Incongruencias nacionalistas
Aunque a estas alturas los nacionalistas catalanes engañan sólo a quienes se quieren dejar engañar, no dejan de ser sorprendentes sus clamorosas incongruencias, en este caso concreto con la prohibición selectiva de los espectáculos taurinos que afecta a las corridas pero no a los correbous que se celebran en numerosas localidades catalanas, que para mayor sarcasmo fueron protegidos legalmente en base a su presunto interés cultural.
No soy aficionado a los toros en absoluto, pero tampoco me identifico con los antitaurinos sean éstos de la cuasisecta de los animalistas o sean quienes intentan manipularlos -en favor o en contra- con fines políticos, como es el caso de los nacionalistas catalanes. ¿Cómo se entiende que al tiempo que prohíben por salvajes las corridas de toros permitan, y aun alienten, unos espectáculos, en nada diferentes a los que se celebran en otros muchos lugares de España, que objetivamente tendrían que ser los primeros en suprimirse, dado que el grado de maltrato animal es muy superior en ellos al de las reglamentadas corridas?
La explicación es obvia: en su afán por marcar distancias con España -como si Cataluña no formara parte de ella desde hace milenios, con independencia de los avatares históricos y políticos-, intentan erradicar todo aquello que puedan presentar como ajeno a sus prístinas tradiciones, mientras defienden con total desfachatez lo propio aunque esté más cercano a Atapuerca que al siglo XXI.
En cualquier caso, y considerándolo de forma aséptica, los nacionalistas catalanes están demostrando un día sí y otro también, por mucho que les escueza, que en su comportamiento y, sobre todo, en sus defectos, son tan españoles como la Puerta del Sol, lo que no deja de ser una ironía.
O, en el fondo, pura y simple paletería.
Publicada el 2-9-2019 en la edición digial de EL PAÍS