Al pan, pan, y al vino... ¿agua?
Éste era el
animalito. Fotografía tomada de
www.elespanol.com
Estoy harto de decirlo, pero voy a insistir una vez más: la plaga de la corrección política que nos asola nos está convirtiendo cada vez en más idiotas, sobre todo a la hora de recurrir a eufemismos o circunloquios cuando nos vemos en la necesidad de expresar un término que pudiera herir la tierna sensibilidad de alguien que pasara por allí... y a veces, ni tan siquiera eso.
Los resultados, como cabe suponer, acaban siendo ridículos, cuando no directamente aberrantes o ambas cosas a la vez. Porque si bien siempre se han usado eufemismos cursis como pompis por culo, baño por retrete, dar a luz por parir, óbito por muerte y tantos otros más, nunca hasta ahora se había llegado a unos extremos tan obtusos.
Los eufemismos no sólo afectan a hechos o cosas concretos, sino también a circunstancias que, a causa de la moda buenrollista, podrían estar mal vistas. Todavía recuerdo cuando no sabía si partirme de risa o montar en cólera ante la estulticia humana tras leer que el ayuntamiento de una ciudad española iba a desarrollar una campaña de captura de palomas, convertidas en una plaga, a las cuales se les aplicaría la eutanasia, así sin anestesia... para los lectores, me refiero, no para las palomas. Yo, ingenuo de mí, pensaba que la eutanasia era un término aplicable únicamente a las personas mientras a los animales simplemente se los mataba, preferiblemente de una manera incruenta pero sin necesidad de florituras dialécticas de ningún tipo; pero no, al parecer también ha trascendido al ámbito veterinario pese a que el DRAE, al menos por ahora, parece tenerlo bastante claro:
Eutanasia: 1. Intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura. 2. Medicina. Muerte sin sufrimiento físico.
Lo que no impide que una búsqueda rápida en internet nos dé multitud de páginas que hablan de la eutanasia animal. Esperemos, eso sí, que no se acabe tildando de asesinos a quienes osen matar a cualquier animal de una manera más bien tirando a cruenta o violenta, como por ejemplo los toreros o los cazadores.
Y eso cuando no se oculta descaradamente el óbito de los infortunados bichos camuflándolo con circunloquios o simplemente mareando la perdiz haciéndose los tontos; y si no, véase este ejemplo.
El diario digital El Español, en su sección territorial dedicada a Castilla y León, publicaba el 29 de abril de 2022 la siguiente noticia: La espectacular hazaña de un pescador vallisoletano en aguas del Ebro, donde se explicaba que éste había capturado un siluro de 2,67 metros de longitud y unos 120 kilos de peso. Y desde luego la fotografía del animalito, que reproduzco aquí, no dejaba lugar a dudas sobre el tamaño descomunal de este pez.
Sin entrar en debate sobre si la pesca es un deporte honorable o una tortura animal -a mí más bien me deja indiferente-, lo que me llamó la atención fue cuando el periodista preguntó al pescador qué se hacía con los ejemplares que se capturaban, a lo cual éste se salió por peteneras limitándose a responder que había que cumplir con la actual normativa de pesca de Aragón, como si esto no se dé por sobreentendido allí y en cualquier otro rincón de España, salvo que se practique el furtivismo.
Pero no soltó prenda, por lo que el periódico añadió una nota reproduciendo la normativa aragonesa a la que éste había hecho alusión, la cual afirmaba lo siguiente:
En los cotos sociales de pesca sólo podrá pescarse en régimen de captura y suelta y se deben devolver al río todas las piezas capturadas, excepto las especies alóctonas o exóticas, en cuyo caso les será de aplicación lo establecido en el capítulo IV de esta Orden. Además de lo anterior, en los cotos sociales declarados en aguas ciprinícolas será obligatorio el sacrificio y eliminación del medio natural por los métodos autorizados en esta Orden de las siguientes especies exóticas: escardino, rutilo, alburno y siluro.
Para empezar, muy en la línea del legalés y su pariente cercano el burocratés, sin duda dos de los idiomas más indescifrables del planeta, nos quedamos con las ganas de saber qué es lo que establece el capítulo IV de esta orden, ya que el periódico no la incluye. Si seguimos leyendo y asumimos que las aguas del Ebro en su tramo aragonés sean ciprinícolas, es decir, que en ellas habitan los ciprínidos -carpas para los amigos- junto con otros peces como los lucios, las percas o las anguilas, llegaremos finalmente a la trabajosa deducción de que los siluros han de ser obligatoriamente sacrificados y eliminados del medio natural por los métodos autorizados en esta orden, los cuales nos quedamos también sin saber cuales puedan ser aunque de esto no tiene la culpa, supongo, el legislador sino el redactor, que no se molestó en incluirlo o cuanto menos en explicarlo.
Prescindiendo de los detalles lo que parece claro es que le dieron matarile al siluro, tal como por otro lado se puede apreciar en la fotografía. Así pues, ¿por qué este afán en callarlo? Máxime cuando se trata de una especie invasora endémica en grandes ríos europeos como el Danubio pero no en nuestro por comparación modesto Ebro, hasta que en la década de 1970 a unos descerebrados pescadores deportivos alemanes se les ocurrió la genial idea de introducirlo ilegalmente en el río para disfrute suyo y de otros aficionados a la pesca... y la liaron parda, puesto que el bicho no sólo se aclimató, sino que también se convirtió en un voraz depredador de la fauna autóctona.
Asimismo nos quedamos con las ganas de saber como fue eliminada del medio natural, cabe suponer que por los métodos autorizados, la criaturita; porque si bien 120 kilos de pez dan para muchas calderetas, los expertos desaconsejan su consumo dado que acostumbra a hociquear en el cieno del lecho de los ríos donde vive, lo que no sólo le proporciona un sabor poco agradable si no se guisa bien, sino que además puede resultar peligroso debido a la acumulación de las sustancias tóxicas que contaminan el Ebro, en especial el mercurio... lo que no impide que sea muy apreciado en algunos países como Rumania; pero desconozco como andará de contaminación el Danubio.
Por cierto, el controvertido panga es un pariente de los siluros procedente del río Mekong, y si bien son discutidas las acusaciones de que al igual que su primo mayor acumula en su carne grandes cantidades de productos tóxicos, lo que queda bastante claro es que su calidad nutricional es más bien tirando a mediocre, a lo que se suma un sabor insípido... lo que no impidió que durante algún tiempo, a causa de su baratura, inundara no sin polémica los comedores laborales y escolares. Pero ésta es otra historia.
Publicado el 30-4-2022