Nacionalismos con piel de cordero



Ahora resulta que el gobierno británico ha advertido que no permitirá la celebración de un segundo referéndum independentista en Escocia, noticia que me ha dado pie a varias reflexiones interesantes. En primer lugar, he de decir que cada vez estoy más convencido de que los nacionalismos de diverso pelaje han sido el cáncer de Europa desde hace al menos dos siglos, y no hago excepciones. Dicho esto, me planteo donde queda el presunto “fair plair” británico: ellos reclaman su derecho a salirse de la Unión Europea, que por cierto nadie les ha negado siempre y cuando no pretendan hacerlo de forma marrullera conforme a sus intereses particulares, pero al mismo tiempo se empeñan en arrastrar consigo a quienes no quieren acompañarles en la aventura, los escoceses y probablemente también los norirlandeses.

Yo en su día estuve en contra de la independencia escocesa, como lo estoy en contra de la catalana o lo estaría de la corsa, de la padana, de la bávara o de cualquier otra, dado que pienso que lo que hay que hacer en Europa es unir, y no dividir todavía más. Pero ahora se da la circunstancia de que las reglas de juego han cambiado drásticamente, ya que no se trata de salirse de Gran Bretaña sino de permanecer en la Unión Europea. ¿Por qué el gobierno británico sí permitió el famoso referéndum antes del Brexit y ahora no? También es casualidad. Y es que a los nacionalistas, en este caso los británicos pero tanto me da porque en el fondo todos son iguales, se les ven las orejas muy pronto. Por cierto, ¿dónde están ahora las alabanzas de los independentistas catalanes a la “sensibilidad” británica, en contraste con el “inmovilismo” del gobierno español?

Tomando como ejemplo la por otro lado previsible intención del gobierno británico fijémonos ahora en Cataluña, que nos queda más cerca. Suponiendo que el hipotético referéndum secesionista triunfara, ¿permitirían quedarse en España a aquellas comarcas o provincias que así lo desearan? ¿O acaso el derecho a la autodeterminación tiene los límites que se les antojen a sus promotores?

Eso sin contar con que abusar de los referéndums como presunto vehículo de la voluntad popular puede ser, como lo están demostrando los hechos, muy peligroso, amén que ganarlos por un 51% o perderlos por un 49%, tanto me da, no puede ser determinante para adoptar unas decisiones tan trascendentales y posiblemente irreversibles. Ya está bien de jugar a aprendices de brujo.


Publicada el 2-2-2017 en la edición digital de EL MUNDO