Alcalá en la zarzuela





La ventera de Alcalá


Aunque no muy numerosas, son varias las zarzuelas en las que aparece citada Alcalá, sin bien en la mayor parte de ellas su presencia se limita a breves referencias puntuales salvo, hasta donde he podido averiguar, en el caso de la zarzuela La ventera de Alcalá, de la cual lamentablemente no existe ninguna grabación. El argumento de esta zarzuela, tal como cabe deducir por su título, se desarrolla en nuestra ciudad, razón por la que, aunque no es demasiado lo que conozco acerca de ella, voy a intentar darla a conocer, al tiempo que aprovecho para recordar las otras obras de este género que, de una u otra manera, también tienen relación con nuestra ciudad.

Empecemos, pues, con La ventera de Alcalá, estrenada el 7 de noviembre de 1929 en el madrileño Teatro de la Zarzuela, con música de Pablo Luna y Rafael Calleja sobre un libreto de Diego San José y José María Granada. De sus cuatro autores sin duda el más conocido de todos ellos es el compositor Pablo Luna Carné, nacido en la zaragozana localidad de Alhama de Aragón el 21 de mayo de 1879 y trasladado a Madrid en 1905 tras haber cursado cursando estudios musicales en Zaragoza. Una vez en la capital de España ejercería de maestro concertador y director de orquesta en el Teatro de la Zarzuela, teatro del que más tarde sería también empresario.

También de aquella época datan sus primeras zarzuelas, hoy prácticamente desconocidas, tales como La escalera de los duendes, La rabalera o Musetta, las cuales comenzaron a cimentar su fama de músico en una época en la que otros ilustres compositores tales como Amadeo Vives, José Serrano, Francisco Alonso, Jesús Guridi, Reveriano Soutullo, Juan Vert o Jacinto Guerrero, entre otros, elevaban el género lírico español a cotas probablemente jamás alcanzadas en épocas precedentes.

Molinos de viento, estrenada en 1910, sería el primer gran éxito de Pablo Luna, siendo hoy una de las zarzuelas que han permanecido en el repertorio. A esta obra seguirían, junto con otras muchas hoy desconocidas para el gran público, Los cadetes de la reina (1913), El asombro de Damasco (1916), la celebérrima El niño judío (1918), Benamor (1923), La pícara molinera (1928) y, en colaboración con Enrique Bru, La chula de Pontevedra (1928). En la cumbre de su fama, y tras superar el bache de la guerra civil, aún compondría dos o tres obras más la última de las cuales -El Pilar de la victoria- sería estrenada con carácter póstumo en Zaragoza el 12 de octubre de 1944, ya que el maestro había fallecido en Madrid, a los sesenta y dos años de edad, el día 28 de enero de 1942.

Rafael Calleja Gómez (Burgos, 1870 - Madrid, 1938), el otro compositor de La ventera de Alcalá, es mucho menos conocido del gran público pese a tratarse de un músico con más de 300 obras en su haber, la mayor parte de ellas hoy olvidadas. Además de componer un buen puñado de zarzuelas -la más conocida de ellas es posiblemente Las Bribonas, estrenada en 1904-, bien en solitario o en colaboración con otros colegas suyos, fue autor de canciones populares, obras sinfónicas y del himno de su ciudad natal, destacando también como estudioso del floklore cántabro. Asimismo fue empresario de varios teatros madrileños, como el Real y el de la Zarzuela, y uno de los fundadores, en 1899, de la Sociedad General de Autores Españoles. Diego San José y José María Granada, los autores del libreto, eran dos dramaturgos entonces afamados y muy activos, pero asimismo caídos hoy en el olvido.

Centrémonos en el argumento de La ventera de Alcalá leyendo los datos que he extraído de la biografía de Pablo Luna escrita por Ángel Sagardía1, mi principal fuente de información para este artículo; puesto que no es una obra de repertorio y, como ya he apuntado, no existe ninguna grabación suya, poco es lo que puedo decir de ella, a excepción de la breve reseña que Ángel Sagardía hace de la misma:


Acción en un mesón de Alcalá de Henares, postrimerías del siglo XVIII. Intérprete principal la ventera, garrida hembra de arisca honestidad, que no cede al porfiado malquerer de un hombre, y es toda dulzura para el arrebatado amor que siente por un estudiante sopista, que por su hombría se hace el amo de la situación. En torno a la ventera, estudiantes, usías, majos de plante, majas de rumbo, el lego trapalón y contumaz en su glotonería, el barberillo parlanchín y enamorado, pero miedoso, como cumple en los tenores cómicos de zarzuela...

La partitura, -continúa Sagardía- bella y apropiada: seguidillas, estudiantinas, un meloso aire de guajira, que valió una ovación clamorosa a Luna y a su intérprete, el famoso tenor Tino Folgar, un magnífico nocturno orquestal...


Buscando por internet he conseguido encontrar en el Museo Internacional del Estudiante las letras de dos de las canciones de la zarzuela. La primera de ellas es la Jácara del tunante Torralba, un estudiante de la Universidad de Alcalá al parecer más amante de galanteos que de libros:


TORRALBA

¡Ninfas de la Alcarria!
¡Mozas de Alcalá!
De la estudiantina
la vida escuchad,
que un pobre sopista
os viene a decir
en el más famoso
mesón de Ajalvir.


TODOS

Silencio, callad;
que vamos a oír
lo que el estudiante
nos viene a decir.


TORRALBA

Vida suelta, vida holgona
es esta que suele hacer
la mocedad retozona,
desaprensiva y burlona,
en la ciudad del saber.

Atiende por las mañanas
las lecciones de un doctor,
y de noche, en la ventana
de una mocita barbiana,
se da un repaso de amor.

Porque al amar,
porque al rondar,
solemos tener
gran inspiración.

Porque al rondar
a una moza del lugar
aprendemos, al besar,
la más cabal disertación.

Que sin resabios
de vana ciencia
suelen saber
más que cien sabios
los lindos labios
de una mujer.
(bis)

Al libro de las cuarenta
un repaso se le da,
y al acabarse la cuenta
que deja la bolsa hambrienta,
alza uno el vuelo y se va.

Si no se halla la cazuela,
por no tener que cenar,
se echa mano a la vihuela,
y el ayuno se consuela
con irse un hombre a rondar.

Y al conjugar
el verbo adorar,
sabemos poner
tal aplicación,
que al cortejar
a una moza del lugar
le entregamos, al besar,
la mejor flor del corazón.

Que sin resabios
de vana ciencia
suelen saber
más que cien sabios
los lindos labios
de una mujer
(bis)


Y también La tuna pasa, cantada por el tenor que interpreta a Torralba y el coro, que recuerda en su primera estrofa a un conocido refrán alcalaíno:


Alcalá de Henares
¡ay! qué bien pareces
con tus torres y muros
y chapiteles.
Tienes por sangre
la bulla que te envuelven
los estudiantes...

Préstame tus ojuelos
para esta noche,
que me importa la vida
matar a un hombre,
y no conozco
ningún arma de fuego
como tus ojos.
(bis)

La moza que me gusta
no es la que tengo yo
que la que yo quería
otro se la llevó.
Mocita mesonera,
yo busco en ti
otro querer más firme
que el que perdí.


La ventera de Alcalá fue representada en Alcalá de Henares, por un grupo de teatro aficionado, el día 12 de noviembre de 1996, lo cual me permitió conocerla en su totalidad, si bien con la partitura limitada a una reducción para piano. Huelga decir que a estas alturas sigue sin ser rescatada en un montaje íntegro y que, por supuesto, continúa sin ser grabada completa, lo cual no deja de ser una lástima puesto que cuenta con la calidad suficiente para merecerlo; pero su caso, por desgracia, no sólo es único sino muy frecuente dentro del maltratado panorama del género lírico español.

Gracias a las indicaciones que Antonio Morán me envió amablemente por correo electrónico pude localizar unas antiguas grabaciones, fechadas a principios de la década de 1930, de algunas canciones de esta zarzuela en el catálogo de la Biblioteca Digital Hispánica de la Biblioteca Nacional. Son en total tres discos, cada uno con dos canciones (una por cara), aunque en uno de ellos tan sólo una de las dos canciones grabadas pertenece a La ventera de Alcalá. En el primero aparecen La canción del estudiante y el Pasacalle de la estudiantina, en el segundo Consejos y La jeringoza del fraile y en el tercero aparece de nuevo La canción del estudiante en una versión diferente.

Conviene tener presente que los títulos no sólo no son siempre coincidentes; la letra de la Jácara del tunante Torralba corresponde a La canción del estudiante del primer disco, mientras la de La tuna pasa es la cantada en el Pasacalle de la estudiantina de este mismo disco y, como La canción del estudiante, en el tercero, por lo que ambos títulos de La canción del estudiante corresponden en realidad a temas distintos. Por si fuera poco, en ninguna de las dos versiones de la Jácara -llamémosla así para entendernos- se canta la letra completa sino tan sólo la primera mitad, quizá a causa de la limitada capacidad de los antiguos discos de pizarra. En Consejos y en La jeringoza del fraile, por último, no aparecen referencias a Alcalá.

Otra buena fuente de búsqueda es, obviamente, Youtube, aunque por desgracia no me ha sido posible ampliar el número de piezas conocidas. Aquí nos encontramos, en una grabación de 1929, el mismo año del estreno, con una nueva versión, asimismo incompleta, de la Jácara, ahora denominada Habanera, y con el Pasacalle. La única novedad, por decirlo de alguna manera, es una curiosa versión para pulso y púa -es decir, instrumental, aunque no con la orquestación original- del Pasacalle.




Otras zarzuelas alcalaínas

Existen al menos otras cuatro zarzuelas cuyos títulos hacen alusión a los estudiantes de la antigua Universidad alcalaína, -sin duda su principal reclamo argumental. La más antigua de todas ellas es El estudiante de Alcalá, una zarzuela en un acto y en verso con libreto de Manuel Cuartero y música de Apolinar Brull (San Martín de Unx, Navarra, 1845 - Madrid, 1905), estrenada en el Teatro Martín de Madrid el 24 de septiembre de 1887. Gracias a un facsímil del libreto, impreso en los Estados Unidos y puesto a la venta en internet por una librería inglesa, que se dice pronto, pude conocer el argumento, aunque no tuve la misma suerte con la partitura.



En realidad su vínculo con Alcalá es muy tangencial, ya que no está ambientada en nuestra ciudad sino, tal como se indica en el libreto, en una venta madrileña durante el reinado de Felipe V. La razón de su título estriba en que uno de los protagonistas -tan sólo hay cuatro personajes, lo que da una idea de la modestia de la obra- es Lisardo, un estudiante de la Universidad de Alcalá enamorado de Berta, la ventera, a la cual requiebra el sargento Quiñones pese a que ésta no le presta atención puesto que corresponde a Lisardo. El estudiante, prófugo del Ejército, es perseguido por el militar, y cuando llega de incógnito a la venta para visitar a su amada acabará encontrándose, como era de esperar, con su enemigo y rival. Tras una serie de trapisondas en las que interviene Sarmiento, el personaje cómico encarnado en el primo de la ventera, todo acabará a satisfacción de los enamorados gracias a la autoridad del rey que, agradecido a Lisardo porque éste había salvado a la reina de sufrir un grave percance, le exonera de su delito para desesperación de Quiñones que, doblemente chasqueado al no poder apresar al estudiante ni conquistar a la moza, ha de contentarse con reclutar al infeliz Sarmiento.

Una única referencia hay a Alcalá en el libreto, aparte claro está, del título. Ésta aparece en la escena VII, cuando Lisardo hace su aparición en la venta cantando:


Estudiante de Alcalá,
curso lecciones de amor
y me vengo a examinar
a tu lado de doctor.
¡Ay! ventera,
ventera del alma,
no me desazones
con las calabazas.
Dame tu cariño,
bello querubín,
y el estudiantillo
será muy feliz.


De las tres restantes hay dos que comparten el mismo nombre, La tuna de Alcalá. La primera de ellas, estrenada en el Teatro Cómico, también de Madrid, el 19 de diciembre de 1903, estaba escrita en un acto dividido en tres cuadros, original y en verso, siendo los autores del libreto Luciano Boada y Antonio L. Rosso y de la música Ángel Rubio (Madrid, 1850 - Vicálvaro, 1906). Aunque no he podido encontrar ninguna grabación, su libreto -no así la partitura- está digitalizado y se puede descargar de archive.org.




Portada del libreto, descargado de archive.org


Según se indica en el libreto la acción se desarrolla en Alcalá a finales del siglo XVIII, y la descripción del decorado es el siguiente:


A la derecha, primer término, sobre espaciosa gradería, puerta practicable de la iglesia de un convento de frailes que hace esquina a la bocacalle del segundo término. A la izquierda bocacalles. Al foro, arco de piedra que da acceso á una calle que tuerce a la derecha. En el proscenio izquierda un puesto de golosinas. Es de día.


Aunque evidentemente esta descripción es fruto de la imaginación del autor, resulta curioso que coincida bastante con el aspecto real que tuvo el convento de San Diego, desaparecido medio siglo antes. Evidentemente en el texto de las canciones aparecen varias referencias a Alcalá, como la de este coro masculino de la escena primera:


Niñas de quince Abriles,
de talle airoso,
de palpitante seno,
de labios rojos;
si queréis que no os falten
goces divinos,
tened tan solo amores
estudiantinos,
que el estudiante,
siempre en rigor,
fue gran maestro
para el amor.
Las hermosas niñas
que hay en Alcalá,
a estudiantes solo
deben adorar.


A lo que responde el coro femenino:


Niñas de quince Abriles,
de talle airoso,
de palpitante seno,
de labios rojos;
si buscáis con empeño
goces divinos,
nunca tengáis amores
estudiantinos,
que el estudiante,
siempre en rigor,
fue tornadizo
para el amor.
Las hermosas niñas
que hay en Alcalá,
a estudiantes nunca
deben adorar.


En la escena tercera hay una breve alusión a la ciudad durante el diálogo entre unos estudiantes, pero es en la escena séptima donde nos encontramos con un texto más amplio en el que dos personajes hablan de un indiano muerto en América:


Pues gracias a él, pingüe hacienda
logró un Acuña que ha muerto
y a un sobrino se la deja,
si con una Andrade se une.
Clara es la única que queda
disponible y allá vamos.

¿Cómo no ha venido á verla?

Del testamento enteróse,
nos escribió con presteza,
y haciéndonos cortesía
se ha tomado la molestia
de venir á una gran casa
de campo que el muerto deja
a dos leguas de Alcalá,
conque hoy por la noche en ella
nos veremos, y mañana
a Calatayud.


Ya no aparecerán más citas hasta que al final de la novela, cuando concluye el tradicional embrollo amoroso a satisfacción de los protagonistas, con el siguiente colofón:


No olvidéis por un momento
que debéis vuestro contento...
A la Tuna de Alcalá.


La segunda La tuna de Alcalá, estrenada el 6 de diciembre de 1926 en el Teatro Isabel la Católica de Granada, estaba dividida en tres actos, con libreto de Luis Tejedor Pérez y Francisco de la Cruz -Felipe Lluch, según otras fuentes- y música de José Ribas Gabriel y el famoso barítono Marcos Redondo (Pozoblanco, 1893 - Barcelona, 1976), embarcado ocasionalmente en tareas de compositor. De ésta podemos oír en Youtube las piezas tituladas La vida del estudiante y La romanza del rubí. Ambas fueron grabadas en 1929 y están cantadas por el propio Marcos Redondo.




Ilustración tomada del Museo Internacional del Estudiante


La última zarzuela repite a su vez el título de la primera, puesto que también se denomina El estudiante de Alcalá. Es relativamente reciente, ya que fue estrenada en el teatro Argensola de Zaragoza el 1 de febrero de 1950, en pleno declive del género, y está calificada como un sainete lírico en dos actos dividido en 13 números. El libreto fue escrito por Fernando Castán Palomar (Zaragoza, 1898 - Madrid, 1963) y Pedro Galán Bergua (fallecido en Zaragoza en 1973) y la partitura por Francisco Palos Soto y Andrés Araiz Martínez (Zaragoza, 1901), ninguno de los cuales eran autores habituales de zarzuelas.

Si pocos son los datos que he podido encontrar de los compositores, menos aún son los relativos a los libretistas. Tan sólo puedo apuntar que Luis Tejedor fue un prolífico escritor que en los años 40 y 50 del pasado siglo era uno de los habituales de los escenarios españoles, bien con trabajos teatrales, bien con obras líricas -revistas, más que zarzuelas- en colaboración con diversos compositores, entre ellos Pablo Sorozábal y Federico Moreno Torroba. Autor al parecer superficial, ninguna de sus obras, dirigidas al éxito fácil y efímero, ha trascendido hasta nuestros días.

Terminado el filón de la Universidad, todavía encontramos más zarzuelas relacionadas con nuestra ciudad, aunque lamentablemente todas ellas olvidadas. El 1 de mayo de 1860 fue autorizada por la censura, con una ligera modificación, El barbero de Alcalá, un juguete cómico-lírico en un acto escrito en verso. El autor del libreto fue el dramaturgo Joaquín Balader Sanchís (Valencia, 1828 - Valencia, 1893), siendo la partitura de Eduardo Ximénez Cos (Valencia, 1820 - Valencia, 1900). Lamentablemente, desconozco cuando y donde se estrenó esta zarzuela.

El tío de Alcalá es un popular sainete de Carlos Arniches (Alicante, 1866 - Madrid, 1943) que se hace eco del conocido refrán Quien tiene un tío en Alcalá, ni tiene tío ni tiene ná. Yo conocía desde hacía tiempo la existencia de este sainete, pero siempre había pensado que se trataba de una obra sin música; al menos, así lo era en la versión que vi representada hace años en televisión. De ahí mi sorpresa al descubrir que existe una versión musical, con el mismo título y, presumiblemente, el mismo argumento, cuya partitura fue escrita por el compositor Eduardo Montesinos López (1868 - 1930). Esta zarzuela, también denominada juguete cómico-lírico, fue estrenada en el desaparecido teatro Romea -ubicado en la madrileña calle de Carretas- el 15 de abril de 1901. Dada su naturaleza, cabe suponer que se tratara de una obra breve en un acto, es decir, perteneciente al género chico.

Emilio Carrere (Madrid, 1881 - Madrid, 1947), el popular autor madrileño de principios del siglo XX y hoy injustamente olvidado, escribió en 1927, en colaboración con Ricardo González del Toro, el libreto de la zarzuela en tres actos La novicia de Alcalá, por segundo título El reloj de la leyenda. La partitura era de Eduardo Granados y Conrado del Campo (Madrid, 1878 - Madrid, 1953), y se desconoce si siquiera llegó a estrenarse. Siguiendo su costumbre -por algo se le bautizó con el sambenito de El rey del refrito-, Carrere aprovecharía el argumento del libreto, al parecer perdido, para escribir una novela de igual título. La partitura, incompleta, se conserva manuscrita en los archivos de la Sociedad General de Autores.




Las zarzuelas cervantinas




Aunque no esté relacionado directamente con Alcalá, resulta interesante considerar asimismo uno de los muchos subgéneros en los que en su día se ramificó la zarzuela cuando todavía era un género vivo, el de las obras dedicadas a Cervantes -en especial el Quijote- que, ya por sí mismas, cuentan con un amplio catálogo alimentado en buena parte por las celebraciones, a principios del siglo XX, del tercer centenario de la publicación de la primera y segunda partes del Quijote -1905 y 1915, respectivamente- y de la muerte de Cervantes en 1916. Paradójicamente la inmensa mayoría de estas obras han caído en el olvido más absoluto, salvo la conocida zarzuela El huésped del Sevillano, estrenada en 1926 con música de Jacinto Guerrero (Ajofrín, 1895 - Madrid, 1951) y libreto de Juan Ignacio Luca de Tena (Madrid, 1897 - Madrid, 1975) y Enrique Reoyo (? - El Escorial, 1938), donde Cervantes tiene una intervención puramente testimonial -en jerga cinematográfica podría calificarse de cameo- al final de la obra, con un simple recitado sin música. En algunas antologías es posible encontrar algún fragmento de La venta de Don Quijote -las piezas más conocidas son el preludio y las seguidillas manchegas-, de Ruperto Chapí (Villena, 1851 - Madrid, 1909) sobre un libreto de Carlos Fernández Shaw (Cádiz, 1865 - Madrid, 1911), estrenada en 1902 e inencontrable completa, aunque en internet se pueden oír algunos de estos fragmentos.




Ilustración tomada del cvc.cervantes.es


El resto de las zarzuelas cervantinas están completamente olvidadas, y sólo dispongo de algunas escuetas referencias bibliográficas2 pese a que, en ocasiones, sus autores fueron significados escritores y compositores. Éste es el caso del Don Quijote de la Mancha (1861), con libreto de Ventura de la Vega (Buenos Aires, 1807 - Madrid, 1865) y música de Francisco Asenjo Barbieri (Madrid, 1823 - Madrid, 1894); La Gitanilla (1861), de Francisco García Cuevas y Antonio Reparaz (Cádiz, 1831 - Tarragona, 1886); El loco de la guardilla. Paso que pasó en el siglo XVII (1861), de Narciso Serra (1830 - 1877) y Manuel Caballero; La ínsula Barataria (1864), de Luis Mariano de Larra (Madrid, 1830 - Madrid, 1901) y Emilio Arrieta (Puente la Reina, Navarra, 1821 - Madrid, 1894); Las bodas de Camacho (1866), de Francisco García Cuevas y Antonio Reparaz; El manco de Lepanto (1867), de Ángel Mondéjar Mendoza y Rafael Aceves (La Granja de San Ildefonso, 1837 - M;adrid, 1876), o Aventuras de Don Quijote de la Mancha (1862), de Casamayor Utrera y Juan Milpagher.

Mención especial merece La venta encantada, con libreto de Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836 - Madrid, 1870) y Luis García Luna (Madrid, 1834 - Madrid, 1867), la cual tiene la particularidad de contar con dos versiones musicales distintas, una zarzuelística con música de Antonio Reparaz y una segunda operística obra del compositor mexicano Miguel Planas (1839-1910). Ambas fueron estrenadas en 1871, con posterioridad a la muerte de Bécquer, con tan sólo unos meses de diferencia, la ópera en febrero en Ciudad de México, y la zarzuela en noviembre en Madrid.

Ya iniciado el siglo XX nos encontramos con la revista -hay que entenderla no como las intrascendentes revistas actuales, sino al estilo de La Gran Vía- en un acto, dividido en seis cuadros en prosa y verso, La Patria de Cervantes, música de Luis Foglietti Alberola (Alicante, 1877 - Madrid, 1918) y libreto de Manuel Fernández de la Puente, estrenada en el madrileño Teatro Apolo el 1 de marzo de 1916. Pese a su título, según he podido averiguar la patria cervantina a la que se refiere la zarzuela no es la chica, es decir, Alcalá, sino la grande, España, siendo el argumento una excusa para comparar las glorias históricas españolas con la difícil situación política del momento, con discurso patriótico incluido muy al gusto de la época.

Más interesante para nosotros parece ser ¡Gloria a Cervantes!, estrenada el 6 de mayo de 1905 -coincidiendo con el tercer centenario de la publicación del Quijote- en el madrileño Teatro de la Princesa, con libreto del afamado dramaturgo Javier de Burgos (El Puerto de Santa María, 1842 - Madrid, 1902) y música del desconocido -al menos para mí- Luis Linares Becerra (1887 - 1931). El argumento relata un homenaje a Cervantes realizado por grandes escritores pertenecientes a las diferentes épocas de la literatura española, el cual es coronado por éstos en acatamiento de su primacía. Según la reseña que he podido consultar, uno de los personajes que intervienen en la trama es el alcalde complutense, venido ex-profeso para reclamar el derecho de los alcalaínos a recibir el reconocimiento universal para Alcalá por haber sido la cuna de Cervantes, pretensión a la que accede incluso la mismísima Fama.

Representada en numerosas ciudades españolas, esta zarzuela recaló en Alcalá tan sólo tres días después de su estreno, concretamente en el Teatro Cervantes -la fuente no especifica en cual de los dos, aunque cabe suponer que fuera en el Teatro Salón- junto con el entremés cervantino La elección de los alcaldes de Daganzo, lo sin duda supuso un programa muy adecuado para celebrar el evento.




Otras zarzuelas



Mucho más conocida que las anteriores -está grabada y ocasionalmente figura en el repertorio- es Don Gil de Alcalá, técnicamente una ópera -carece de partes habladas- que cuenta con la peculiaridad de que su música está escrita para orquesta de cuerda, algo excepcional dentro del panorama lírico español. Tanto la música como el libreto son obra del compositor Manuel Penella (Valencia, 1880 - Cuernavaca, México, 1939), autor también de El gato montés, ópera conocida principalmente por su celebérrimo pasodoble.

Don Gil de Alcalá, estrenada en el Teatro Novedades de Barcelona el día 27 de octubre de 1932, cuenta con un libreto y una partitura de gran calidad, algunos de cuyos números, en especial la habanera Todas las mañanitas, un dúo para voces femeninas -soprano y contralto- son muy conocidos. Sin embargo, y a pesar de lo que parece indicar el título, la acción se desarrolla no en Alcalá, ni tan siquiera en España, sino en el México colonial del siglo XVIII. El argumento habla de los amores prohibidos de un intrépido capitán español -don Gil- y una bella mexicana adoptada por el gobernador de Veracruz, el cual ha prometido su mano a un conde al que la muchacha no ama. Tras los avatares típicos de estos libretos, don Gil acabará casándose con su amada con el beneplácito del gobernador, al cual habrá engañado haciéndose pasar por su hijo ilegítimo abandonado en España cuando era un simple niño.

¿De dónde viene, pues, la relación de Alcalá con esta zarzuela, reflejada en el título de la misma? Como ya he comentado en el párrafo anterior don Gil, en realidad un oscuro soldado sin nombre y sin fortuna, se hace pasar por el fruto de unos amores juveniles entre el gobernador y una lavandera madrileña abandonada posteriormente por su amante; así se presentará don Gil a su presunto padre una vez urdido el engaño:


Don Gil de Alcalá
me llaman a mí;
don Gil de Alcalá,
porque en ella nací.
Allí, por mi mal,
mi madre murió,
y al darme la vida
la suya perdió.


Y eso es todo en lo que respecta a Alcalá, lo cual no es realmente mucho a pesar de tan prometedor título.



A partir de ahora tan sólo nos encontramos con referencias muy puntuales. Así ocurre en una de las obras más famosas de todo el repertorio, la conocida zarzuela de Francisco Asenjo Barbieri (Madrid, 1823 - Madrid, 1894) El barberillo de Lavapiés. Promotor principal, junto con otros importantes compositores (Oudrid, Gaztambide, Arrieta, Inzenga, Hernando), de la recuperación de la olvidada zarzuela española a mediados del siglo XIX, Barbieri escribiría una de las páginas más célebres del género con esta magnífica zarzuela que, con libreto de Luis Mariano de Larra (Madrid, 1830 - Madrid, 1901) -hijo de Mariano José-, estrenó en el madrileño Teatro de la Zarzuela el 18 de diciembre de 1874.

Ambientada en el Madrid de Carlos III y teniendo por trasfondo las luchas políticas entre los ministros italianos -Grimaldi- y españoles -Floridablanca-, esta zarzuela tiene por personaje principal al barbero Lamparilla, un simpático pícaro de siete suelas que se ve mezclado muy a su pesar en las intrigas políticas que en esos momentos se están cociendo en Madrid. Puesto que toda la acción se desarrolla en la vecina villa la referencia a Alcalá es escueta, pero merecedora de ser recogida: Ésta aparece al principio, en el número inicial de la zarzuela, cuando tras el preludio un grupo de majos y majas cantan unas graciosas seguidillas. Más tarde intervendrán también unos tunos -recurso éste bastante frecuente en las zarzuelas de la época- que cantan el siguiente estribillo:


A pedir venimos,
de Alcalá de Henares,
que las faldas sirven
a los estudiantes.
Pues si son rebeldes,
y si son audaces,
no es por llevar faldas
como las comadres.


También en otra zarzuela de Barbieri, la que lleva por título Pan y toros, escrita en 1864 sobre un libreto de José Picón (Madrid, 1829 - Valladolid, 1873) y ambientada en la época de Carlos IV y Godoy, uno de los personajes afirma en un diálogo -no, pues, en una canción como en los casos anteriores- haber estudiado en la Universidad de Alcalá, sin que vuelva a haber ninguna otra referencia a nuestra ciudad o a su universidad.



Compuesta a finales de la década de 1940 según algunas fuentes, o en los años 60 de ese mismo siglo según otras, pero inédita hasta 1988, fecha en la que fue estrenada con posterioridad a la muerte de sus autores, la zarzuela La niña del boticario, obra del músico Julián Santos Carrión (Jumilla, 1908 - Jumilla, 1983) y del libretista Lorenzo Guardiola (1908 - 1979), también jumillano, entronca perfectamente, pese a lo tardío de su composición, en la línea de compositores tales como Jacinto Guerrero o Francisco Alonso, que décadas atrás habían compuesto obras como El huésped del Sevillano o La linda tapada, ambientadas ambas en la España del Siglo de Oro. La niña del boticario transcurre en el Madrid de Felipe IV, y su argumento recoge los típicos lances de amor entre la joven Marisa, hija del boticario al que hace alusión el título, don Sabino, un viejo médico con el que el boticario pretende casar a la muchacha, y Fernando, un estudiante de la Universidad de Alcalá con quien finalmente, como cabía esperar, Marisa se acabará comprometiendo.

Puesto que no conozco el libreto de la zarzuela, sino tan sólo su parte musical gracias a una reciente grabación de 2002, tan sólo puedo dar fe de lo que viene reflejado en el resumen del argumento publicado en el folleto que acompaña al disco, junto con una breve cita extraída del texto de la canción que cantan la estudiantina y un tenor, que dice lo siguiente:


La niña más hechicera
vive en esta vecindad.
Tiene a su amor estudiando
en la ciudad de Alcalá.


Por cierto, que Alcalá entonces todavía era villa. Y eso es todo... al menos por ahora, ya que al yacer olvidadas en polvorientos archivos la mayor parte de las zarzuelas estrenadas en España, no sería disparatado pensar que en alguna de ellas pudieran aparecer nuevas referencias a la ciudad complutense.




BIBLIOGRAFÍA

1 SAGARDÍA, Ángel. Pablo Luna. Col. Clásicos de la música. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1978.
2LOLO, Begoña. Recreaciones musicales sobre La venta encantada de Gustavo Adolfo Becquer. Una ópera y una zarzuela cervantina polémicas
MORÁN SAUS, Antonio Luis; GARCÍA LAGOS, José Manuel; CANO GÓMEZ, Emigdio. Cancionero de estudiantes de la Tuna. El cantar estudiantil, de la edad media al siglo XX. Universidad de Salamanca. Salamanca, 2003.
La zarzuela
Museo Internacional del Estudiante


Publicado el 10-7-1993, en el nº 1.342 de Puerta de Madrid
Actualizado el 8-3-2016