían hacerse.




1 La carta fue enviada a la línea de comentarios de la columna de Lucía Etxebarría en la edición electrónica de ADN, suscitando una serie de alusiones entre los lectores a los que respondí con estas puntualizaciones.


Publicada el 20-12-2010 en la edición electrónica de ADN