¿Pirateo?
Al menos este pirata
sí caía simpático
Vaya por delante una advertencia: este artículo no es una defensa del pirateo en ninguna de sus vertientes, ni tan siquiera una disculpa del mismo. Pero sí es un intento de llamar al pan, pan y al vino, vino, puesto que más de uno, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, está intentando llevarse el agua a su molino... en otro río distinto, huelga decirlo.
Para empezar, habría que diferenciar claramente entre los términos falsificación e imitación, ya que son muy distintos pese a que muchas empresas, de forma interesada, los confunden. Y voy a hacerlo con un ejemplo. Si ustedes van a una tienda de ropa y les venden una camiseta Lacoste falsa al precio de una original y sin saber que se trata de una prenda ful, se trata claramente de una falsificación y a ustedes les están estafando... a ustedes y a los legítimos propietarios de la marca, que ven mermados sus ingresos por culpa de una actividad ilegal. Dicho con otras palabras es un robo a ambas partes, fabricante y comprador.
Pero si se compran una Lacoste -con comillas- en un mercadillo a precio de saldo, las circunstancias cambian por completo. Primero, porque hay que ser muy idiota para creer que algo comprado en esas circunstancias, y a ese precio, pueda ser legal y original; una de dos, o es robado, o es una burda imitación. Y en ambos casos es necesaria la complicidad del comprador con la artimaña. Dejemos fuera el caso de la compraventa de mercancías robadas, puesto que se trata de algo que entra plenamente dentro del código penal, y fijémonos en el segundo de ellos, el de la imitación, y ojo que digo imitación y no falsificación. ¿Por qué? Leamos las definiciones que de los verbos correspondientes a estos dos términos da el DRAE. Para imitar dice lo siguiente:
1. Ejecutar algo a ejemplo o semejanza de otra cosa. 2. Dicho de una cosa: Parecerse, asemejarse a otra. 3. Hacer o esforzarse por hacer
algo lo mismo que otro |
Quedémonos con la primera acepción, que es la que más se ajusta a nuestro ejemplo. Veamos ahora como describe falsificar:
1. Falsear o adulterar algo. 2. Fabricar algo falso o falto de ley. |
Y aquí con la segunda. En resumen, y aplicando el sentido común, habría que decir respecto a un objeto adquirido cuya procedencia no se corresponde con la original, que se trata de una falsificación si te lo venden con engaño haciéndolo pasar en precio y calidad por uno bueno, mientras que es preciso hablar de imitación cuando no te puedes llamar a engaño ni respecto a la calidad ni, por supuesto, al precio.
Ojo, no digo que las imitaciones tengan que ser legales, sino tan sólo que se trata de dos circunstancias muy distintas. Primero, por lo ya comentado del necesario conocimiento y la necesaria complicidad -al menos, insisto, que seas muy tonto- en el caso de las imitaciones, y segundo porque, vuelvo a repetirlo, mientras las falsificaciones causan un quebranto económico a la empresa legítima y al comprador, en el caso de las imitaciones este último no puede llamarse a engaño, y si luego resulta que el rolex de imitación se le rompe a los cuatro días tendrá que convenir que era lo que cabía esperar por el precio que le costó.
Aún hay otro factor importante a tener en cuenta. Quien compra a sabiendas una imitación de baja calidad no sólo sabe que es tal, sino asimismo cabe suponer que en ningún caso se compraría el original, aunque sólo fuera por la diferencia abismal de precios. Normalmente el mercado natural de estas imitaciones de pacotilla suele ser gente de bajo nivel económico a la que, no obstante, le gusta presumir de quincalla con la peregrina e infantil esperanza de poder engañar a su entorno, del que cabe esperar también una actitud similar. En otras palabras un mero pavoneo, todavía más ridículo al ser con plumas pintadas. Por esta razón las imitaciones de todo tipo, tal como las he descrito, difícilmente podrán causar el menor quebranto económico a las empresas parasitadas, dado que resulta difícil concebir como clientes potenciales suyos a quienes compran estas imitaciones de baratillo.
Sin embargo estas empresas, por lo general vinculadas al mercado del lujo, acostumbran a hacer las cuentas del Gran Capitán, dando unas hinchadas cifras de presuntas pérdidas de ventas que, sinceramente, no se las creen ni ellos, ya que meten en el mismo saco no sólo las verdaderas falsificaciones, si es que éstas existen, sino también todo tipo de imitaciones baratas. Yo entiendo que a nadie le guste que le copien, ni siquiera de una manera tan burda, y por supuesto les reconozco su derecho a reclamar que estas prácticas se persigan; pero por favor, llamemos a las cosas por su nombre y no confundamos la velocidad con el tocino ya que, como mucho, podrían verse perjudicadas -en realidad lo veo difícil dadas las circunstancias- en su prestigio comercial, pero nunca en su cuenta de resultados.
Cambiemos ahora de tercio, aunque no de corrida, fijando nuestra atención en el pirateo intelectual -presunto o real- que tan en boga está actualmente. Y aquí nos encontramos con algo hasta cierto punto parecido. Para empezar, e insisto de nuevo en que no estoy intentando justificar nada, sino simplemente ponderarlo y diferenciarlo, a cualquiera le entra en la cabeza que no es lo mismo el verdadero pirateo de quien se hincha a hacer copias ilegales de un disco, o de una película, para luego venderlas en el top manta, que la irregularidad de quien se baja algo de internet para ahorrarse un dinerillo. Sí, de acuerdo, todo puede llegar a ser ilegal -aunque los jueces no lo tengan tan claro en el segundo caso-, pero no es lo mismo robar un periódico en un quiosco que asesinar a una persona, por poner un ejemplo similar aunque exagerado, lo que no evita que algunas de las empresas afectadas intenten matar literalmente mosquitos a cañonazos.
Son muchas las críticas que se han hecho, por lo general razonadas, al abusivo canon digital -no sólo me consideran un presunto delincuente si me compro un disco duro para almacenar mis propios ficheros y fotografías, pongo por caso, sino que además me lo cobran por adelantado aunque no me vaya a descargar en mi vida una película o música de internet-, al arrogante comportamiento de las sociedades de gestión de derechos -que actúan además en régimen de monopolio- o a la impresentable Ley Sinde, a la que no hay literalmente por donde cogerla... así pues no voy a insistir en ello ya que es de sobra sabido.
Eso sí, quisiera hacer un par de puntualizaciones en la línea de lo anteriormente comentado. Las compañías discográficas y cinematográficas lloran y lloran y vuelven a llorar alegando que el pirateo -lo que ellas entienden interesadamente por pirateo, puntualizo- les está arruinando el negocio. Bien, para empezar volvemos a las mismas, ¿alguien en su sano juicio se cree que todos aquellos que descargan masivamente cosas de internet -algo que yo no hago, advierto- se lo comprarían si no tuvieran la opción de obtenerlo gratis?
Eso no quiere decir que defienda personalmente este comportamiento, simplemente pretendo matizarlo evitando la magnificación exagerada que de ello hace una parte interesada. Por supuesto que habría que perseguir al menos aquellas páginas que obtienen algún tipo de beneficio económico de estos trapicheos, al fin y al cabo esto no deja de ser un top manta virtual, pero intentar perseguir judicialmente a gente que se intercambia ficheros de forma particular y sin el menor ánimo de lucro es una aberración se mire como se mire. Según esos criterios, y yo no soy el primero que lo dice, también estaría delinquiendo si presto a un amigo un disco para que lo oiga o un libro para que lo lea, y ya puestos habría que cerrar todas las bibliotecas públicas...
Por otro lado, conviene no olvidar tampoco que estas compañías, lejos de seguir el criterio de obtener un beneficio económico razonable y justo, durante muchos años se han dedicado a exprimir a sus compradores potenciales cobrándoles unos precios muy por encima de lo razonable. Yo entiendo, pongo por caso, que contratar a toda una orquesta sinfónica para grabar una sinfonía de Beethoven resultara necesariamente caro, pero lo que ya entiendo bastante menos es que el disco de un señor o una señora cantando -o lo que hiciera- acompañado de un par de músicos -o lo que fueran- tocando una guitarra eléctrica y un sintetizador costara una burrada, mucho más incluso que el de la orquesta sinfónica pese a que los gastos de producción eran evidentemente mucho menores. En otras palabras, mientras pudieron sacarnos impunemente los higadillos lo hicieron a conciencia y sin el menor escrúpulo.
El colmo de este abuso es probablemente el caso de las bandas sonoras originales. Aquí queda claro que los costes de grabación son asumidos por el presupuesto total de la película y que, cuando se estrena ésta, su banda sonora ha sido ya amortizada por completo; así pues, que alguien me explique por qué razón las bandas sonoras de las películas de éxito tienen esos precios tan desorbitados cuando, salvo las cuatro perras que cuesta imprimir el disco y meterlo en una caja, todo son ganancias limpias...
Y por si fuera poco, encima pretenden que pongamos la cama. Voy a contarles un caso real, por desgracia muy frecuente. Te compras una legalísima copia de una película en DVD, por supuesto abonando religiosamente todas las gabelas correspondientes, la pones en tu equipo y para empezar te endosan una advertencia legal acerca de que no está permitido copiarla, reproducirla y bla, bla, bla... la cual por supuesto no te puedes saltar por más que le des al botón de cambio de pista o al de avance rápido. Aparte de que dudo mucho de que a cualquier pirata de medio pelo le eche para atrás tamaña parrafada -esto es como cuando para obtener el visado para viajar a los Estados Unidos te preguntan si eres terrorista-, digo yo que por qué te tienen que molestar si tú has comprado el DVD con todas las bendiciones legales.
Lo malo es que en muchas ocasiones ni siquiera se acaba ahí la cosa, sino que a continuación te endiñan un corto reconviniéndote de lo malo que es ser pirata... ¡leñes, ya les he dicho que mi copia es legal! el cual por cierto tampoco es posible saltarse.
Por último, en ocasiones y a modo de postre te soltarán ya directamente, y con todo el descaro del mundo, varios vídeos promocionales de otras películas de la misma productora que maldito lo que te interesan; si tu copia, insisto una vez más, no sólo no es pirata sino que además la has pagado religiosamente, ¿por qué demonios te tienen que enchufar publicidad no deseada? ¿Es que eso no es, en cierto modo, otro tipo de pirateo? Y por supuesto tampoco se podrá saltar, ya se encargan de ello.
Ah, se me olvidaba. ¿Qué mayor pirateo que la imposición, por parte de las grandes distribuidoras de DVD, de varias zonas regionales -a nivel planetario- entre las cuales no son compatibles las copias? ¿Por qué razón yo no puedo comprarme un DVD -escrupulosamente legal, se entiende- en los Estados Unidos, dado que mi reproductor español no lo va a admitir? ¿A qué viene tamaña golfería?
Y luego hablan de pirateo...
Publicado el 21-6-2011