Turismo: calidad y cantidad



“El drama de los barrios que, en las vacas gordas, prefirieron los turistas a los vecinos”.

Estuve hace algunos años en Roma con mi mujer. El primer día pecamos de pardillos comiendo en un restaurante, muy bonito eso sí, al lado del Vaticano: la comida dejó bastante que desear y, por supuesto, nos clavaron.

La segunda vez, escarmentados, lo hicimos en una trattoría del Transtevere, en un barrio de paisanos. Y todo cambió por completo, excelente comida a unos precios razonables.

A otro nivel cuantitativo, que no cualitativo, pasa exactamente lo mismo en mi ciudad natal, Alcalá de Henares. Las calles del centro, en las que yo me crié y viví hasta ya adulto, se han convertido en un continuo de bares, restaurantes y terrazas en las que a la incomodidad del trasiego de tanta gente se suman unos precios que me han hecho emigrar a los bares de los barrios -y Alcalá no es tan grande como para no permitirlo-, donde te puedes tomar una caña, con su correspondiente aperitivo, mucho más barato y más cómodamente que en los bares cazaturistas del centro.


Publicada el 24-5-2020 en El Confidencial