Ecopostureo





El algodón crece en las plantas, no en las piedras



Según explican en internet -el DRAE por el momento no lo recoge-, el neologismo ecopostureo, y por una vez no se ha incurrido en la papanatería de recurrir al barbarismo inglés equivalente, se refiere al lavado de imagen ecológico, una treta publicitaria a la que en los últimos tiempos han recurrido multitud de empresas en busca de engatusar a los compradores merced a afirmaciones ambiguas, dudosas o directamente falsas acerca de la presunta bondad ecológica de sus productos, echándole un morro que se lo pisan. Tanto es así que en los casos más descarados las autoridades correspondientes les obligaron a retirar los etiquetados, aunque lo único que se consiguió fue que los cambiaran por otros lo suficientemente ambiguos para pasar el laxo filtro legal al tiempo que seguían engañando tan sólo un poquito menos a los sufridos consumidores.

Son varios los ejemplos que he comentado ya de este desvergonzado procedimiento, por lo general y esto es lo más grave referidos al etiquetado de alimentos, pero en esta ocasión voy a traer aquí otro más inocente pero no por ello menos descarado, lo cual si bien en la práctica no acarrea consecuencias potencialmente negativas, sí que hizo saltar a mi espíritu académico, al fin y al cabo la cabra siempre tira al monte y el químico al laboratorio.

Todo empezó cuando me compré algo tan prosaico como unos calcetines. Al leer la etiqueta, tengo esa manía, me encontré con que los anunciaban como confeccionados con algodón orgánico.

¿Algodón orgánico? En ese momento sentí a los huesos de Lavoisier y multitud de otros ilustres químicos revolverse en sus tumbas. Pero como esto requiere una explicación, como diría el alcalde de Bienvenido Mister Marshall, se la voy a dar.

En química el adjetivo orgánico puede significar dos cosas, relacionadas entre sí pero no idénticas. Inicialmente se consideraba que los compuestos químicos eran de dos tipos, orgánicos e inorgánicos, mutuamente incompatibles. Los primeros serían los procedentes de los seres vivos, animales o vegetales, es decir los que hoy consideraríamos biológicos o bioquímicos. Y los segundos, los de naturaleza mineral. El criterio de que ambos estaban separados y no eran intercambiables se vino abajo cuando en 1828 el químico alemán Friedrich Wöhler logró sintetizar la urea, un compuesto orgánico presente en la orina, a partir de sustancias inorgánicas sencillas.

A partir de entonces el término química orgánica se extendió hasta abarcar a los compuestos de carbono con independencia de su origen, conservándose pese a su inexactitud por razones históricas. De hecho ni siquiera la nueva definición es del todo correcta, puesto que existen algunos compuestos del carbono como sus dos óxidos, el monóxido y el dióxido, los carbonatos e incluso el carbono puro en forma de diamante o grafito, entre otros, que son considerados inorgánicos.

Por esta razón, no pude evitar que me chirriara lo del algodón orgánico, por la simple razón de que todo el algodón procede de la planta homónima y, por consiguiente, no existe ningún tipo posible de algodón inorgánico con independencia de que apliquemos el criterio histórico o el actual, tanto da. Sí existen muchas fibras textiles sintéticas, todas ellas también orgánicas puesto que son compuestos de carbono con independencia del origen -normalmente el petróleo- de las moléculas precursoras que las forman, pero ninguna se vende como algodón porque no lo son.

Pero la etiqueta traía más información. Puesto que estaba escrita en varios idiomas, descubrí que mientras en español y en inglés el algodón aparecía como orgánico, en italiano y en portugués se afirmaba que era biológico .

Esta puntualización especificaba más, pero no cambiaba en absoluto la falsedad. Biológico, a diferencia del más genérico orgánico, significa que procede de la materia viva, en este caso la vegetal puesto que el algodón es una de las muchas variedades existentes de celulosa, el material que sirve de soporte a los vegetales y se presenta en materiales tan variados como la madera, el cáñamo, el corcho, el cáñamo, el bambú, el esparto, el yute, el lino, el papiro, el coco... y por supuesto el algodón, todas ellas procedentes de diferentes plantas. Existe una variedad artificial, o mejor dicho semisintética de la celulosa, la viscosa, obtenida mediante un tratamiento químico de la celulosa, pero aun en su sentido estricto también sigue siendo orgánica.

Así pues, ¿en base a qué se apoyaban los fabricantes de estos calcetines para otorgar al algodón utilizado para confeccionarlos la condición de orgánico? Pues bien, husmeando por internet descubrí que se trataba -copio textualmente- de “un algodón aún más sostenible que el algodón convencional por su forma de cultivo, porque consume menos agua y no incluye ningún aditivo químico, entre otras razones”. Así, sin anestesia.

Yo no sé, tendré que creérmelo, si esta afirmación -me refiero al menor consumo de agua y a la inexistencia de aditivos químicos, no a su organicidad- es cierta, puesto que en los tiempos que corren tanto las materias primas como incluso los productos manufacturados suelen proceder en su mayor parte de países en los que el respeto al medio ambiente no suele ser precisamente su fuerte, mientras tampoco tengo razones objetivas para creer a pies juntillas que las empresas responsables de certificar estas condiciones ecológicas sean fiables al cien por cien; pero admitiremos pulpo como animal de compañía.

Pero que un algodón, pongámonos en la opción más benevolente, sea menos nocivo para el medio ambiente tanto durante su cultivo como durante su procesado hasta que acaba envolviendo nuestros pies, no tiene nada que ver ni con su condición orgánica ni con la biológica, puesto que por la misma razón absolutamente todos los algodones también lo son por más que hayan acabado cargándose el mar de Aral entre otros muchos desmanes.

Así pues, dejen a la química orgánica y a la biología en paz porque nada tienen que ver con esto. Y luego veremos si nos creemos o no -tendremos que dar por bueno lo que dice la etiqueta- la presunta bondad de este algodón y, no menos importante, si no se nos rompen los calcetines tras la primera lavada.


Publicado el 27-1-2025