Alianza de civilizaciones



Como cualquier persona que conozca mínimamente la historia sabe, los musulmanes jamás han concedido a los fieles de otras religiones el mismo trato que a los suyos. En el mejor de los casos, las gentes del Libro (cristianos y judíos) eran considerados como súbditos de segunda categoría, con sus derechos restringidos (por ejemplo a la hora de practicar libremente su religión) respecto a sus conciudadanos musulmanes, al tiempo que se veían obligados a pagar un impuesto especial. Y en lo que respecta a los que, según la teología musulmana, eran idólatras (todos los demás), éstos solían correr mucha peor suerte.

Y eso era cuando los trataban “bien”, cosa que no siempre ocurría. Durante el reinado de Abderramán II (792-852), uno de los principales gobernantes árabes de Al-Ándalus, fueron muchos los cristianos mozárabes perseguidos y ejecutados por motivos exclusivamente religiosos (se trató de una verdadera persecución religiosa que acarreó el martirio de numerosos cristianos), y puesto que las persecuciones y las presiones para que se convirtieran al islamismo prosiguieron de forma constante tras la muerte de este emir, a principios del siglo X tendrían lugar huidas masivas de mozárabes que buscaron refugio en los reinos cristianos del norte de la península.

Las tribulaciones de los mozárabes españoles no fueron únicas, ahí está el ejemplo de los griegos y los armenios perseguidos por el imperio otomano e incluso por la Turquía de Ataturk ya en pleno siglo XX, lo cual en el caso de los armenios alcanzó como es sabido caracteres de genocidio. No es casualidad que en la Turquía actual la población cristiana brille literalmente por su ausencia después de las deportaciones masivas (ahora las llamaríamos "limpieza étnica") de 1923, circunstancia que se repetiría en fechas mucho más recientes (1974 concretamente) en el norte de la isla de Chipre, perpetuándose hasta el presente.

Peor todavía es la histórica marginación que vienen sufriendo desde hace siglos las minorías cristianas en países árabes como Egipto o Irak, con el agravante de que aquí no se puede hablar ya de conflictos étnicos puesto que tanto los coptos egipcios como los caldeos iraquíes no sólo son tan árabes como sus compatriotas musulmanes, sino que además son los supervivientes, pese a todas las presiones sufridas, de las antiguas culturas grecorromana y sasánida asentadas en sus respectivos países antes de la llegada del islamismo a los mismos, vía invasión militar, en el siglo VII de nuestra era.

Se me dirá, con razón, que también los cristianos marginaron y persiguieron a los musulmanes, como ocurrió sin ir más lejos con los moriscos españoles en los siglos XVI y XVII; práctica por lo demás no muy diferente a la que aplicaba entonces el imperio turco a sus súbditos cristianos. Eso es cierto, pero no menos cierto es también ocurrió hace varios siglos. Sin embargo en la actualidad, que es lo que nos interesa, en occidente no se discrimina a las minorías musulmanas, mientras en muchos países musulmanes todavía hoy se sigue marginando en mayor o menor grado a los cristianos, como ocurre en los ya comentados casos de Egipto e Irak. Eso sin olvidarnos de Arabia Saudí, donde todas las religiones que no sean la islámica están tajantemente prohibidas.

Así pues, antes de hablar tan frívolamente de alianza de civilizaciones, más les valdría a nuestros políticos que se informaran un poco no ya de los hechos históricos, aunque también les resultaría conveniente, sino siquiera de la situación actual; salvo, claro está, que no les importe tragar con la ley del embudo... por el lado más estrecho, evidentemente.


Publicada el 9-5-2011 como comentario a una noticia en la edición digital de EL PAÍS