Extrema izquierda y extrema derecha



Hay un viejo dicho que afirma que los extremos se tocan, y esto es aplicable también a la política. De hecho, si nos fijamos en la historia de la Europa de entreguerras, vemos que el comunismo y el fascismo tuvieron unos orígenes bastante similares y mostraban asimismo muchas similitudes, siendo su principal -y casi única diferencia- que los primeros eran internacionalistas -en teoría, en la práctica títeres de Stalin- y los segundos ultranacionalistas, compartiendo ambos su aversión total por la democracia, el liberalismo y la burguesía.

Volviendo a nuestra época nos encontramos con que por desgracia triunfan el populismo y la demagogia, en la que estos extremos políticos -junto con los nacionalistas, que no dejan de ser una variante edulcorada del fascismo- son indiscutiblemente maestros a la hora de aprovecharse del muchas veces justificado resentimiento de las clases más desfavorecidas con los políticos convencionales. Y como el comunismo clásico está de capa caída, es lógico que se vuelquen justo hacia el otro extremo, sin caer en la cuenta de que salen de la sartén para caer en el fuego.

Es un hecho comprobado, y así lo he visto yo en mi entorno cercano, que resulta mucho más fácil saltar de un extremo a otro, en cualquiera de los dos sentidos, que de la zona moderada del espectro político a la radical. En realidad no tiene nada de extraño que un barrio o un núcleo de población tradicionalmente de extrema izquierda (recalco lo de extrema) salte no a la izquierda moderada, sino a la extrema derecha; basta con asumir que el espectro político no es una línea recta con dos extremos, sino una circunferencia en la cual los votantes se pueden desplazar en cualquiera de los dos sentidos; y aunque por lo general esta variación tiene un límite -no es normal que la gente dé un salto de ciento ochenta grados-, alguien de extrema derecha o de extrema izquierda no tiene por uno de los lados el vacío, sino la extrema contraria. Que se desplace hacia zonas más templadas o que se pase al “enemigo” dependerá mucho de las circunstancias, y en casos de crisis económica lo más frecuente suele ser lo segundo.


Publicada el 16-5-2019 en la edición digital de EL PAÍS