Los sueldos de los concejales complutenses



Dentro de la polémica suscitada sobre los sueldos de los cargos electos municipales, hay que tener en cuenta que al menos en Alcalá de Henares, que es el caso que mejor conozco, éstos se las apañaron para cobrar un sueldo, y no precisamente mileurista, ya desde un principio, llegándose con el tiempo a la situación actual en la que la práctica totalidad de los concejales de la corporación, incluidos los de la oposición, viven de los presupuestos municipales.

Esto me parece, ya de entrada, una aberración, puesto que esta profesionalización en el peor sentido de la palabra -por no decir mercenarización- se ha convertido precisamente uno de los pilares de la actual corrupción y mediocridad de la clase política española, a todos los niveles y no sólo al municipal. Aunque esto no ha de interpretarse en modo alguno como que todos los políticos sean corruptos y/o mediocres, lo que sí ha ocurrido es que el sistema ha canalizado hacia la política a los corruptos potenciales que pululaban por ahí, al tiempo facilitaba el ascenso de los mediocres, que no planteaban problemas “a los de arriba”, en detrimento de la gente más válida y capaz, al primarse la fidelidad perruna frente a la aptitud.

Por otro lado, ha habido también un descontrol total en lo que respecta a la cuantía de los sueldos, autoasignados por unas corporaciones municipales que nunca tuvieron el menor sonrojo a la hora de subírselos de forma disparatada mediante una rara unanimidad ajena a las diferencias ideológicas. No es normal, por poner un ejemplo concreto, que el alcalde de Alcalá de Henares gane más que el presidente de gobierno. Tampoco es normal que cobre sueldo un concejal de la oposición sin más responsabilidad que asistir a los plenos, para lo cual además suelen cobrar unas jugosas dietas. Y no es normal, por último, que las áreas de gobierno -y por lo tanto los sueldos del equipo de gobierno- se estiren y encojan como un acordeón en función del número de concejales que consiga el partido gobernante. Si todas las áreas de gestión de la ciudad se puede repartir, pongo por caso, en doce concejalías y un partido consigue quince concejales, esos tres sobrantes se deberían quedar sin área de gobierno y, por consiguiente, sin sueldo, en vez de hacerles un huequecito bien remunerado.

Claro está que lo peor no es eso, sino todos los enchufados bajo el paraguas de “cargos de confianza”, muchos de los cuales de dudosa efectividad real -y en cualquier caso para eso deberían estar los funcionarios de carrera- pero que cobran también sus buenos sueldos. Sumémosle además todos los que se saltan el filtro de las oposiciones gracias a las empresas públicas, fundaciones, etc., y tendremos un panorama bastante preciso -y sombrío- de cómo los partidos políticos han convertido a los ayuntamientos, y a las demás instituciones de rango superior, en meros pesebres donde poner a pacer a sus huestes, por utilizar un ejemplo tomado de las novelas de Galdós.

Y lo peor de todo, es que el Ayuntamiento complutense está entrampado hasta las pestañas a causa, fundamentalmente, de la mala gestión de sus sucesivos equipos de gobierno. Ahora que el PP se llena tanto la boca de decir que los sueldos deberían estar ligados a la productividad, no estaría mal que empezaran dando ejemplo por ellos mismos... con lo cual, lo más seguro es que no cobrara ni uno de los veintisiete concejales, alcalde incluido.

De todos modos, el invento de los sueldos de la corporación municipal no fue de la derecha, aunque ésta pronto se mostró como un alumno aventajado, sino de la izquierda tras las elecciones municipales de 1979, con el argumento de que hasta entonces la política había estado en manos de los ricos, que eran los que se podían permitir el lujo de dedicarse a ella... lo cual, aunque podía tener un fondo de verdad (aunque conozco ejemplos tanto en un sentido como en el contrario), pronto se convirtió en una barra libre a costa del erario público, sin distinción alguna de ideologías.

A veces, medio en serio y medio en broma, especulo con la posibilidad de que a los cargos electos, y siempre y cuando estuviera justificado (no es lo mismo ser del equipo de gobierno que de la oposición, insisto), se les pagara exactamente el mismo sueldo que hubieran cobrado hasta entonces en su actividad profesional, fuera ésta la que fuera. Es decir, que dedicarse a la política no fuera una pérdida de ingresos, pero tampoco un chollo. Lo cual, teniendo en cuenta los currículos profesionales de la inmensa mayoría de los concejales que han pasado por el Ayuntamiento complutense desde 1979 para acá, hubiera dado sin duda nos resultados muy curiosos.


Enviada el 18-2-2013, como comentario de un artículo en la edición digital de Diario de Alcalá