Si Nebrija levantara la cabeza







Arriba, la corbeta española Vencedora. Fotografía tomada de la Wikipedia
Debajo, corveta de un caballo. Fotografía tomada de la Wikipedia



Cuando yo iba al colegio, ya en primaria, los maestros ponían especial interés en que aprendiéramos a escribir sin faltas de ortografía y a manejar la aritmética básica que se conocía como las cuatro reglas de sumar, restar, multiplicar y dividir. La razón era clara: cuando siguiéramos avanzando en nuestros estudios ambas habilidades serían básicas para poder desenvolvernos con soltura en asignaturas más complicadas. Posteriormente, y ya de motu propio, mi afición por la lectura me facilitó el conocimiento de palabras más complicadas o poco frecuentes que podían ser susceptibles de error al ser escritas o leídas. Y sinceramente la cosa me fue bien, hasta el punto de que en muy contadas ocasiones me veo obligado a consultar una duda, que haberlas haylas.

De entonces acá, y ya ha pasado la friolera de casi sesenta años, las circunstancias han cambiado mucho y, en lo que respecta a este aprendizaje básico, no precisamente para bien; y si no lo creen, basta con que pregunten a cualquier profesional docente y no sólo a los maestros de primaria o a los profesores de secundaria, sino incluso a los profesores universitarios: la respuesta será en todos los casos desoladora.

Por si fuera poco la disponibilidad de medios como internet, donde se puede consultar con toda facilidad cualquier cuestión ortográfica sin tener que recurrir a un diccionario, convierte en todavía más sangrante este rasgo de incultura, porque incultura es cometer faltas ortográficas sin la menor preocupación por evitarlas, pese a que nuestro idioma es mucho más sistemático y organizado que otros como el inglés, donde ni siquiera sus propios hablantes saben como se pronuncia una palabra que desconocen. Asimismo las redes sociales están haciendo mucho daño, al recurrir a jergas que empobrecen innecesariamente el español; pero ésta es otra historia.

El colmo de los males consiste, no obstante, en descubrir que son los propios trabajadores del lenguaje, y en especial los periodistas, quienes no sienten el menor pudor al incurrir en faltas ortográficas tan bochornosas que en mis tiempos habrían supuesto un suspenso fulminante a quien las cometiera, algo impensable hasta hace unos años pero frecuente ahora incluso en las cabeceras presuntamente más serias. Sorprendente e irritante, pero es lo que hay.

Así, en el diario digital El Confidencial, con fecha 2 de febrero de 2024, me encontré con el artículo ‘Lobos marinos kamikaze’: el asalto ucraniano sin precedentes que ha hundido una corbeta rusa, dedicado como cabe suponer a la guerra existente entre ambos países. En realidad, y tal como ocurría en otras ocasiones, la redacción del artículo era correcta, pero no ocurría así con un pie de foto cuya lectura me causó auténtico daño a la vista:


La corveta lanzamisiles rusa Ivanovets que Ucrania a hundido con un enjambre de drone navales.


Lo que supone tres faltas de ortografía en tan sólo quince palabras, todo un récord. Y si bien confundir el tiempo verbal ha con la preposición a o comerse a medias el plural de drones ya bastaría de por sí para mandar castigado al rincón al anónimo redactor de la frase, lo de la corveta lanzamisiles, repetido además en un segundo pie de foto, me dejó completamente ojiplático. Cierto es que los nombres de los diferentes tipos de buques de guerra comportan un relativo grado de especialización, pero tampoco resulta tan difícil para alguien con un mínimo nivel cultural saber como se escriben correctamente al menos los más habituales, en este caso las corbetas con b, que el DRAE define como “Buque de guerra de características similares a la fragata, pero con menor tonelaje y autonomía”.

Se da la circunstancia de que también existe en español una corveta con v, aunque su significado es completamente diferente ya que pertenece al ámbito de la equitación: “Movimiento que se enseña al caballo, haciéndolo andar con los brazos en el aire”. Por lo cual, como se puede apreciar, la metedura de pata es doble y hace dudar del nivel de conocimiento del idioma del perpetrador de tamaña patada al diccionario, algo que en un periodista se me antoja extremadamente grave.

Por si fuera poco a la ignorancia se sumó el desinterés por corregirlo, puesto que a pesar de que fuimos muchos los lectores que llamamos la atención en los comentarios sobre ello, nadie del periódico se molestó en hacer algo tan sencillo como corregir los pies de foto al menos trece días después de ser publicados, cuando estoy escribiendo este comentario; y, mucho me temo, las faltas de ortografía seguirán estando allí para oprobio de quien las escribió y de quien las ignoró, aunque lo más probable es que esto no les importe en absoluto.


Publicado el 15-2-2024