Occidente y el Islam



Para empezar, quiero dejar bien claro que quemar cualquier libro sagrado me parece, además de un insulto innecesario a la religión correspondiente, una soberana majadería, ya que no es así como se combate el fanatismo religioso; al contrario, se le alienta.

Claro está que no sé si la culpa es más de ese pastor descerebrado empeñado en quemar el Corán, o de los periodistas que, de manera tan absurda e irreflexiva, han propalado la noticia por medio mundo. Si a una necedad de ese calibre se le hubiera condenado con el silencio, no habría trascendido pasando sin pena ni gloria, como ocurre con tantas otras que surgen todos los días.

Pero pasemos ahora al otro lado. Al parecer, y se lleva años dando patentes muestras de ello, occidente tiene verdadero pánico a que los energúmenos islamistas -que evidentemente no son todos los musulmanes, pero son los que más ruido meten- puedan sentir herida su fina sensibilidad casi con cualquier cosa, desde las caricaturas de Mahoma hasta la dichosa quema del Corán.

Eso sí, ellos no tienen el menor reparo en herir nuestra propia sensibilidad empeñándose en construir una mezquita en la zona cero (como si no hubiera otros lugares más adecuados en la propia Nueva York) o discriminando e incluso persiguiendo a los cristianos en sus propios países, tanto a los de origen occidental -en Marruecos- como a sus propias minorías como los coptos egipcios o los caldeos de Irak, eso sin contar con la prohibición de todas las religiones no musulmanas en lugares como Arabia Saudí.

Mi pregunta, sencilla, es: ¿hasta cuándo vamos a seguir aguantando esta desequilibrada situación?


Publicada el 10-9-2010, como comentario a una carta, en la edición digital de 20 Minutos