La importancia de las preposiciones





Estos sobaos sí son con mantequilla de verdad
Fotografía tomada de la Wikipedia


Como ya he comentado en multitud de ocasiones, la industria de la alimentación -también las otras, pero aquí es todavía más grave al tratarse de lo que comemos- ha desarrollado una extraordinaria habilidad para navegar por los flecos de las leyes reguladoras no engañando desde el punto de vista legal, pero sí jugando a despistar a la gente a base de mensajes equívocos, por supuesto en beneficio propio.

Cierto es que mentir no mienten en el sentido estricto de la palabra, ni tampoco ocultan la información que están obligados a dar por ley, pero la maestría con la que diseñan los envoltorios de sus productos está calculada al milímetro resaltando lo que les interesa y relegando a la letra pequeña lo que no, siempre jugando con la suposición, lamentablemente cierta, de que la mayoría de los potenciales clientes no se molestan en escudriñar el etiquetado... que es donde se encuentra la madre del cordero.

Véase, si no, el caso con el que me encontré, uno más entre tantos y ni siquiera el más escandaloso, aunque sí representativo de las marrullerías que estoy denunciando, advirtiendo que está elegido al azar y que si nos ponemos a buscar en las estanterías de los supermercados encontraremos infinidad de de ellos similares o peores al que nos ocupa.

Se trataba de unos sobaos “artesanos” -coletilla que suelen poner a lo que en realidad es bollería industrial- anunciados en letras bien visibles como “con mantequilla” y “sin aceite de palma”.

Y sí, la verdad es que mantequilla tenían... exactamente un 2% según la composición porcentual de ingredientes, en esta ocasión en letras mucho más pequeñas, por detrás del lípido principal, aceite de girasol del que no se indicaba la proporción. Sin embargo, en la contigua lista de nutrientes aparecía que la cantidad total de grasas era del 25,5%, por lo que sin tener en cuenta una posible pequeña aportación de los otros ingredientes, cabe deducir que de ese 25,5% un 23,5% correspondería al aceite de girasol y el 2% restante a la mantequilla. Es un cálculo aproximado, pero lo que queda claro es que de todo el aporte lipídico a los sobaos la mantequilla constituiría alrededor de un 8% y el aceite de girasol, que no es malo pero no es mantequilla, el 92% restante. Por lo cual, me parece como poco cínico resaltar un ingrediente noble, pero minoritario, cuando su proporción era, supongo, la mínima permitida por la ley para resaltarlo y de paso, supongo, para darles un ligero -muy ligero me temo- sabor a mantequilla.

Y ni siquiera era lo que yo entiendo por mantequilla (“producto obtenido de la leche o de la crema por agitación o por batimiento, ya usando máquinas a propósito, ya mazando la leche en odres” según la definición del DRAE), ya que detrás del nombre y del 2% se indicaba entre paréntesis que se trataba de “nata pasteurizada y fermentos lácteos”, sin que acabe de entender que pintaban ahí los fermentos lácteos ya que no se trataba ni de yogur ni de cualquier otro producto fermentado similar.

Aquí es donde interviene la importancia de la preposición. “Con” significa, entre otras acepciones, que lo lleva o lo contiene, mientra “de” indica, también entre otras acepciones, de lo que está hecho algo. Pero “con”, a diferencia de su antónimo “sin” y de la propia “de” no es exclusivo ya que además de este ingrediente permite camuflar otro de menor categoría, un matiz sintáctico aprovechado con descaro por los fabricantes que así sin mentir confunden.

Por consiguiente, y refiriéndonos a las grasas presentes en un producto industrial, los sobaos en este caso, “con mantequilla” indica en realidad que incluye mantequilla en su composición aunque sea, añado por mi cuenta, en una cantidad mínima, mientras “de mantequilla” sólo sería aplicable si ésta fuera la única grasa o aceite presentes en el producto.

Sutil, aunque no hace falta ser muy perspicaz para sospechar que este pequeño cambio de preposición dista mucho de ser casual, sobre todo cuando los sobaos pasiegos de verdad la única grasa que llevan es mantequilla también de verdad. Conste que no me parece mal que se vendan estos sobaos industriales que no tienen por qué estar malos y son evidentemente más baratos, pero lo que encuentro criticable es la maniobra de camuflaje.

Moraleja: conviene leer siempre la letra pequeña, e incluso la muy pequeña, de las etiquetas antes de comprar nada, aunque eso nos obligue a llevarnos las gafas.


Addenda

Aproximadamente un mes después compré otros sobaos, en esta ocasión sobaos pasiegos de Cantabria “con mantequilla”. En principio el etiquetado era idéntico al del caso anterior, pero no así el listado de la composición ya que, a diferencia de éste, el único ingrediente graso era la mantequilla, con un 26% en peso del total. Bueno, en realidad tras el sustantivo mantequilla venía a continuación, entre paréntesis, “nata pasteurizada, fermentos lácticos, colorante: caroteno”, por lo que a mi modesto entender mantequilla, lo que se dice mantequilla, tampoco era... aunque en este detalle tampoco se diferenciaba de los otros sobaos salvo en la adición de caroteno, un colorante natural responsable del color naranja de las zanahorias, por lo que malo no es salvo en lo que respecta a la pequeña trampa de añadirlo a la mantequilla para darle un color más amarillo. Pero bueno, esto no deja de ser un detalle menor.

El caso, y esto es lo importante, es que la totalidad de la materia grasa añadida era mantequilla, un 26% frente al 2% de camuflaje de los otros, cantidad que viene a coincidir con el 25,5% de la proporción de grasa en los primeros sobaos aunque en éstos, repito las cantidades, tan sólo un 2% de la misma procedía de la mantequilla y el 23.5% restante del aceite de girasol.

Y los dos eran, teóricamente, “sobaos con mantequilla”. Más claro, agua.


Publicado el 26-6-2024
Actualizado el 30-7-2024