Sentarse o no, ésta es la cuestión





Existe el riesgo, además, de que alguien lo pueda entender mal...


Que la estupidez humana no tiene límites, es algo que por sabido no deja de sorprenderme, sobre todo cuando me encuentro con noticias tan surrealistas como la de que en una provincia sueca -aunque ya había precedentes en Taiwán y Japón- un partido presuntamente progresista -el adverbio es de mi responsabilidad, el adjetivo no- había propuesto que se obligara a los varones a orinar sentados, tal como lo hacen las mujeres por imperativos anatómicos.

Entiéndase bien que el verbo empleado es obligar, no recomendar o proponer... y no sólo en servicios públicos, sino incluso en los propios domicilios particulares, ahí es nada. Y yo, realmente, no sé qué es lo que me escandaliza más, si lo apoteósico de la intromisión en los hábitos personales más privados, o lo absurdo de una normativa de imposible aplicación a no ser que arbitraran la forma de controlar cómo hacemos los varones nuestras necesidades fisiológicas, supongo que poniendo policías urinarios o, más tecnológicamente, mediante unas cámaras que controlaran indiscretamente los cauces seguidos por nuestras aguas menores... lo cual, por razones obvias, no me parece de recibo. O, ya puestos, podrían llegar incluso a fiscalizarnos el pipí en nuestros propios domicilios utilizando para ello a las cónyuges cabreadas a modo de delatoras.

Aunque, mucho me temo, ni siquiera esto garantizaría gran cosa, ya que cuento con sobrados testimonios femeninos -evidentemente yo no he sido testigo presencial de ello- de que también hay guarras galopantes que dejan los servicios de las mujeres hechos un auténtico asco, sin que haya necesidad, supongo, de entrar en demasiados detalles escatológicos.

Conste que, en mi condición de varón, soy el primero en padecer las consecuencias de unos servicios públicos convertidos en estercoleros por culpa de unos guarros a los que no les importa en absoluto dejar tras de sí los restos insepultos de sus actividades fisiológicas, y tampoco ignoro los quebraderos de cabeza de muchas amas de casa condenadas a limpiar la taza del cuarto de baño cada vez que la utilizan los hombres de su familia; pero no creo que obligar -recalco la palabra- sea la mejor manera de conseguir que se extreme la higiene, sobre todo cuando esta obligatoriedad, vuelvo a repetirlo, sería imposible de aplicar salvo violando los más elementales derechos a la intimidad personal... amén de que, mucho me temo, el personal no estaría precisamente por la labor.

Y es que, además, suena a chiste, al tiempo que me recuerda la famosa frase apócrifa que todos dicen haber leído escrita en las paredes de algún retrete público:


MEA FELIZ,
MEA CONTENTO,
PERO POR FAVOR,
MÉALO TODO DENTRO.


Por otro lado, ¿tan difícil es intentar convencer a los usuarios de que bastaría con unos hábitos de lo más elemental, tales como levantar la tabla que sirve de asiento, o limpiar las posibles salpicaduras con papel higiénico, para que toda esta parafernalia fuera innecesaria con independencia de la postura? Convencer, insisto, y no esa estupidez de obligar que tanto les gusta a los progres que van de boquilla sin que por supuesto sean capaces de solucionar nada, los mismos por cierto que en el colmo de la ingenuidad piensan que, retorciendo el lenguaje hasta extremos ridículos, desaparecerían por sí solas las injusticias sociales o de cualquier otro tipo.


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Otra posible manera de entenderlo mal


Aparte de que, al menos en lo que a España respecta, la verdad es que hoy por hoy la limpieza de los servicios públicos es infinitamente mayor de la que recuerdo cuando, no hace tanto, había que entrar de puntillas en ellos procurando no tocar nada con las manos por si acaso, o cuando estando en la mili tenía que salir del cuartel en busca de unos medianamente decentes, porque las letrinas castrenses eran lo más parecido a las mitológicas cuadras del rey Augías. Esto indica que, ya de por sí y sin necesidad de coacción alguna, la gente se ha vuelto por lo general bastante más cuidadosa y que, como ocurre con tantas otras cosas, en realidad no se trata de la manera en la que cada cual lo haga, sino de algo tan sencillo como la educación o, mejor dicho, de la ausencia de ella.

Pero como todo se pega menos la hermosura, veremos cuanto tardan en imitar esta majadería en otros países europeos, incluyendo mucho me temo a la España de nuestros pecados; también parecía que seríamos inmunes a la estupidez de la corrección política, y ahí tenemos a políticos y periodistas compitiendo en retorcer a cada cual más el idioma. De momento, al parecer en Alemania se ha extendido ya el uso de un artilugio que te da la vara cada vez que levantas la tabla para no mancharla... con lo cual, lo único que conseguirán, mucho me temo, será que la gente siga haciéndolo de pie pero con ésta bajada, siendo pues peor el remedio que la enfermedad. Y mientras tanto, eso sí, seguiremos igual siempre, con la casa sin barrer en lo que respecta a los verdaderos problemas que nos afligen, que por desgracia no son ni pocos, ni triviales.


Publicado el 20-5-2013