Vida de perros
Un golden retriever,
raza a la que pertenece el perro de la noticia. Fotografía tomada de la
Wikipedia
Cada vez tengo más claro, y mucho me temo que no soy el único en pensar así, que esta sociedad -me refiero obviamente a la occidental, de las otras, o al menos de algunas de ellas, mejor no hablar- se está yendo al garete. Y son probablemente los pequeños ejemplos, aquéllos que suelen tomarse por anécdotas, cuando no pasan desapercibidos, las mejores muestras de ello por encima de lo que podríamos considerar noticias de portada, muchas de ellas más falsas que una moneda de tres euros.
Véase, si no, el caso que voy a comentar. Hace unos días estaba en la cama intentando desperezarme mientras oía la radio cuando dieron una noticia que me dejó estupefacto. Un millonario norteamericano tenía un perro al que le diagnosticaron un cáncer presumiblemente mortal. El atribulado dueño, lejos de resignarse, llevó al can a la facultad de veterinaria de la universidad de Wisconsin, donde le aplicaron un tratamiento de quimioterapia que logró salvar la vida al animalito.
Es de sobra conocido que en los Estados Unidos no existe nada parecido a un sistema público de salud como el que disfrutamos en los países europeos, por lo que quienes no disponen de un seguro médico privado o no pueden pagar un tratamiento caro -y la quimioterapia lo es- corren el riesgo de verse abocados a morir -nunca mejor dicho- como perros. Me estoy refiriendo, evidentemente, a las personas.
Así pues, ya empezaba a resultar irritante que una mascota gozara de mejor trato médico -o veterinario- que los humanos, máxime en un país donde según se puede leer en internet el 42% de los estadounidenses con cáncer se deja los ahorros de su vida, una media de más de 90.000 dólares, en los dos primeros años de tratamiento... y eso los que pueden permitírselo, que no son todos. Eso sin contar con que los seguros médicos privados -públicos tan sólo hay lo que aquí consideraríamos beneficencia- no suelen cubrir la totalidad de los gastos en los tratamientos caros, como ocurre con los cánceres.
Pero no quedaba ahí la cosa. El acaudalado dueño, en agradecimiento a quienes habían curado a su perro -supongo que no le saldría gratis-, se gastó la friolera de cinco millones de dólares -seis según otras fuentes- en un anuncio de treinta segundos emitido en el intermedio de la final de la Superbowl -el campeonato profesional de fútbol americano-, considerada el mayor evento deportivo de este país y también el más caro en lo que a tarifas publicitarias se refiere.
El interfecto alegó que con tan extravagante iniciativa pretendía crear conciencia e inspirar a los espectadores a hacer sus propias donaciones a este centro veterinario, añadiendo como coletilla, presumiblemente para acallar conciencias, que la investigación que se realiza en este centro también ayudará a avanzar en los tratamientos contra el cáncer para los humanos, por lo que existe el potencial de salvar millones de vidas de todas las especies. Y se quedó tan campante.
Partiendo de la base de que legalmente cada cual es muy dueño de hacer lo que mejor le parezca con su dinero -otra cuestión diferente es la ética, pero mucho me temo que ésta no suele estar recogida por la legislación-, y obviando el detalle de que podría haber donado ese dinero a un centro médico en lugar de promocionar a una facultad de veterinaria, lo que más me indignó fue la papanatería de quienes dieron la noticia, el locutor y su invitado, los cuales se apresuraron a mostrar su entusiasmo por tan discutible -y como poco extravagante- iniciativa, con afirmaciones tan ñoñas como que se les saltaban las lágrimas de la emoción y bobadas por el estilo, por supuesto sin la menor reflexión crítica.
Ah, no se molesten en buscar la aludida reflexión crítica por ningún periódico, porque les va a costar trabajo encontrarla si es que la encuentran; eso sí, no faltan titulares del tipo Éste es el anuncio más emotivo que se emite Superbowl: un perro que se curó del cáncer, o bien opiniones como considerar personas excepcionales e incluso héroes a los salvadores del can... en un país, insisto, en el que sus habitantes disponen de los mejores hospitales y los mejores médicos... siempre que puedan pagarlos.
Pero es lo que hay.
Publicado el 3-2-2020