Azúcares y mermeladas





Molécula de sacarosa. El anillo de la izquieda es una molécula
de glucosa, el de la derecha es una molécula de fructosa



Estoy harto de decirlo, pero lo voy a repetir una vez más: la desfachatez de la industria alimentaria a la hora de forzar, cuando no de burlar, la legislación vigente en lo que respecta a los etiquetados es de juzgado de guardia, pese a lo cual las empresas perpetran impunemente una desinformación que debería ser perseguida con todo rigor por el bien de los consumidores... algo que evidentemente no ocurre.

Pero hay casos en los que el abuso se pasa de castaño oscuro. Cayó por casa hace unos días una mermelada que, para empezar, se anunciaba bajo el barbarismo diet acompañado del consabido “0% de azúcares añadidos”. Perfecto, ¿no?

Pues no. Y no era el habitual abuso de la discrepancia entre los términos legales y los científicos, que permite considerar libres de azúcares a los alimentos que llevan como edulcorantes polialcoholes, en la práctica unos cuasiazúcares, sino que para mi sorpresa daban esta relación de ingredientes:


Mermelada de naranja sin azúcar. Ingredientes: Naranja (64%), fructosa, espesante (pectina y fibra cítrica), antioxidante (ácido ascórbico) y acidulante (ácido cítrico).


Por su parte la composición nutricional era, referida a 100 gramos:


Valor energético 697 Kj/164 Kcal
Grasas 0 g
de las cuales saturadas 0 g
Hidratos de carbono 40 g
de los cuales azúcares 39,2 g
Proteínas 0,4 g
Sal 0,06 g

También andaba por casa otro frasco de la misma marca pero de piña, sin más variación que la cantidad de fruta (73%) y ligeras diferencias en el valor energético y la cantidad de hidratos de carbono, junto con el añadido de un nuevo apartado dedicado a la fibra. Y por supuesto, también con fructosa.

En principio la cosa no parecía mal tanto en lo referente a la cantidad de fruta como al escaso número de aditivos, sobre todo teniendo en cuenta que la pectina es una gelatina vegetal, el ácido ascórbico es la denominación química de la vitamina C y el ácido cítrico es un producto presente de forma natural en la fruta, con independencia de que el origen de ambos ácidos fuera probablemente sintético, algo irrelevante desde el punto de vista químico.

Pero lo de la fructosa me chirrió más que una vieja bisagra sin lubricar. Los azúcares, en plural, son un grupo de compuestos químicos con determinadas propiedades comunes, por lo que es necesario hablar en plural; y la fructosa es uno de ellos. Puesto que no es éste el lugar adecuado para hacer una disquisición química, baste con decir que el etiquetado no sólo es engañoso sino falso, puesto que según afirma a la mermelada se le añadió fructosa que es, vuelvo a repetirlo, un azúcar con todas la de la ley. Por consiguiente, la afirmación de que la mermelada no contenía azúcares añadidos estaba completamente fuera de lugar puesto que sí los contenía.

Abrigo la sospecha de que, una vez más, se trata de un retorcimiento deliberado del lenguaje y, probablemente también, de la normativa legal. Por lo que tengo entendido la legislación permite utilizar términos genéricos cuando éstos se aplican en el lenguaje coloquial a un caso concreto, como ocurre con la leche cuando es de vaca, los huevos cuando son de gallina o la harina cuando es de trigo. Por el contrario cuando no es así es obligatorio especificar el origen, como sería el caso de la leche de cabra, los huevos de codorniz o la harina de maíz.

Eso mismo ocurre con el azúcar, en singular, término con el que normalmente se conoce a la sacarosa ya que éste es el azúcar más frecuente. Así pues es normal -y legal- encontrarnos con el azúcar en una lista de ingredientes; un caso totalmente diferente de que se camufle la fructosa como si no fuera un azúcar mas, algo completamente falso. Sin olvidar, por cierto, que tanto la sacarosa como la fructosa tienen exactamente las mismas calorías. Sí se diferencian en el poder edulcorante, mayor en la fructosa (173) que en la sacarosa (100), por lo que es necesaria una menor cantidad de fructosa (aproximadamente un 60%) para conseguir el mismo grado de dulzor que con la sacarosa.

A continuación comparé la cantidad de azúcares de estas mermeladas, presuntamente dietéticas, con la de una mermelada normal (de fresa concretamente) en la que el azúcar añadido era sacarosa, por ver si gracias al mayor dulzor de la fructosa ésta se encontraba en menor proporción conforme a lo que acabo de comenta. No fue así; las sospechosas tenían 39,2 gramos la de naranja y 40,7 la de piña, mientras en la de fresa eran 42,7. Cantidades similares aun teniendo en cuenta que a los azúcares añadidos se suman los naturales presentes en las frutas, que pueden variar de una a otra.

En cuanto a las calorías el resultado fue idéntico: 164 por cada 100 gramos la mermelada de naranja, 166 la de piña y 181 la de fresa que usé como referencia, una diferencia que no llegaba ni siquiera al 10%. Dicho con otras palabras, de dietéticas no tenían nada.

Y si bien los diabéticos toleran mejor la fructosa que la sacarosa o la glucosa, a la fructosa se la tiene en el punto de mira nutricional ya que es sospechosa de fomentar la obesidad en mayor proporción que las otras.

En cualquier caso es sabido que el veneno es cuestión de dosis, por lo que un consumo equilibrado de cualquier alimento no tiene por qué resultar dañino; siempre y cuando sepamos lo que comemos, y no todo el mundo posee los suficientes conocimientos de química para sortear las artimañas de los fabricantes. Por lo demás, que lo cortés no quita lo valiente, la mermelada “sin azúcar” estaba bastante buena.


Publicado el 13-1-2025