Los libros electrónicos





Imagen tomada de la Wikipedia


Para empezar, he de advertir que yo siempre he tenido muy claro que en el tema de los libros, como en otras muchas cosas, hay que diferenciar entre el continente y el contenido. Porque, ¿qué es un libro? ¿Un conjunto de hojas impresas y encuadernadas, o la información que transmite al leerlo? Para mí es evidente que lo segundo.

Así pues, libros eran las tablillas de arcilla babilónicas, los papiros egipcios, los rollos romanos, los pergaminos medievales... libros son los libros impresos a los que estamos tan habituados al menos los que ya tenemos cierta edad, libros son los libros electrónicos -odio ese palabro anglosajón que se ha puesto tan de moda- y libros serán los soportes que puedan surgir en un futuro, porque todos ellos tuvieron, tienen y tendrán el mismo objetivo, contarnos algo, con independencia de la manera física en que lo hagan. Por esta razón los libros nunca desaparecerán con independencia de su pelaje, y El Quijote seguirá siendo El Quijote en una edición impresa o en formato digital. Qué más dará si de ambas formas se puede leerlo.

Hecha esta declaración de principios, continuaré añadiendo que a mí este avance tecnológico me temo que me ha pillado ya bastante tarde. Conste que no soy bibliófilo, ni mucho menos bibliófago, aunque sí un lector pertinaz desde que no levantaba dos palmos del suelo. Llevo toda mi vida leyendo y pretendo seguir haciéndolo, al menos mientras pueda. Pero estoy tan acostumbrado a los libros de toda la vida que, sin renegar de lo dicho anteriormente, lo cierto es que no me imagino pasándome con armas y bagajes al “enemigo”... aunque vete a saber lo que podrá pasar en el futuro. De hecho, tan sólo recurro a leer en pantalla -preferiblemente en el monitor del ordenador- cuando no me queda otro remedio, porque no puedo evitar seguir asociando la lectura con el hecho de sostener un libro en las manos e ir pasando sus hojas una a una con los dedos.

Eso sin contar, claro está, con el placer que supone husmear por el Rastro, la Cuesta de Moyano o las librerías de viejo, sobre todo cuando encuentras el premio de un libro que te interesaba y llevabas tiempo detrás de él... por más que en muchas ocasiones ese mismo libro se pueda descargar sin más problemas de internet en formato electrónico. No, no es lo mismo, se mire como se mire.

En cualquier caso, nada más lejos de mi intención que proponerme como norma; al contrario, lo más probable es que a estas alturas sea ya lo más cercano a un fósil viviente... pero aunque por el momento no me “suliveyen” demasiado -de hecho mi mujer se compró hace poco un lector de libros electrónicos y apenas si me he molestado en curiosearlo-, no dejo de ver en ellos el futuro, si no ya incluso el presente.

Ah, se me olvidaba. Tengo acumulados en casa tantos libros -de los de siempre- pendientes de leer, que podría tirarme probablemente varios años leyéndolos antes de que se me acabaran. Eso también influye...


Publicado el 6-11-2014