Una cerveza “especial”





Fotografía tomada de la Wikipedia


Me gusta la cerveza, y aunque no tengo marca fija -me muevo por un abanico según las circunstancias- sí tengo mis preferencias dentro de las marcas habituales e incluso, en ocasiones, de las marcas blancas.

Una de éstas últimas la llevaba comprando desde hacía tiempo en una cadena de supermercados cuyo nombre, obviamente, no voy a decir. Estaba fabricada en Francia, creo recordar, era de la variedad tostada y, además de gustarme, tenía un precio muy asequible. Lamentablemente, he de hablar en pasado.

Fui el otro día a comprarlas y me encontré con que, aunque conservaba los tonos cromáticos de la lata, su diseño era diferente... y también el precio, que había experimentado una más que notable subida. Pese a mis reticencias iniciales, y dado que la etiqueta de la estantería la identificaba como la que yo venía comprando, consulté la letra pequeña para confirmar que era la marca propia de la cadena y, sobre todo, para asegurarme de que no estuviera fabricada por cierta empresa especializada en inundar con sus productos las marcas blancas de muchos supermercados que, por si fuera poco, no me gustan nada. Pero como todo parecía estar correcto salvo el cambio de diseño y, por supuesto, el precio, compré algunas para probarlas.

Craso error. Para empezar la nueva cerveza no era tostada, sino rubia; sí, en la lata se indicaba que pertenecía a la variedad lager, más ligera de cuerpo que la tostada, pero esto me había pasado desapercibido ante el gran guarismo que indicaba su graduación alcohólica, idéntica a la de su antecesora. Un dato secundario, pero significativo, era que había cambiado aparentemente de fabricante, ahora uno holandés.

En cualquier caso, lo que importaba era probarla... y que me gustara. En realidad no estaba mal, pero ni de lejos sabía como la antigua. No puedo decir que fuera peor, pero sí diferente. Lo cual, unido al precio, me decidió a prescindir de ella buscando otras alternativas, aunque por desgracia no existen demasiadas. Y, por si fuera poco, era la segunda vez que me ocurría aunque con diferente cadena de supermercados. En fin, habrá que apañarse.

Ahora viene el estrambote. Curioseando la letra pequeña con una mayor minuciosidad, me encontré con que sus ingredientes eran los siguientes:


Agua, malta de cebada, jarabe de glucosa y extracto de lúpulo.


Lo cual me empezó a chirriar. La composición normal de la cerveza es agua, malta y lúpulo, siendo este último el que le proporciona su característico sabor amargo mientras la malta es la que fermenta, de forma análoga al vino, produciendo el alcohol. Algunos fabricantes complementan la malta de cebada con otros cereales como el maíz o el arroz, pero las diferencias no son apreciables.

Lo que no cuadra en absoluto es el jarabe de glucosa. Por analogía, supongo que será algo similar a cuando la uva, al no madurar lo suficiente, produce un mosto insuficientemente dulce, por lo que se le añade azúcar para conseguir una graduación alcohólica mayor tras la fermentación. Este proceso está, o al menos estaba prohibido hace años, en España, aunque suele resultar innecesario ya que en nuestro país sobra sol y por lo tanto las uvas maduran sin problemas; sin embargo, sí se recurre a él en otros países de clima más frío como los centroeuropeos. Pero el grado alcohólico medio de la cerveza es inferior al del vino y que yo sepa no se suele forzar añadiéndole azúcar, razón por la que no entiendo esta práctica que, dicho sea de paso, es la primera vez que descubro en la cerveza que compro.

No menos sorprendente resulta el “extracto de lúpulo”, cuando lo normal es que a la cerveza le añadan el lúpulo entero. Así pues, nos encontramos con que de cuatro ingredientes, y uno de ellos es el agua, uno es discutible -no es lo mismo un extracto que la planta en sí- y el otro directamente no pinta nada.

En resumen: cambiaré de marca.


Publicado el 3-4-2023