Más reflexiones sobre los nacionalismos
Nacionalismo y
fútbol, una combinación explosiva
Bandera buena, bandera mala
¿Por qué razón quien exhibe una bandera española es un facha, mientras que quien hace lo propio con una catalana o vasca -por no hablar ya de los neonacionalismos inventados en estos últimos años- es un patriota, por supuesto de su respectiva taifa?
Catalán hasta en la intimidad
Según una noticia publicada en EL PAÍS -que no es precisamente un periódico facha- con fecha de 15 de enero de 2012, la Generalitat catalana ha distribuido un protocolo -aunque ya fue publicado por primera vez en diciembre de 2010- que obliga a todos los médicos a hablar entre ellos en catalán, y a dirigirse también en catalán a los pacientes independientemente de la lengua que utilice su interlocutor e incluso si éste tiene dificultades para entenderla, aunque en este caso se pueden utilizar recursos no verbales y material gráfico de apoyo. Lamentablemente no especifica si estos recursos no verbales se referirán a un traductor al lenguaje de los sordos o si, por el contrario, bastará con un simple mimo, eso sí, bilingüe. Sólo cuando sea imposible la comunicación en catalán, concluye esta perla, el trabajador sanitario ha de hablar en castellano.
Supongo que el siguiente paso será coser una estrella amarilla en la bata de los médicos que se nieguen a aceptar esta imposición; total, todo es ponerse. Al fin y al cabo, Hitler también empezó así.
La entelequia de la cooficialidad
Según la vigente Constitución española, El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. De lo que se deduce que las citadas lenguas españolas diferentes del castellano deberían ser cooficiales en sus respectivos territorios, dado que el castellano es oficial en la totalidad del país. Y cooficial significa, exactamente, que ambas lenguas están en pie de igualdad.
Pese a que, desde mi punto de vista, la redacción del texto constitucional no podía ser más clara, nos encontramos con que en la práctica los nacionalistas, en especial los catalanes, han utilizado todo tipo de argucias, cuando no la imposición pura y dura -véanse las multas a los establecimientos por no estar rotulados en catalán-, para hacer desaparecer, o casi, al castellano en todos los ámbitos sometidos a su control, como la Administración o la enseñanza, y si en la calle sigue habiendo un bilingüismo real en el que ambos idiomas coexisten sin problemas, no es precisamente por voluntad de los políticos nacionalistas, sino porque pese a sus esfuerzos no han podido erradicarlo.
Por si fuera poco, intentan justificar lo injustificable apelando a una peregrina discriminación positiva en favor del más débil de los dos idiomas... amén de que toda discriminación es ya de por sí injusta con independencia de sus adjetivos, en este caso se trata además de una burda excusa para maquillar lo mismo que en su día criticaron del franquismo, la persecución sectaria de un idioma, sea éste el que sea. Al menos, Franco nunca presumió de demócrata.
Evolución política
El feudalismo se sitúa un peldaño por encima del tribalismo.
El nacionalismo se sitúa un peldaño por encima del feudalismo.
El fascismo se sitúa un peldaño por encima del nacionalismo.
Las letras de los himnos nacionalistas
Transcribo, sin poner ni quitar una coma -aunque obviamente las traducciones no son mías- algunos fragmentos de Els segadors y el Eusko Gudariak, himnos respectivos de los nacionalistas catalanes y vascos:
Cataluña triunfante, volverá a ser rica y llena, atrás esta gente tan ufana y tan soberbia. ¡Buen golpe de hoz! ¡Buen golpe de hoz, defensores de la tierra! ¡Buen golpe de hoz! |
Somos los soldados vascos para liberar Euskadi, Tenemos la sangre a punto para darla por ella. Se ha oído un irrintxi en la cumbre de la montaña vamos todos los soldados tras la ikurriña. |
No sé lo que les parecerá a ustedes, pero a mí se me antoja que ni el uno ni el otro son precisamente un canto a la fraternidad, ni una exaltación de los valores humanos... y desde luego, pueden imaginarse quiénes son en ambos casos los malos de la película, a los que degollar con un buen golpe de hoz o de quienes liberar el País Vasco...
Lo siento, yo no juego
Resulta curioso que cuando te pones a criticar a los nacionalismos delante de un nacionalista -periférico, se entiende-, y por mucho que matices que criticas a todos sin excepción, lo normal es que respondan tildándote de nacionalista español, que para ellos es sinónimo de facha. Aparte de que yo podría decir lo mismo -y lo digo- de su presunta fachería, no deja de ser significativo que puedan verte, y aceptarte, como un posible rival -una de las características principales de cualquier nacionalismo es la de considerar al resto de los nacionalismos como enemigos potenciales- pero resulten incapaces de comprender que tú no entres en ese juego. Porque yo, aunque me considero español y estoy razonablemente satisfecho de serlo, de la misma manera que me considero castellano y alcalaíno por un lado, y europeo por el otro sin encontrar ninguna incompatibilidad en ello, me niego con todas mis fuerzas a caer en las garras de cualquier nacionalismo, regionalismo o localismo que pudiera intentar atraparme.
Recurriendo a un símil futbolístico, que yo manifieste mi carencia total de simpatías hacia el Barça no me convierte automáticamente, creo yo, en un seguidor acérrimo del Real Madrid, o viceversa... ni tampoco en simpatizante del Atlético de Madrid, el Osasuna o el Rayo Vallecano. Simplemente, lo que ocurre es algo tan sencillo como que no me gusta el fútbol. Y si algún día los nacionalistas de cualquier pelaje llegaran a ser capaces de entender que el mundo existe más allá de sus respectivas y limitadas parcelas, y que hay gente que ha superado felizmente la mentalidad tribal, puede que las cosas comenzaran a ir un poco mejor. Aunque, sinceramente, la verdad es que dudo mucho que esto ocurra.
Lobos con piel de cordero
En la práctica los nacionalismos, sin ningún tipo de excepción, tan sólo son fascismos edulcorados.
Nacionalismo y fútbol
Dentro de los habituales trapicheos que todos los equipos de fútbol grandes suelen hacer todos los años con sus equipamientos deportivos para sacarles los cuartos a sus aficionados más furibundos, el Barcelona, en connivencia con el mesías nacionalista de turno ha dado un paso más eligiendo un segundo uniforme inspirado descaradamente en la bandera catalana. Yo personalmente no le doy mayor importancia a esta boutade, al tiempo que no me apetece en absoluto caer en la trampa de tan burda provocación, pero ¿se imaginan ustedes la cencerrada que habrían organizado estos mismos nacionalistas de haber sido el Real Madrid, pongo por ejemplo, quien hubiera adoptado una iniciativa similar pero con la bandera española? Aunque, paradójicamente, en la práctica no habrían resultado tan diferentes, lo que bien mirado no deja de tener su gracia.
Por cierto, el Barcelona estrenó su flamante bandera-uniforme, al menos en lo que a competiciones oficiales españolas se refiere, en el partido de ida de la Supercopa de España -lo que, para un equipo secesionista, no deja de tener su guasa- que disputó en Madrid contra el Atlético de Madrid. Teniendo en cuenta que su tradicional indumentaria azulgrana se diferencia mucho más de la rojiblanca atlética que el invento rojigualda de marras, la verdad es que la cosa, amén de innecesaria, no dejaría de ser patéticamente ridícula -en el fondo todos los nacionalismos lo son- de no mediar la mala baba que les rezuma por las costuras. Y luego criticaban a Franco.
Nacionalismo y sentido común
Se mire como se mire, no hace falta ser facha para estar en contra de cualquier nacionalismo, sin excepción de ninguna clase. De hecho, basta con un mínimo de sentido común para llegar a esa inevitable conclusión.
Nacionalismos e izquierda
Si la democracia española presenta una peculiaridad única en comparación con las de nuestro entorno, ésta no es otra que el apoyo incondicional de los partidos de izquierda del que se han venido beneficiando, de forma sistemática, los diferentes nacionalismos regionales, con el añadido estrambote de la existencia de formaciones políticas que, en una increíble amalgama de conceptos antagónicos, se intitulan nacionalistas de izquierda.
A mí, qué quieren ustedes que les diga, esto no me cuadra. Y no ya porque el famoso Proletarios del mundo uníos, o el himno La Internacional se dan de bofetadas con los egoísmos miopes y excluyentes de cualquier tipo de nacionalismos, tanto los estatales como también los regionales, sino además porque, insisto en ello, yo no me imagino al Partido Socialista francés apoyando a los nacionalistas corsos, o al Partido Laborista británico haciendo lo propio con los nacionalistas escoceses.
Así pues, ¿cuáles son las razones de tamaño desafuero, que tanto daño ha hecho durante las últimas décadas en nuestro país? Desde mi punto de vista, dos. La primera, el hecho de que el franquismo, como buen partido nacionalista y derechista -como si pudiera ser de otra manera-, persiguiera por igual a los partidos de izquierda y a los nacionalistas periféricos, lo que merced a una mala digestión de la conocida frase los enemigos de mis enemigos son mis amigos, condujo a esta alianza contranatura que, pese a los continuos desafueros de los nacionalistas desde su llegada al poder en sus respectivos territorios, nunca se ha llegado a quebrar.
Por otro lado, se supone que cualquier persona no ya de izquierdas, sino con un mínimo de sensibilidad democrática -colectivos ambos que no necesariamente coinciden-, convendrá en la necesidad de respetar la idiosincrasia propia de todos y cada uno de los pueblos que constituyen nuestro país. Esto es algo que no requiere discusión, pero el problema surge cuando estas peculiaridades culturales, lingüísticas o sociales, que aun siendo muy respetables, y por ello dignas de ser respetadas, deberían estar siempre subordinadas a los derechos ciudadanos, se convierten en pauta a seguir de obligado cumplimiento. Como afirma con toda razón Fernando Savater, en una democracia son los ciudadanos los únicos que tienen derechos, no los territorios, los colectivos sociales, las religiones o los idiomas.
Por desgracia esto es algo que los políticos de izquierda españoles siguen siendo incapaces de comprender, de modo que a estas alturas todavía continúan confundiendo la velocidad con el tocino, es decir, el respeto a la pluralidad cultural española con el apoyo a nacionalismos políticos cuya manera de entender el gobierno de un territorio en poco se diferencia, en la práctica, del que constituía la esencia del felizmente extinto franquismo.
Ni contigo ni sin ti...
A estas alturas ya estoy razonablemente harto, entre otras muchas cosas, del victimismo irredento de los partidos nacionalistas. Si tan mal les va con nosotros, ¿por qué no se marchan de una puñetera vez en vez de seguir dándonos tanto la lata? Aún más, yo aceptaría su envite y lo subiría a órdago expulsándolos sin contemplaciones de España. A lo mejor nos llevábamos una sorpresa.
Ni en internet te dejan en paz
Me acabo de enterar de que los administradores del dominio de internet .cat, uno de tantos caprichos de los nacionalistas catalanes que, al parecer, no tienen problemas más importantes de los que preocuparse, ejercen censura sobre las páginas acogidas al mismo, de modo que si no están escritas en catalán -y en especial si lo están en castellano- son dadas de baja del mismo. Como sigan así, puede que dentro de poco acaben reimplantando la Inquisición en Cataluña, por supuesto en versión vernácula dado que su equivalente española, como es bien sabido, siempre fue oscurantista y asesina.
Una pequeña diferencia
Del nacionalismo al fascismo tan sólo hay un pequeño paso. Y a veces, ni tan siquiera eso.
Las pitadas al himno nacional
De un tiempo a esta parte se ha impuesto la moda de que, cuando un equipo nacionalista -en la práctica el Barcelona, el Athletic de Bilbao o la Real Sociedad- llega a la final de un campeonato como la Copa del Rey, o bien si la selección española juega en uno de esos campos, los sectores más cerriles de sus aficiones se dediquen a abuchear el himno nacional español en lo que los políticos nacionalistas definen cínicamente como el derecho a la libertad de expresión y que, en cualquier caso, lo único que demuestra es una zafiedad y una falta de educación y de respeto hacia los demás dignas de ser tratadas por un psicólogo, cuanto menos.
Con independencia de que en otros países no se anden con chiquitas -en Francia, no hace mucho, se canceló sin contemplaciones un partido amistoso entre la selección gala y la argelina porque parte del público, presumiblemente inmigrantes magrebíes, abucheó a la Marsellesa-, me gustaría preguntar a estos mismos políticos nacionalistas -con los energúmenos que tan sólo saben rebuznar resultaría inútil intentarlo siquiera- si también considerarían un democrático derecho a la libertad de expresión que se hiciera lo propio con Els segadors o con el Eusko gudariak, según el caso, o bien que alguien quemara delante de sus narices la senyera o la ikurriña; algo que, dicho sea de paso, me parecería exactamente igual de majadero.
¿Imaginan la respuesta? En el caso de que la hubiera, claro.
Se les ve el plumero
Y de qué manera... pero aparentemente les da igual, mientras que aquellos que deberían poner en evidencia sus desafueros es habitual que miren para otro lado. No hace falta escarbar mucho para encontrarnos con que la ley del embudo suele ser una práctica habitual de los políticos nacionalistas de cualquier pelaje, pero es que en algunas ocasiones estas arbitrariedades, tan opuestas al verdadero espíritu democrático, son tan clamorosas que uno no sabe si es que le están tomando por idiota o si, por el contrario, estos tipos se creen realmente el mensaje mesiánico que predican.
Éste es el caso de la reciente prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Independientemente de la discusión sobre si este espectáculo debería estar permitido o no a nivel nacional, algo que desborda los límites de este comentario, lo sorprendente es que, pese a los argumentos esgrimidos por sus promotores de que se trataba de un caso intolerable de tortura animal, se da la casualidad de que estos mismos señores blindaron legalmente a los correbous de Tarragona, unos festejos populares -por llamarlos de alguna forma- en los que se mire como se mire, y tanto aquí como en cualquier otra parte de España, se maltrata a los toros infinitamente más que en una corrida.
¿Casualidad? En absoluto, más bien se les ha visto el plumero y hasta el resto del disfraz... porque da la casualidad de que los correbous eran parte -no lo digo yo, lo dijeron ellos- del acervo popular catalán, y por lo tanto dignos de ser preservados, mientras las corridas de toros -esto no llegaron a decirlo explícitamente, claro está, pero cantaba por soleares- correspondían a una tradición ajena que, por lo tanto, era preciso extirpar tal como se arranca una mala hierba. Me pregunto, eso sí, la cara que se les quedaría a los verdaderos opositores al maltrato animal, manipulados descaradamente por los políticos nacionalistas para sus propios fines. A mí, desde luego, se me hubiera caído la cara de vergüenza.
Según como se mire
Aun siendo muy diferentes, Cataluña y Portugal presentan los suficientes paralelismos, dentro de la historia general de la Península Ibérica, como para permitirnos establecer ciertas comparaciones o, más en concreto, para poder especular sobre posibles historias alternativas.
Así, partiendo de la base de que pienso que hubiera resultado positivo, tanto para Portugal como para España, que este primer país no se hubiera separado de ésta en 1640, especulo con la posibilidad de que en la actualidad nuestro vecino país pudiera ser como Cataluña, es decir, parte integrante de ese proyecto global que denominamos España.
Es decir, justo lo contrario de los deseos de los nacionalistas catalanes, a los que nada les gustaría más que ver a Cataluña convertida en un nuevo Portugal. De las posibles y previsibles consecuencias negativas de su delirio, por supuesto no dicen nada.
Las selecciones deportivas
Una de las muchas obsesiones de los nacionalistas es la de contar con selecciones deportivas propias capaces de poder participar en competiciones oficiales, se entiende, ya que de forma no oficial pueden hacerlo cuantas veces se les antoje. El problema, al menos en lo que al fútbol respecta -ignoro como será en otros deportes-, es que los organismos internacionales que las regulan, tanto la UEFA y la FIFA, consideran que las selecciones representan no a países, sino a ligas. Es por esta razón por la que hay cuatro selecciones británicas, no por razones nacionalistas sino porque el fútbol británico está organizado en cuatro ligas distintas, la inglesa, la escocesa, la galesa y la irlandesa del norte. Así pues, como le dije en una ocasión a un catalán, no existiría ningún problema para que contaran con selección de fútbol propia, siempre y cuando todos los equipos catalanes se segregaran de la liga española para jugar ellos solos una liga independiente... sería divertido ver jugar al Barcelona y al Español, en vez de con el Real Madrid, el Atlético de Madrid, el Valencia, la Real Sociedad o el Athletic de Bilbao, con el Tarrasa, el Lérida, el Gerona o el Olot. De momento los intereses económicos del Barça y del Español han triunfado sobre la obsesión nacionalista, pero puede que todo sea cuestión de dejarle suficiente tiempo.
Curiosamente los dos únicos equipos importantes de Escocia, el Celtic y el Rangers, ambos de Glasgow, están que rabian por jugar en la liga inglesa, mucho más competitiva que la escocesa, algo que hasta ahora nunca les han permitido. Este problema no lo tuvieron los equipos de la antigua Alemania Oriental, que se incorporaron a la liga de la Bundesliga al producirse la reunificación alemana, lo que supuso la desaparición de la antigua selección de la República Popular Alemana. Ya en otro orden de cosas, leí hace unos días que en Portugal no se veía con malos ojos que los tres o cuatro principales equipos del país se incorporaran a la liga española, de mayor categoría que la portuguesa. Como se ve, los nacionalistas siguen empeñados en que las agujas del reloj marchen para atrás en vez de para adelante.
Tarea pendiente
En el siglo XVII Europa acabó con los últimos residuos del feudalismo medieval, sentando los cimientos de los estados modernos. Y prosperó.
En el siglo XVIII Europa acabó con el oscurantismo. Y prosperó.
En el siglo XIX Europa acabó con el absolutismo real. Y prosperó.
En el siglo XX Europa acabó con los fascismos. Y prosperó.
Si en el siglo XXI Europa logra acabar con los nacionalismos que minan su unidad, prosperará.
La Teoría de la Evolución aplicada a la política
Tribalismo → Nacionalismo → Fascismo→ ...
Los topónimos vernáculos
Por desgracia, uno de los goles que nos han colado los nacionalistas, al menos a nivel oficial y también en buena parte dentro del ámbito periodístico, es el tema de los topónimos escritos en lengua vernácula. Vaya por delante que veo normal que en Cataluña, el País Vasco, Galicia o cualquier otro sitio bilingüe utilicen los topónimos correspondientes en su idioma, pero por la misma razón que en castellano no se dice London, New York, Aachen o Newfoundland -para los curiosos Londres, Nueva York, Aquisgrán y Terranova-, ya no lo veo tanto que a la salida de Madrid nos encontremos con carteles que indican la distancia a la que se encuentran Lleida o A Coruña, o que los meteorólogos de los telediarios nos digan que va a llover en Girona o que va a hacer frío en Ourense.
Yo, huelga decirlo, siempre me he negado a caer en la trampa, lo que en su momento me valió la recriminación de un catalán. Mi respuesta fue justo lo anteriormente expuesto, añadiendo además que bastaba con leer textos escritos en catalán para encontrar que en ellos se hablaba de Saragossa -Zaragoza- y Osca -Huesca-, lo cual me parecía correcto ya que los nombres de estas ciudades eran así en catalán; en definitiva, me limitaba a aplicar exacxtamente los mismos criterios que ellos. Cosa curiosa todavía estoy esperando su respuesta, sea para darme la razón, sea para rebatírmela.
Y más de fútbol
Otra buena muestra de como las obsesiones nacionalistas pueden llegar a subvertir cualquier tipo de iniciativa, por loable que ésta pudiera haber sido originalmente, es la evolución de la política tradicional de los dos principales equipos vascos -el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad de San Sebastián- de nutrir a sus respectivas plantillas exclusivamente con jugadores originarios de su región.
La razón original de esta práctica no era otra que la renuncia a realizar fichajes de jugadores procedentes de otros equipos españoles -hasta 1973 estuvo prohibida la participación de jugadores extranjeros- dado que se servían exclusivamente de sus respectivas canteras. Así pues, si no fichaban a jugadores españoles -y posteriormente de otros países- era porque consideraban que no los necesitaban, al disponer de suficientes medios propios. Evidentemente, tampoco fichaban a otros jugadores vascos que se hubieran formado fuera de sus propias estructuras deportivas.
Sin embargo, la cosa cambió a raíz del asentamiento del nacionalismo vasco con el consiguiente adoctrinamiento de los habitantes de esta región, convirtiéndose el primitivo espíritu de fomentar la cantera propia -la de su equipo, no la vasca- en algo sospechosamente parecido a un racismo futbolístico mejor o peor camuflado, de forma que estos dos equipos comenzaron a fichar sin reparos a cualquier futbolista proviniera del equipo que proviniera fuera éste de la región o no, con la única condición de que su ADN demostrara ser suficientemente vasco... lo cual no era precisamente lo mismo. Véase, si no, esta declaración de principios correspondiente al Athletic de Bilbao:
Nuestra filosofía deportiva se rige por el principio que determina que pueden jugar en sus filas los jugadores que se han hecho en la propia cantera y los formados en clubes de Euskal Herria, que engloba a las siguientes demarcaciones territoriales: Bizkaia, Gipuzkoa, Araba, Nafarroa, Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Behera, así como, por supuesto, los jugadores y jugadoras que hayan nacido en alguna de ellas.
Más escandaloso aún es el caso de la Real Sociedad que, además de actuar de forma similar a la de su rival regional en lo referente a los fichajes de futbolistas vascos pertenecientes a otros equipos, a finales de la década de los ochenta decidió levantar la veda a los jugadores extranjeros... pero no a los españoles de fuera del País Vasco o Navarra, que ya se sabe que la consideran como suya. Un repaso a su plantilla actual muestra la presencia, además de un variopinto número de extranjeros, de un jugador catalán (¿será que no lo consideran español?) y dos riojanos, aunque estos últimos parece ser que se trata de futbolistas formados en la cantera del equipo.
Sin comentarios.
Publicado el 18-12-2011
Actualizado el
10-11-2014