Al rico ¿yogur?





No, no es éste el yogur que comento, pero no quería citar marcas
Fotografía tomada de la Wikipedia


Recuerdo un monólogo del genial Gila en el que mostraba la extrañeza que sintió al enterarse de que los zumos envasados estaban elaborados a partir de concentrados que se rehidrataban antes de envasarlos, argumentando algo tan obvio -aunque no para los fabricantes- como que no tenía sentido quitarle primero el agua para volvérsela luego a añadir.

Evidentemente el humorista recurría a la sátira para criticar una de las muchas y discutibles manipulaciones a las que tan aficionada es la industria alimentaria, la cual, que no da puntada sin hilo, está claro que saca beneficio de este quita y pon de agua, supongo que por el ahorro en el transporte de los zumos desde el lugar de elaboración al de envasado, ya que los concentrados ocupan menos volumen y, por ende, requieren menos cisternas. Que el proceso sea una manipulación cuestionable porque puede suponer una merma en la calidad del producto final, no creo que sea lo que más les preocupe.

Pero en esta ocasión no pretendo hablar de zumos sino de yogures, que la industria láctea tampoco se queda a la zaga a la hora de dar gato por liebre exprimiendo al máximo los límites de la muchas veces laxa legislación vigente. Recuerdo que cuando la única oferta que había era de marcas nacionales, descubrí que todos ellos estaban elaborados de forma sistemática con leche semidesnatada, sin que tal circunstancia apareciera en la etiqueta. Tuvieron que llegar yogures elaborados en otros países para poder disfrutarlos con la totalidad de su nata, lo que no impide que las marcas nacionales sigan manteniéndose en sus trece sin que por ello sus yogures sean más baratos.

Así pues, hace tiempo decidí renegar de los yogures patrios -me estoy refiriendo a las marcas más comunes- mientras no renunciaran a esta práctica o al menos dejaran elegir entre ambas alternativas o los yogures desnatados, que estos sí los anuncian como tales apoyándose en su presunta salubridad, sobre lo cual también habría bastante que hablar.

Pero ni siquiera dejando de comprar yogures españoles se puede relajar la guardia. El otro día compré un yogur procedente de un país europeo que se anunciaba como cremoso... y realmente lo era. Mi sorpresa vino cuando al leer la composición me encontré con lo siguiente:


Yogur (leche desnatada, nata, cultivos microbianos [Lactobacillus bulgaricus, Streptococcus thermophilus]), azúcar, agua, almidón modificado, concentrado de zanahoria, aroma natural, aroma natural de vainilla, vaina molida de vainilla.


He de reconocer que estaba bueno, pero para empezar me sobraban ingredientes. Paso por alto la vainilla puesto que éste era el sabor del yogur, pero me quedé con ganas de saber a qué aroma natural, aparte del de vainilla, se refería la etiqueta. En cuanto al almidón modificado y el concentrado de zanahoria, no encuentro ninguna justificación a su presencia, aunque el primero se suele usar como espesante -con lo cual la cremosidad del yogur, al menos en parte, resulta ser ful-, mientras el concentrado de zanahoria es utilizado como colorante.

Ninguno de estos dos aditivos es malo, pero dan gato por liebre ya que la cremosidad natural de la leche y sus derivados se debe exclusivamente a la nata, mientras que un yogur con sabor a vainilla -y por lo menos en este caso era vainilla natural- no tiene ninguna necesidad de imitar también el color amarillo de esta popular especia.

En cuanto al agua, ¿qué quieren que les diga? Me recuerda a cuando, en mi ya lejana infancia, los antiguos lecheros acostumbraban a aguar la leche para así vender más litros... a precio de leche, evidentemente, no de agua.

Lo que ya riza el rizo es que el yogur estuviera elaborado con leche desnatada a la que se le había añadido nata... emulando a Gila, ¿no habría sido más sencillo dejarle a la leche su propia nata natural, tal como sale de la vaca, en lugar de quitársela primero para añadísela después? Lo paradójico del caso es que en el análisis nutricional aparecía un 4% de materia grasa, una cantidad superior a la presente en la leche entera, que suele rondar el 3,5%; pero para este viaje no habían hecho falta alforjas, o al menos así lo creo yo.

Pero no lo duden, algún beneficio extra sacaría el fabricante con estos tejemanejes.


Publicado el 17-2-2021