La Semana Santa alcalaína anterior a la Guerra Civil





El Cristo de Mena, desaparecido en la Guerra Civil



La historia de las procesiones de Semana Santa en Alcalá en el siglo XX se inicia en 1917, ya que en los años previos del mismo no se realizaba ninguna. No están claras las razones de este hecho, ya que según una investigación de Manuel Vicente Sánchez Moltó1 -prácticamente el único trabajo existente sobre este tema- sí existían en la ciudad numerosas cofradías, varias de ellas penitenciales; teniendo en cuenta que a finales del siglo XIX sí están documentadas procesiones, todavía resulta menos explicable esta carencia, aunque es de suponer que se debiera a las circunstancias sociales del momento no sólo en Alcalá sino también en el resto de España.

Lo cierto es que sí existieron intentos de acabar esta situación, como lo demuestra el artículo escrito por un anónimo redactor del Eco de Alcalá que en 1915 se lamentaba de la citada ausencia de procesiones, cuando imágenes religiosas no faltaban y cuando pobla­ciones mucho menos importantes que nuestra ciudad sí las tenían. La queja no debió de caer en saco roto ya que tan sólo dos años más tarde, en 1917, Alcalá tenía procesión de Viernes Santo o, por decir mejor, dos procesiones, una matutina y otra vespertina, aun cuando la primera no fuera sino tan sólo el traslado de las imágenes procedentes de diversos templos a la iglesia de Jesuitas, entonces sede provisional de la Magistral a causa de las obras de restauración de ésta y punto de partida y retorno de la procesión de la tarde. El recorrido de la procesión era de Jesuitas a la plaza de Cervantes, de allí a la de los Santos Niños y retorno en sentido inverso; de unos años a otros habría ligeras variaciones, según se combinaran a la ida y a la vuelta las calles Mayor, Santiago y Santa Úrsula-Escritorios.

Un aspecto importante que merece ser tenido en cuenta es que la organización de la procesión corría a cargo de la cofradía del Santo Entierro, la más importante de todas las existentes entonces en la ciudad. La procesión, aparte de los pasos propiamente dichos y de sus respectivas cofradías, contaba además con bandas de cornetas y tambores, cruces parroquiales, estandartes, clero y autoridades, participando también los seminaristas alcalaínos y los niños de varios colegios.

En cuanto a los pasos, que no sufrieron ninguna varia­ción desde 1917 hasta 1920, eran los siguientes según el orden en que desfilaban: Un Ecce Homo  del convento de las Agustinas, el Cristo de la Humildad -que representaba la primera caída de Jesús- procedente de la parroquia de San Pedro, el Cristo de la Agonía tallado por Pedro de Mena que se conservaba en el convento de las Úrsulas, una Virgen de las Angustias que se guardaba en la iglesia de Jesuitas, la imagen de María al pie de la Cruz propiedad de las Bernardas, el Cristo Yacente de las Catalinas que sacaba en procesión la cofradía del Santo Entierro y la Virgen de la Soledad, que asimismo salía de la parroquia de San Pedro. Llama la atención la ausencia del Cristo de los Doctrinos que, por causas que los periódicos consultados no especifican, no llegó a participar en los desfiles procesio­nales hasta después de la guerra civil, pese a los reiterados intentos que se realizaron para que sí lo hiciera.

1920 fue el año en el cual, tras el asentamiento de la procesión del Santo Entierro, que es como se denominaba a la general del Viernes Santo, comenzó la expansión de la misma. Ese mismo año se programó la procesión de las palmas del Domingo de Ramos y, una vez concluida la Semana Santa, el conocido comerciante alcalaíno Jacobo Gordo Morés abrió una suscripción popular que tenía por objeto la compra de un nuevo paso, el de la Oración en el Huerto.

1921 contó con dos novedades: la de la Oración en el Huerto y la de la Flagelación , fruto de una donación anónima, lo que elevó a nueve el número total de pasos. En 1922 dejó de salir en procesión el Cristo de la Humildad debido a la mala situación de su cofradía, lo que hizo que la procesión quedara reducida a los ocho pasos restantes. Esta composición se mantuvo invariable durante va­rios años, aunque en alguna ocasión, como en 1928, la procesión hubo de ser suspendida a causa de la lluvia. Un año después, en 1929, se programó un Vía Crucis el Viernes Santo que habría que discurrir desde las afueras de la ciudad hasta la Cruz del Siglo, en el Campo del Ángel, procesión que finalmente se aplazó celebrándose el acto litúrgico en la antigua parroquia de Santa María, actual Capilla del Oidor. 1930 sería también un año de continuidad, pero al año siguiente cambiarían radicalmente las circunstancias.

La Semana Santa de 1931 supuso el estreno de un nuevo paso, el de la Borriquilla, que representaba la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, y en la procesión tomaron parte niños y jóvenes vestidos de hebreos. Asimismo, se anunció el retorno a la procesión del Viernes Santo del Cristo de la Humildad, lo que elevaba a diez el total de pasos que desfilaban en la Semana Santa complutense, un número que tardaría mucho en volverse a alcanzar de nuevo.

La proclamación de la II República en abril de 1931, apenas una semana después de concluida la Semana Santa, acarreó la prohibición de actos religiosos en la vía pública, lo que incluía a las procesiones de Semana Santa. Por esta razón a partir de 1932 tan sólo se pudieron celebrar los actos litúrgicos y las procesiones por el interior de las iglesias o en recintos como el claustro de la Magistral. Aunque entre 1934 y 1935 el gobierno de derechas de la CEDA volvió a autorizar las procesiones, en Alcalá no se llegaron a celebrar quizá por haberse perdido ya el empuje organizador de las mismas, quizá porque entonces el horno no estaba ya para bollos dada la cada vez mayor tensión social que se respiraba en España.

En cualquier caso esta autorización resultaría efímera ya que, tras el triunfo en febrero de 1936 del Frente Popular y el estallido en julio de ese mismo año de la guerra civil, quedaría arrancada de raíz esta tradición mediante el expeditivo método de destrozar todas las imáge­nes pasionales existentes en nuestra ciudad a excepción del Cristo Yacente de las Catalinas, de otro similar propiedad de las Bernardas que no salía en procesión y del Cristo de los Doctrinos que, como ya ha quedado comentado, tampoco había participado en las procesiones durante esos años. Así pues, una vez terminada la contienda se habría que empezar prácticamente desde cero, tardándose varias décadas en alcanzar el nivel de entonces.




1 SÁNCHEZ MOLTÓ, M. Vicente. Cofradías, hermandades y otras asociaciones religiosas de Alcalá de Henares a principios del siglo XX. Publicado en las actas del VI Encuentro de historiadores del valle del Henares. Alcalá de Henares, 1998.



Publicado en http://ssalcala.blogspot.com/ el 4-1-2011