Borracheras light
La borrachera según
Hergé
Pese a que a mis años ya estoy más que curando de espantos, todavía me siguen sorprendiendo las noticias con las que de vez en cuando tropiezo, y como muestra sirva el titular con el que me encontré en el diario digital El Periódico de España de fecha 13 de enero de 2025:
Hiyo, la bebida americana que te hace sentir borracho sin perjudicar a tu salud: Con dos ya estás ebrio.
Así, sin anestesia. Resumiendo el artículo, que no es cuestión de repetirlo y quien quiera leerlo entero dispone del enlace, en él me encontré con perlas como las que siguen, por cierto con las erratas corregidas:
Definido como tónico social orgánico, Hiyo es una bebida adaptógena que funciona como refresco seltzer cuya novedad de mercado reside en sus ingredientes biosaludables y 30 calorías por lata.
Estar ebrio sin probar una gota de alcohol. Evan Quinn, George Youmans y Cygne Cooper hicieron realidad en 2019 la bebida Hiyo como revulsivo a sus pasadas situaciones familiares, en donde el alcohol les jugó una mala pasada.
Los perjuicios evidentes que muchos de nosotros sacrificamos por la ventaja social que provocan los efectos del alcohol convierten a estas bebidas en un gran salvoconducto para aquéllos que prefieren testear alternativas nuevas.
La única incógnita de la bebida es desvelar los secretos detrás de sus condimentos saludables. Los adaptógenos, nootrópicos y productos botánicos funcionales forman los ingredientes de Hiyo. Con dos latas estas ya ebrio, comenta un usuario en TikTok.
Según explica a continuación el redactor, ya que aquí hace falta poco menos que una traducción simultánea:
Los adaptógenos son plantas y hongos potentes que ayudan al cuerpo a adaptarse y contrarrestar los efectos nocivos del estrés. Regulan nuestros niveles de cortisol, ayudándonos a alcanzar un estado de equilibrio más equilibrado. Los nootrópicos son compuestos que favorecen el funcionamiento saludable del cerebro. Se ha demostrado que mejoran el procesamiento cognitivo, el estado de ánimo, la creatividad y la concentración. Algunos son de origen natural, mientras que otros son sintéticos. Por último, un producto botánico funcional se clasifica como una planta que proporciona un beneficio para la salud más allá de su perfil nutricional básico.
Nada dice de los refrescos seltzer, aunque según he podido averiguar son bebidas compuestas de agua carbonatada y saborizantes junto con alcohol en una proporción de entre 3 y 5 grados, contando con una cantidad baja de calorías; es decir, sucedáneos de los cuba libres o los gin tonics de toda la vida, que por cierto nunca han sido santos de mi devoción.
Concluye el artículo reflexionando sobre los posibles perjuicios de estos brebajes como trastornos intestinales, nerviosismo insomnio y ansiedad, desajustes hormonales en el tiroides o las glándulas sexuales o reacciones alérgicas. Casi nada.
Aparte de que con lo dicho ya se cuenta con buenas razones para no probarlos, lo que me llamó la atención es que se considere positivo que te puedas emborrachar sin padecer las consecuencias de una ingesta excesiva de alcohol, supongo que con resaca incluida. Porque, aunque no me he emborrachado nunca o mejor dicho precisamente por ello, no me parece que sea ningún placer -y no hablo ya de los daños causados en el organismo por un consumo excesivo de alcohol o por un alcoholismo crónico- coger una cogorza aunque no medie en ella alcohol etílico alguno.
Al contrario, al menos en los países de tradición católica -en aquéllos de tradición protestante y puritana es otra historia con hipocresía social incluida- siempre hubo una cultura del consumo de alcohol perfectamente compatible con una vida normal -es decir, sin borracheras- y sin mayores perjuicios para el organismo; cierto es que los alcohólicos han existido siempre, pero ni eran un porcentaje mayoritario de la población ni las borracheras estaban bien vistas socialmente, por lo que salvo quizás en momentos muy concretos como celebraciones de cualquier tipo, la mayor parte de la gente convivía perfectamente con un consumo moderado de cerveza, vino e incluso licores y aguardientes.
Lamentablemente me veo obligado a hablar en pasado, puesto que mucho me temo que desde hace varias décadas las nuevas generaciones dieron un giro hacia la cultura del botellón, consistente en ingerir alcohol en grandes cantidades y con gran rapidez buscando una borrachera rápida, y sólo así se entiende el sentido del artículo citado.
Lo cual, sinceramente, no lo entiendo. En los años de mi ya lejana juventud tomar una bebida alcohólica era un placer en sí mismo como pudiera ser una comida agradable, una música melodiosa, una conversación interesante o una lectura apasionante. Dicho con otras palabras, el placer estaba en saborear la bebida, no en emborracharse lo cual, si ocurría, era algo ni deseado ni buscado.
Estábamos, pues, en las antípodas de los que ahora buscan el pedo rápido, sin saborear siquiera lo que beben de modo que a efectos prácticos lo mismo daría si se inyectaran el alcohol directamente en vena. Sólo así se puede entender el interés por el nuevo brebaje, porque en lo que a mí respecta una borrachera sin alcohol me resultaría tan desagradable y repulsiva como una clásica; y todavía peor, sin el placer previo de degustar un buen vino o un buen licor.
¿O no?
Publicado el 13-1-2025