Hay exposiciones para ver, así como hay exposiciones para huir de ellas. Y si la semana pasada criticaba una de estas últimas, en esta ocasión me place recomendarles la visita a la exposición que, dedicada al pintor alcalaíno Félix Yuste, acaba de ser inaugurada en la Capilla del Oidor. Porque, si bien Félix Yuste no pasó de ser en su época un pintor de segunda fila (en su descargo hay que recordar que tuvo contemporáneos de la talla de Sorolla o Romero de Torres, por citar tan sólo un par de ejemplos), no es menos cierto que fue autor de obras excelentes tales como la Procesión de las Santas Formas que se conserva en el ayuntamiento.

Pero por encima de todo, y en esto coincidimos prácticamente todos los que asistimos a la inauguración de la exposición, el interés principal de la misma es el hecho de que nos da a conocer una Alcalá de hace cien años que en muchos aspectos está ya irremisiblemente desaparecida, y lo hace merced a unos cuadros que hasta ahora eran en su mayor parte desconocidos por encontrarse principalmente en colecciones particulares. Se trata, pues, de una exposición entrañable que nos sumerge en una Alcalá que se fue para siempre, una Alcalá que quedó reflejada en los lienzos de Yuste y que hoy, gracias a una afortunada iniciativa, podemos contemplar de nuevo.