El Henares y los escritores alcalaínos
(Segunda parte)





El año 1980 vería aparecer, entre otras obras, el libro titulado Alcalá de Henares. La ciudad del saber y del hacer1, una lujosa edición en gran formato, e ilustrada con numerosas fotografías en color, que rompe con el estilo habitual de las publicaciones locales, habitualmente editadas con una considerable modestia tipográfica. Aunque este libro fue realizado por un equipo de varios colaboradores, la cita reproducida a continuación, correspondiente al pie de una fotografía, es fruto de la pluma de Francisco Javier García Gutiérrez2:


El río Henares, mansamente, sin caudales, parece esperar su fin laborando cariñosamente calas en donde los niños de Alcalá se ponen en contacto con la Naturaleza... Sin embargo, el callado río de los recovecos, va despertando como en una gloriosa resurrección para volver a ser útil a la nueva cultura de la eterna ciudad... Aguas nuevas para la Técnica y la Industria, sin que por esto nuestros niños dejen de sentirse pájaros rubios y azules en este paisaje castellano.


Volvemos de nuevo con Arsenio Lope Huerta, que en su Carta complutense (nombre genérico de su columna periodística) titulada Veranear en el Henares se lamenta una vez más de la contaminación de nuestro río, añorando los perdidos baños de su juventud3:


Y sin embargo, ¡cuántos somos los alcalaínos que hemos corrido y braceado por el río Henares! Veranear en el Henares era antes, además de obligado (el lujo del veraneo vendría después), un placer difícilmente igualable. Cualquier alcalaíno de veinte años para arriba puede hablar del Muro, de la Presa de los Garcías, de las Terreras, de Aguas Verdes, de la Tabla Pintora, de la Presa de las Armas y de tantos y tantos otros lugares de excepción, bucólicos y placenteros, donde el Henares, caudaloso, limpio y fresco, era fuente de recreo y diversión para todos nosotros. Sus orillas, verdes aun en verano, estaban cuajadas de chopos y álamos, de viejos olmos y de jóvenes arbustos que les daban escolta. Pero hoy es mejor, por lo visto, no acercarse a él. Perder el Henares es como perder la vieja Arcadia. Hay pues que recuperarlo. ¿Pero cómo?

(...)

Y sin embargo, recuperar nuestro viejo padre Henares debería seguir siendo un objetivo. Aunque sólo sea porque un pueblo, una civilización en suma, no puede dar mayor prueba de madurez y de solidaridad que mejorar la calidad de vida de sus habitantes.


No le faltaba razón al futuro alcalde alcalaíno, y ciertamente yo recuerdo con añoranza mis baños infantiles en la presa de Cayo, algo que se fue para no volver ya nunca más. Continuamos con nuestra recopilación volviendo de nuevo a la poesía con una obra de María Pilar Alberdi titulada Eterna Alcalá de los silencios. Elegía para sus generaciones, cuyo primer párrafo se titula, precisamente, Río Henares4:


Por el profundo costado de la ciudad, corre, el río. A Juan le pregunté por su color:
¿Será un color pequeño,
quizá secreto, tal vez sin nombre?
¿Un color... como de luna?,
¿Un color frío, resbaladizo?...
¿Qué crees tú; qué contestó?
-Sé que lo hizo. Sé que asintió-
Yo continuaba...


Francisco Herrero García fue, durante muchos años, abad de la Iglesia Magistral alcalaína. Acostumbraba este autor a publicar unos pequeños textos titulados Ecos maternales en la hoja parroquial Camino, y muchos años más tarde, en 1981 concretamente, estos textos serían recopilados en un libro titulado también así, Ecos maternales5. Don Francisco acostumbraba a utilizar el seudónimo de El juglar de María, firma respetada en el libro, aunque en la contraportada del mismo se desvela la identidad del autor. Pasemos a la lectura de una de sus citas, perteneciente al texto que lleva por título La Virgen del Val dedicado, como es fácil adivinar, a la ermita de la patrona alcalaína6:


Y me fui acercando a la ermita. La envolvían el fresquito y el ruido silencioso del río; la algarabía de los pajaritos que cantaban...


La segunda cita, por su parte, pertenece al artículo titulado Tríptico-ensueño, en el que se hace referencia a una hipotética e históricamente imposible relación entre los Santos Niños y la Virgen del Val7:


La madre de los Santos Niños, muchas tardes, se llevaría de la mano a sus pequeños a rezar a la Virgen del Val. Y ellos aprenderían de sus labios a hablar con la Madre Señora del cielo, por aquellos alrededores del Henares donde debió estar por entonces y donde aparecería muchos siglos después.


Llevado por su fervor alcalainista el sacerdote se equivoca de pleno, puesto que el culto a la Virgen del Val no se iniciaría hasta ya muy entrada la Edad Media, bastantes siglos después del martirio de los dos hermanos; un anacronismo histórico que no minimiza el interés literario de la frase.

De este mismo año data Alcalá es cántico. Biografía en tres actos8, una antología poética de Eduardo López Ramos dividida, como su título indica, en tres partes. De todas ellas la que aquí nos interesa es la segunda, en la que López Ramos hace un canto a las raíces árabes de Alcalá. Mitología en arabescos es su título, y en los cinco poemas que comprende se cita en varias ocasiones al Henares llamándolo por su antiguo nombre árabe, Alfajar o Guadalfajara. Por ser los poemas muy largos no voy a reproducirlos íntegramente aquí, sino tan sólo los párrafos que nos interesan. El primer poema es el titulado Muzaraque, y dice en una de sus estrofas9:


Hasta Alfajar se extasía
cuando recibe en sus venas
los chorros de plata blanda
que le derrama Zulema...


La segunda poesía lleva por título Medina Almeida, y en ella podemos leer lo siguiente10:


Allí, Alfajar lleva piedras,
desmelenado y muy fiero.
En la plana de Santiuste,
ha quedado todo muerto.
La feraz vega del río
diez tormentas han deshecho.
Ya no hay flores, ya no hay frutos,
por siempre será un desierto.


Continúa la poesía refiriéndose a la mítica Mesa de Salomón, que según algunas leyendas fue encontrada por los musulmanes en una cueva del Zulema11:


Cuando el sol besó la mesa
y ésta derramó reflejos
por las cuestas del Zulema
hasta el infinito lecho
de lodo y piedras del río
donde estaba todo seco.


La tercera poesía, Aixa de Al-kalá, es un romance de amor entre un pastor cristiano y una joven musulmana12:


Juan lleva a Alfajar
cabrillas al trote.
La luna se ríe...
Sonajas de bronce...


Más adelante, continúa el autor13:


El aire se duerme.
Alfajar no corre.
Caricias de agua
dispara a las torres.


Hemos de pasar ahora a la cuarta obra, que lleva por título Gurugú, Zulema y Tarik14:


La cruz domina en el llano,
huestes moras en la altura.
Alfajar, que es el Henares,
a las dos partes ayuda.
A unos les quita la sed,
a otros regala verdura.


Como es fácil de imaginar, se recoge aquí la conquista cristiana del llano y el consiguiente asedio a la fortaleza musulmana. La poesía continúa15:


Alfajar cruzan de noche.
Por entre aquella espesura
de monte bajo y zarzales,
paso quedo y compostura,
a sorprender centinelas
que el moro tiene en bajura.


Llegamos, por fin, a la quinta y última de las obras de esta segunda parte, la que lleva por titulo Al-kalá la Vieja, ruinas de Al-kalá16:


Tus ojos destilan
acíbar y sal.
Tus lágrimas viertes
en río Alfajar,
para que las lleve
hasta e1 ancho mar...


La aportación del semanario Puerta de Madrid a esta antología en este año 1981 fue bastante fructífera. Comencemos con un artículo de Arsenio Lope Huerta titulado Las cigüeñas una vez más17:


De ahí que las cigüeñas sean forma integrante de nuestro paisanaje y que, con frecuencia, las veamos cruzar, en vuelo raso y tranquilo, los cielos complutenses. También andan, sobre sus zancos frágiles por las orillas del Henares, en un encuentro con los arroyos Bañuelos y Torote, por los parajes de las Zorreras, Corbatón, Arco de Buenavista, allá donde el Henares traza él también su “arco de ballesta” lamiendo las faldas del Viso.


Le llega ahora el turno a un soneto titulado Aparición, el primero de una serie de tres que, con el título genérico de Historia poética de la patrona de Alcalá, publicó Pedro Gallardo en el aniversario de la festividad de la Virgen del Val. Como su nombre indica, el soneto intenta recrear poéticamente la aparición de la imagen de nuestra patrona, que ocurrió, según afirma la tradición, en la ribera del Henares, como recuerda el segundo cuarteto del mismo18:


Del Henares, el cauce corre al lado,
y, en sus aguas, radiante de alegría,
de la tierra que, en parte, la cubría,
lava y limpia la imagen con cuidado.


También a un soneto, firmado en esta ocasión por Manuel García García bajo el título de Alcalá de Henares, pertenece esta estrofa, correspondiente al segundo terceto19:


¡Henares! Secos tus labios de rosas,
te vistes de nostalgia y de tristeza,
goteando unas lavas espumosas.


Pasamos a la prosa con un articulo firmado por Ulises, seudónimo de Francisco Antón. El artículo, bajo el titulo genérico de Cal y Arena, tiene por título Meco, y en él, además de hablar, lógicamente, del vecino pueblo, Francisco Antón aprovecha para citar al Henares con las siguientes palabras20:


Fray Luis de León, aquel poeta que en su vida de estudiante se inspiró en la soledad de las riberas del Henares para componer aquella regalada oda que empieza: “¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido...!”


Asimismo de Ulises o, mejor dicho, de Francisco Antón, es un nuevo Cal y Arena titulado La Virgen del Val21:


Todos los años, con la llegada del otoño, los alcalaínos celebran la festividad de la Virgen del Val. Es una fiesta con sabor exclusivamente local. Ahora ya no tiene el mismo rango -todo se pierde con el tiempo- ni el mismo decorado que presentaba años atrás, cuando la ermita se enseñoreaba sobre el valle destacando su empaque sobre el verde de las bien cuidadas huertas regadas por el bullicioso Henares.

(...)

Las márgenes del Henares -el río del idioma, que dijo el poeta-, con más árboles que ahora y de aguas limpias y transparentes -hace tres décadas no existían tantas fábricas- ofrecían grato solaz a los romeros que acudían a sus limpias orillas -apenas se conocían los envases de plástico- y la juventud se expansionaba a sus anchas en las amplias explanadas que circundaban a la ermita.


El año 1982 fue bastante importante en lo que a publicaciones alcalaínas se refiere. Cronológicamente la primera de ellas fue el libro titulado Bagatelas22, una selección realizada por Francisco Antón entre todos los artículos publicados por Fernando Sancho, con el seudónimo de Luis Madrona, en diferentes periódicos alcalaínos. Pasemos a la lectura de este interesante libro deteniéndonos en primer lugar en la bagatela titulada Otoño complutense, aparecida inicialmente en el número 20 del periódico Yugo y Flechas de fecha 16 de septiembre de 194023:


Si en estos atardeceres, plenos de silencio, recorréis el campo complutense, cabe las en otro tiempo frondosas riberas del Henares, gustaréis de un hermoso paisaje que, aunque mil veces visto, nunca cansa ni empalaga.


Algo más adelante, continúa el autor24:


Y si pisáis las orillas del Henares por la Tabla Pintora, junto a la presa, que con su alocado murmullo turba el silencio del encalmado río, veréis reproducido ese cuadro de la ciudad en la tersa superficie de las aguas. Pocos alcalaínos visitan este rincón, y pocos gustan, aparte de los obstinados pescadores, de las deliciosas orillas del Henares...


Finalmente, en este mismo artículo se lamentará Fernando Sancho de la decadencia e, incluso, desaparición de las viejas ferias, y en especial de la otoñal de San Eugenio, también conocida como Feria Chica o Feria de la Cebolla, de la cual hoy sólo queda el recuerdo25:


Todo ha desaparecido. Pero no así las galas del otoño alcalaíno ni el atractivo de las riberas del Henares, junto a las cuales, y en esta época adorable, celebra Alcalá una de sus fiestas, de arraigo y prestigio seculares, la fiesta de la Virgen del Val, en uno de estos días otoñales inconfundibles de ambiente tan alcalaíno.


Cambiando ahora de artículo llegamos al titulado ¡Adiós, Momo!, en el que se hace un canto al pasado perdido; porque, lamentablemente, Alcalá ha perdido, a lo largo de los siglos, bastantes cosas que hubiera sido importante conservar26:


Ni la Fuente del Cura, ni la de la Teja, ni la de la Salud, con su inscripción recordatoria de tiempos romanos, ni mucho menos la del Juncal, con sus amplios pilones, (...) ninguna fuente, digo, mana el precioso líquido que aplacaba la sed del caminante en verano o alegraba en todo tiempo el oído del que paseaba por entre el grato silencio de las orillas del Henares, de suyo pacífico, aunque a veces, como este año, muestre su irritabilidad, digna de un Nilo.


Lamentablemente ignoro en que año se escribió esta bagatela, por lo que nos habremos de quedar sin saber a cual de las varias riadas acaecidas por entonces se refería el autor. La siguiente cita, siempre siguiendo con el orden establecido en el libro, proviene del artículo titulado El día grande, nombre perfectamente apropiado para la mayor de las fiestas alcalaínas, hoy desgraciadamente perdida, la celebración de las Santas Formas, que tenía lugar habitualmente -era una fiesta móvil- en el mes de mayo27:


El tiempo, como corresponde a la fiesta que se celebra, se ofrece magnífico y esplendoroso. La llanada alcalaína muestra el grato verdor de sus sembrados; las riberas del Henares se cubren del exuberante follaje de los olmos añosos, y en las plazas, el pan y quesillo de las fragantes acacias expande el suave y embriagador perfume de las flores blancas que recrean la vista de los mayores y avivan la codicia de los chicos callejeros.


Pocas acacias -en realidad robinias- quedan hoy en las calles de Alcalá; enfermas o secas la mayoría de ellas, han sido sustituidas en su mayor parte por otras especies vegetales, olmos y plátanos principalmente. Pero sigamos adelante con nuestra recopilación. En el número 16 del histórico periódico Alcalá, de fecha 15 de noviembre de 1947, apareció una bagatela sin título específico, recogida bajo el epígrafe genérico de Recuerdos de otro tiempo. De las memorias de un viejo. Francisco Antón seleccionó este artículo para el libro Bagatelas, titulándolo Antigua Compluto. El tema trata de una excursión realizada a la Dehesa y al Juncal, y de la bagatela se puede entresacar el siguiente párrafo28:


Teníamos ante nuestros ojos la amplia llanura alcalaína, limitada, de un lado, por los pardos cerros del Viso y del Zulema, a cuyos pies corre, manso y sumiso, el, Henares, y por el lado opuesto, la línea veladamente azul de la crestería del Guadarrama.


Actualmente ni el Viso ni el Zulema son pardos sino verdes, al haber sido repoblados años atrás, una iniciativa que lamentablemente no tuvo continuidad en la zona del Ecce Homo, que continúa tan pelado como siempre. Continuemos con la lectura de la bagatela29:


Dimos unos cuantos paseos más y llegamos a las fuentes del Juncal, del Cura y de la Salud, hoy tristes sin el monótono pero grato susurro del agua. También enmudece la fuente de la ciudad, antiguo lavadero, y no existe ya el moderno puente de Gerafín, destruido por las iras descompasadas del pacífico Henares, que ha destruido las bellas márgenes de aquellos sitios, antes tan deleitosos y apetecibles.


El puente del Gerafín existe de nuevo, aunque por ser de propiedad privada y estar cerrado con una cancela, poca utilidad tiene para los alcalaínos excepción hecha de para sus dueños. Las fuentes a las que hace alusión Fernando Sancho, por el contrario, continúan en su mayor parte en un deplorable estado. Sin embargo, lo más interesante del comentario del autor es sin duda la referencia que éste hace a la doble naturaleza del Henares, cual si de un líquido dios Jano se tratara; de natural apacible, pero de tarde en tarde irritado, como sucedió en enero de 1970, fecha en la que tuvo lugar la última riada del mismo. Esperemos que la existencia de varios embalses en su cuenca haya conseguido acabar definitivamente con estos problemas.

Pasamos a leer ahora la bagatela titulada La gran retreta, en la que se alude a la tranquila y quizá monótona vida que llevaban nuestros abuelos, tan diferente de la agitación cotidiana que nos sacude ahora día tras día30:


La sucesión de hechos siempre iguales y por lo mismo siempre esperados, nos producían por lo menos la satisfacción del recuerdo y de la esperanza. A veces decíamos: “Me parece que los fuegos artificiales de San Antón de este año han sido más flojos que los de hace diez”, o bien, cuando se terminaban las fiestas de la Virgen del Val, se auguraba: “Vaya, un añito más; Dios quiera que en el que viene podamos comer otra tortillita a la vera del Henares”.


Ya no se queman fuegos artificiales por la festividad de San Antón, aunque por fortuna las riberas del Henares continúan conservando toda su frescura en las inmediaciones de la ermita del Val, eso sí, salpicadas por toda una constelación de kioscos no siempre integrados con su entorno. Sigamos leyendo31:


Los fuegos terminaban con un truco que, aunque muy visto, gustaba extraordinariamente, en especial a los forasteros de allende el Henares.


Los forasteros de allende el Henares eran, como cabe suponer, los habitantes de la Alcarria complutense y aun de la de Guadalajara, para los cuales la ciudad de Alcalá continúa siendo todavía hoy un importante foco de atracción a pesar de la cada vez más absorbente influencia madrileña. Cambiando ahora de artículo llegamos al que lleva por titulo Alcalá, ciudad viajera, en el que el autor pasa revista a los distintos emplazamientos que ha tenido la ciudad a lo largo de su milenaria historia. Al llegar al siglo XVI, comenta de esta manera el conocido grabado de Antonio van den Wyngaerde32:


Sin embargo, perpetúa con su lápiz la cruz y ermita de San Sebastián, hoy desaparecidas; a lo lejos la torre de Meco; más cerca, los cerros de allende el río, y entre ellos el de la Vera Cruz, actualmente Ecce-Homo; a su falda, Alcalá Vechia, y, en el llano de acá, la ermita de Nuestra Señora del Vado.


Le llega ahora el turno a la bagatela titulada Viejas fotos, aparecida originalmente el 1 de marzo de 1961 en el número 62 de Nuevo Alcalá, el periódico heredero del antiguo Alcalá y predecesor del actual Puerta de Madrid, todos ellos significados por méritos propios en el conjunto de la prensa local complutense. En ella se recuerdan hechos pasados reflejados, como su título indica, en antiguas y amarillentas fotografías33:


No hemos tenido más remedio que estirar las piernas, recorriendo lentamente los viejos lugares que fueron escenario de nuestras correrías por la campiña alcalaína: altos de Santa Rosa, cuesta de Teatinos, alamedas del Henares y, siguiendo el curso de éste, las siempre evocadoras riberas del Val, con los castros de la vieja Alcalá; presa de los Catalanes, las aguas tranquilas de la Tabla Pintora en las que se reflejan las torres de la ciudad; puente nuevo del Gurugú, joven y ya reumático, apuntalado con altas pilas de gaviones; restos del antiguo Puente de Zulema, cuyas piedras baten inútilmente desde hace siglos las aguas del río; más abajo, la Isleta, hoy remozada y pimpante; frente a ella, la cueva en donde quizá reposara el moro Muzaraque de sus correrías por “la gran cuesta del Zulema, no lejos de la gran Compluto”, cueva hoy inaccesible porque las aguas borraron la senda que a ella conducía; las Armas, Gerafín la exhausta fuentecilla del Paseo de los Curas; las desaparecidas del Juncar y de la Teja. Más allá la de la Salud, manando en abundancia, pero abocada a ser absorbida por el cercano río; orillas del Camamilla, de Bañuelos y otros muchos parajes más, que hemos recorrido gozosamente en estos días de primavera anticipada.

Ni que decir tiene que todo está cambiando. También nosotros, asomándonos al espejo de linfa del Henares nos hemos visto transformados, alegres al visitar de nuevo los emotivos lugares, y tristes por no poder escalar afanosos aquellas alturas desde donde oteábamos la bella estampa de la ciudad.


Larga y apasionada cita que, no obstante su longitud, no me he atrevido a acortar a causa de su interés literario. Más adelante Luis Madrona vuelve a citar a nuestro río al describir, en Tres tortas gratis, el vuelo de uno de esos primitivos aeroplanos de principios del siglo XX34:


No fue más afortunado una semana más tarde, cuando pretendió llegar hasta Guadalajara. Siguiendo el curso del Henares, llegó hasta el paseo de la Fuente del Cura, en Alcalá, y allí quiso aterrizar también por avería; pero no aterrizó, más bien anidó, pues quedó colgado de un árbol como si el aparato fuese un nido colosal y él un pájaro grandote.


Aquellos chalados en sus locos cacharros, que se empeñaban en imitar a los pájaros con sus estrambóticos artefactos... Y que, apenas unas cuantas decenas de años después, vendrían a convertirse en uno de los más significados símbolos de la civilización industrial y tecnológica del siglo XX. Continuemos con la narración. Algunos párrafos después describe Fernando Sancho -o Luis Madrona, que tanto monta- sus románticas andanzas juveniles cuando invitaba a pasear a sus amigas por el Retiro madrileño, incluyendo claro está el inevitable paseo en barca por el estanque del mismo35:


Había que verme a mí que no conocía más aguas que las del Henares y el Camarmilla, haciendo de lobo de mar en mangas de camisa, remando hasta sudar la gota gorda...


¡Quién no ha hecho locuras delante de una jovencita que le hacía tilín! Pero sigamos con nuestra recopilación. En la bagatela titulada Un día de campo podemos leer este jugoso párrafo36:


Escuchado el “hombre del tiempo”, que nos habló de la cuenca del Duero, de las Azores y del Cantábrico, pero del Zulema y alrededores nada, salimos a prima hora de una espléndida e inigualable mañana abrileña, bien provistos de los elementos indispensables para pasar un día de campo, pero ignorando en absoluto el lugar de nuestra soñada meta, escondida entre las abruptuosidades de los cerros de allende el Henares. Atravesamos éste utilizando la barquilla de la Tabla Pintora, bello lugar en que se retratan las torres de la ciudad en las tranquilas aguas del río. Cruzamos la ubérrima finca de la Alvega hasta llegar a las faldas del pico Malvecino. Subimos a un montículo y desde allí contemplamos hasta saciarnos la bella perspectiva de la ciudad, ahora tan dilatada, la feraz planicie cuajada de verdes promesas, al fondo los picos nevados del Guadarrama y como vigías del bello conjunto la esbelta torre de la Magistral y el estratégico edificio de la Facultad de los Jesuitas; a nuestros pies, el manso Henares, orlado de frondosos árboles, todo en silencio, en paz, con esa quietud que sólo en el campo se disfruta, bello espectáculo...


Bello espectáculo, sin ningún género de dudas, el que se ofrece a la vista desde lo alto de cualquiera de los cerros que orlan la ribera izquierda del Henares. A continuación Fernando Sancho hace una descripción autobiográfica en el artículo titulado Carta a un poeta amigo, dedicado al poeta alcalaíno José Chacón37:


Ya ves cómo fue mi vida. Una vida inexplicable, mas como todo se explica, mi vida voy a contarte. Yo nací en un pueblecito de más allá del Henares un 19 de junio, qué sé yo los años que hace.


Por último, nos despedimos de Luis Madrona y de sus siempre frescas Bagatelas con el recuerdo de ésta, titulada Alcalá de Santiuste38:


No hay más que contemplar desde el Campo del Ángel esta nueva ciudad. Parece estar limitada, por un lado, desde el primitivo solar romano en tierras del Juncal, hasta el castro árabe del Val, unidos ambos por los cerros que baña el Henares.


Nos encontramos de nuevo con la prosa de Arsenio Lope Huerta y sus Cartas complutenses al recordar, en la titulada De pinos, de chopos y de Felipe II, una polémica tala masiva de árboles efectuada en un parque situado junto al puente Zulema39:


Y ha sido en la más hermosa de las alamedas que le quedaban al río Henares. Aquella que ofrecía sombra y frescor en la orilla de la poza situada apenas rebasado, aguas abajo, el puente Zulema en la margen derecha del río. Allá donde el río traza una curva violenta para ir lamiendo la falla terciaria de los cerros camino de “las terreras”.


Mediado el año 1982 apareció en Alcalá uno de los libros más interesantes de entre todos los escritos sobre ella en los últimos años, Alcalá de Henares medieval. Arte islámico y mudéjar, obra del profesor Basilio Pavón Maldonado. A pesar de no tratarse de una obra literaria, sino de investigación histórica, nos encontramos con que el profesor Pavón describe así a nuestro río al comentar el conocido grabado de Antonio van den Wyngaerde40:


En el plano (...) se contemplan el castillo o la Qal’a de Alcalá la Vieja, lejano y reducido a fortaleza murada, como flotando en medio de tres sólidas culminaciones por bajo de las cuales culebrean las aguas del río Henares...


En la Carta complutense titulada Carta abierta a Manuel Díaz, en torno a “Los Jerafines”, Arsenio Lope Huerta volverá a recordar su querido “arco de ballesta” de reminiscencias machadianas41:


Hace ya muchos años, seguramente más de veinte, que se procedió a repoblar en su integridad las laderas que nuestro hermoso cerro de San Juan del Viso vierte a la orilla izquierda del Henares, allá por las Zorreras y el Arco de Buenavista, donde nuestro viejo río traza, él también, su arco airoso de ballesta.


1983 se inicia, en lo que a nosotros respecta, con el libro titulado Leyendas y refranes complutenses, una recopilación de antiguos mitos alcalaínos realizada conjuntamente por Arsenio Lope Huerta y Manuel Vicente Sánchez Moltó42. No faltan en él referencias al Henares, como ocurre en el capítulo titulado La Mesa de Salomón, donde nos encontramos con una descripción de la turbulenta época en la que tuvo lugar la conquista musulmana de Alcalá43:


Tan sólo se produjeron los cambios de algunos nombres (¿quién decía que el cambiar el nombre de las calles es vicio reciente?): Compluto por Al-Kalá, el río Faenarius por el de Guadal-Henar y el monte Tarac por el de Gebel-Zulema.


Más adelante describen así los autores el hallazgo de la imagen de la Virgen del Val, patrona de la ciudad, en el capítulo que se llama, precisamente, Nuestra Señora del Val: Su misteriosa aparición y de donde se deduce su afán viajero44:


Y años después surge el milagro: hallábase un labrador, jornalero, de quien la historia no nos ha dejado ni el nombre, ni el de su señor, labrando una tibia mañana de otoño de 1184, en las proximidades del río Henares, cerca del hermoso olmar que regaba nuestro río, cuando de pronto notó cómo la reja del arado tropezaba con un objeto pesado y contundente.


Mucho es lo que ha padecido Alcalá, a lo largo de su historia, por culpa de los desbordamientos del Henares, y así nos lo recuerda el capitulo De la maldición de san Vicente a la profecía de doña Luisa de Carrión45:


Corría el año 1412 y desde entonces se ha venido transmitiendo de padres a hijos la maldición de san Vicente Ferrer, y todos hemos temblado un poco cuando nuestro viejo y querido Henares (o su pequeño y peligrosísimo “hijo”, el Camarmilla) han aumentado su caudal.


También será recordada, por su magnitud, la gran riada de 159746:


Pronto empezó a rugir el Henares, muy caudaloso aún al haber sido un invierno y una primavera los precedentes, y aun hasta el verano, ricos en nieve el primero y en lluvias los segundos; y no tardó en desbordarse, haciendo llegar su agua hasta la misma plaza de San Diego, arrollando la Puerta de Aguadores y la Puerta Nueva, que más parecían las esclusas de un gigantesco canal con acceso a la apacible villa, aún, alcalaína.


Por último, concluye este libro, en lo que a nosotros respecta, con la siguiente copla que, perteneciente al romancero popular, viene recogida en el último de los capítulos del libro, titulado Coplas y refranes complutenses47:


Sé que a Alcalá o Complutm
baña el Henares;
mas también sé que abundan
los militares,
y éstos a veces,
sin estar en el río,
¡Son unos peces!


Retornamos a la prosa de Francisco Antón con el artículo titulado El pasajero, perteneciente a su sección Viaje a lo fantástico. En su segundo párrafo, leemos48:


Por aquel entonces las aguas del Henares a su paso por la ciudad discurrían alegres y cantarinas. Sobre sus ondulados lomos cabalgaban las rosas, todo era limpio y transparente y sus riberas fueron el lugar elegido para nuestra conversación.


En marzo de este mismo año 1983, concretamente en la festividad de San José, se celebró en Alcalá la V Carrera Popular. Con este motivo fue editado un pequeño folleto en el que A. Fernández Ortiz dice lo siguiente de forma harto crítica49:


Estás al final del Paseo del Val, cerca de la ermita repleta de antiguas romerías y plena de fervor festivo y popular. Aquí se adoró a su patrona. que según cuenta la historia huyó del centro del pueblo para cobijarse en Su árbol; donde había sido hallada por un labrador. No muy lejos el río, semilla de cultura y vida, hoy... ¡Dónde los intereses de un pueblo! Río, antes Campos de NAHAR (Heno) hoy sólo el Henares.

Siente vergüenza el río y se esconde en pasados.

(...)

Río, que entre sus aguas infectadas, gritando responde. -Mi vergüenza es de todos-.

(...)

¡Henares, valle rasgado!
Al Norte Fábricas.
Al Este, Fuente la Teja.
Como centro, el sol.
Al sur,
al sur, mi profunda queja.


Otro de los personajes habituales en el mundillo literario de nuestra ciudad y también colaborador de Puerta de Madrid, José César Álvarez, recuerda con añoranza al antiguo Henares en una de sus Notas de mi bloc, titulada Los baños de ayer y de hoy50:


Hoy cada cual escoge en Alcalá de Henares, como en cualquier sitio, esta o aquella piscina, si es que no la tiene en su propiedad. Antaño, no; como las piscinas no abundaban como ahora, el lugar de elección era un paraje u otro del río Henares. En aquel entonces, cuando éramos críos, y el Henares era límpido y torrencial, había lugares bucólicos para dar y tomar. Íbamos al Muro, o a la Presa de las Armas, a Matillas, a Aguas Verdes, al Puente del Zulema, a la presa de Cayo... O nos remontábamos a La Oruga o, aún más, hasta La Canaleja o El Encín. Pero la fuerza cristalina y torrencial de nuestro padre el Henares se quebró. Sus aguas, ahora, de un verde putrefacto, muestran la senilidad prematura de nuestro entrañable río. El Henares no ha podido soportar el enorme peso demográfico e industrial de la ciudad y discurre maloliente y boqueante, en agonía, huero de los barbos, carpas y bogas de su juventud y de la nuestra.

(...)

¡Adiós, aguas libérrimas del Henares, víctima de la generosidad hospitalaria de Alcalá de Henares durante las últimas décadas. Adiós, juventud cristalina y torrencial del río y de nosotros.


En el programa de ferias de 1983 apareció el articulo titulado Alcalá de las Cigüeñas, escrito -aunque no firmado- por el entonces alcalde complutense Arsenio Lope Huerta. Alcalá, huelga decirlo, es ciudad de cigüeñas, pero también lo es de otras aves, como se cuida de recordarnos el autor51:


Hay también cernícalos que han adquirido carta de ciudadanía, anidando en una vieja y desmoronada torre del Palacio Arzobispal. Y hasta gaviotas que, ¡pobres de ellas!, confunden el Henares, entrañable y sucio, con un brazo de mar. Y perdices y pollos de agua, y patos y algún azulón que otro, donde los chopos de la ribera se hacen cañas.


Era costumbre de la Caja de Ahorros de Madrid ilustrar las exposiciones que se realizaban en su aula cultural con unos pequeños folletos que informaban sobre la vida y la obra de los autores expuestos. En 1983 Ángel Humanes expuso en la sede alcalaína de esta entidad toda una serie de cuadros dedicados al río del Arcipreste y el Doncel, de Guadalajara y Alcalá; así la comentaba Robert A. C. Richards52:


El río Henares a su paso por Guadalajara y Alcalá es otro éxito pictórico de Ángel Humanes. Su imagen en el lienzo invita a pasear junto a él y a escuchar el sonido suave de sus aguas en una tarde de verano en que la luminosidad del cielo perfila los reflejos de los árboles en su ribera.


La siguiente referencia al Henares pertenece a un artículo anónimo, publicado en Puerta de Madrid bajo el título II Semana Cisneriana, y más concretamente a su introducción53:


Alcalá debe su existencia física a la vega del Henares. Pero si el Henares le ha dado la vida, no se concibe lo que es la personalidad de Alcalá sino a la luz de la influencia cisneriana en su discurrir histórico.


Ya en 1984, nos encontramos de una cita procedente de la pluma de Ramón González Navarro, un historiados local muy activo durante esos años, la cual está del tercer y último artículo de la serie titulada Lutero y Alcalá54:


Hay algún hilo, alguna concordia vital, del río Henares y la Universidad de Alcalá. Entre las pilastras que se aparean verticales en su fachada, Perseo se enmarca, como un símbolo, al igual que lo hace Andrómeda en la otra orilla pétrea. El triunfo de la luz sobre las tinieblas, allí los tiene redentos para siempre: la luz de la sabiduría encarnada en la Universidad, sobre las tinieblas de la ignorancia. Lope supo establecer en este carácter común, río y lenguaje contenido en esculturas, todo un paralelismo tal vez exegético del sentido universal complutense.


No cabe duda de que Francisco Antón es uno de los alcalaínos que más y mejor han escrito sobre nuestro Henares en los últimos años. Como muestra, valga este párrafo perteneciente a la Estampa del camino titulada Ligeras variaciones en torno a un mismo tema, donde el autor describe las imaginarias vistas sobre el río que deberían verse desde la desaparecida posada de San Antonio, en la cual situara Moratín el escenario de su conocida obra El sí de las niñas55:


En el fondo hay una escalera y también una ventana, desde donde se contempla un bello espectáculo cuando el paisaje se despierta al recibir las primeras caricias del sol mientras el Henares a su paso por la ciudad se retuerce y revuelve buscando la escondida senda.


Pasemos ahora a los programas de ferias, otra buena fuente de citas sobre el Henares. En el correspondiente al año 1984 se podía leer el artículo titulado Los árboles de Alcalá, firmado por José César Álvarez. Así habla este escritor del río56:


Nuestra colonia de árboles más vetustos, entre los de hoja caduca, está también integrada por plátanos, los de la Ronda Fiscal, allá por la Tabla Pintora, cerca del acusado meandro por el que el río se nos echa encima.


Durante el verano de 1984 se realizaron importantes descubrimientos arqueológicos en el solar de la antigua ciudad romana de Complutum, actual zona del Paredón del Milagro. Se trató, evidentemente, de una noticia de alcance en Alcalá relatada de la siguiente manera por Pedro Enrique Gómez, entonces responsable del gabinete de prensa del Ayuntamiento, en el artículo titulado Crónica de verano57:


Y hasta allí, hasta el camino del Juncal, Paredón del Milagro, lugar donde los últimos pisos de Reyes Católicos detienen su avance y las últimas huertas de la vega del Henares se resisten al mal llamado progreso, lugar señalado en la carta arqueológica de Dimas Fernández Galiano, nos acercamos muchos alcalaínos, un goteo permanente para saciar la curiosidad sobre algo a lo que los periódicos dedicaban grandes titulares y sus mejores páginas.


En el artículo Apuntes sobre la feria de Alcalá, Fernando García Pelayo hace un balance de los pros y los contras de la feria recién terminada, recordando en su último párrafo las ferias de antaño con estas palabras en lo referente a la desaparecida travesía del Henares58:


Me acuerdo también de la travesía del Henares, cuando nuestro río iba limpio, donde competíamos con lo más granado de la natación madrileña.


En septiembre de 1984 se conmemoró el octavo centenario de la aparición legendaria de la imagen de la Virgen del Val, patrona alcalaína. Con tal motivo, la cofradía de la Virgen del Val editó un pequeño librito titulado Historia de la Santísima Virgen del Val. Alcalá de Henares, 1184-198459. Comienza el libro, a modo de prólogo, con una trilogía de sonetos titulados Oración, en tres tiempos a la Virgen del Val. Su autor es el poeta Luis de Blas, y el primer terceto del último soneto dice así60:


O ser en tu homenaje agua bendita
de un río silencioso que te besa
manso, al pasar, las plantas seculares.


Ya en el cuerpo de la obra, el anónimo autor de la misma -tiempo después se sabría que se trataba de José García Saldaña- describe así el hallazgo de la imagen de la Virgen61:


Corría el año de 1184. Había en la hoy Ciudad un labrador cuyo nombre no nos ha conservado la Historia; y un día, hallándose arando un predio situado en la margen derecha del río Henares, casi al pie de la fortaleza árabe que había sido reconquistada por el arzobispo de Toledo don Bernardo en 1118.. (...) Allí todo era paz y sosiego; el silencio sólo era interrumpido por el trinar de los pájaros y el murmullo de las aguas.


Pedro Enrique Gómez publicó, en su columna titulada La semana complutense, el artículo Alcalá de Henares, corazón de España, de título quizá un tanto exagerado, en el que alude a la ya tradicional representación, en las calles de la ciudad, del Tenorio itinerante62:


España reverdece culturalmente. Está en todas las opiniones. (...) Alcalá está llegando a tiempo. Este mito se incorpora ya al nuevo impulso cultural de Alcalá, desde donde adquiere una nueva proyección. Corazón, de España, en el que palpitan los grandes significados de nuestra cultura. Cervantes desde siempre, Zorrilla ahora navegando desde el Guadalquivir al Henares.


A la elegante pluma de Francisco Antón corresponde la siguiente cita, perteneciente al artículo titulado Presencia de Juan Luis Vives en sus “Diálogos”, donde podemos leer la impresión que al autor le produce la lectura de los Diálogos de este gran humanista español63:


Si el lector es amigo de la placidez y del silencio, si le gusta ver discurrir ante sus ojos esa vida menuda y prosaica de los pueblos, si quiere alejar su espíritu, no del mundanal ruido, como nuestro Fray Luis en las riberas del Henares, sino de “esa vida falsa, estúpida y vulgar” del olvidado y desconocido poeta portugués, no cabe duda de que encontrará solaz para su esparcimiento con la lectura de los “Diálogos”.


Recién iniciado el año 1985, Fernando García Pelayo publicaba el artículo Miscelánea de actualidad, uno de cuyos párrafos, que reproduzco íntegro, lleva el título de Henares, río universal, relatándose en él una divertida anécdota que hace de nuestro modesto río un sorprendente émulo del Tajo o el Ebro, por encima incluso de ríos tan señeros como el Duero o el Guadiana64:


En un reciente viaje por Francia, maté el tiempo a diez mil metros de altura leyendo el prospecto de la compañía nacional francesa. Me fijé en los mapas donde figuran trazadas las rutas aéreas de esa compañía. España figuraba a doble página con media Europa y eché un vistazo al mapa de la península. Además de las ciudades con aeropuertos internacionales, figuraban cinco ríos, con su característico trazo azul lleno. Allí estaban el Miño, el Ebro, el Tajo y el Guadalquivir. ¿El quinto de la lista? Pues ni más ni menos que el Henares, con un rotulado que cogía media Castilla. Me hizo reír y, al mismo tiempo, me llenó de satisfacción. No se comprende muy bien cómo el equilibrio y la proporción, cualidades que solemos atribuir a los franceses, pudieron fallar en este caso. Tengo para mí que la razón de esta simpática pifia hay que buscarla en algún anónimo alcalaíno que se haya infiltrado en los servicios cartográficos de esa prestigiosa compañía aérea. Y es que hay más de dos millones de españoles desparramados por el ancho mundo. Y de ellos, algunos vieron la luz por primera vez al pie del cerro del Viso.


El poeta alcalaíno José Chacón, cuyas excelentes poesías ya hemos tenido ocasión de conocer, recibió en marzo de 1985 un merecido homenaje cristalizado en forma de libro que lleva por título Antología Homenaje65. José Chacón, hombre de ríos y amante confeso del Henares, no podía dejar sin citar en varias ocasiones a nuestro río en éste su segundo libro de poemas, tal como lo hiciera en el primero; y no sólo él, puesto que Francisco Antón, otro alcalaíno de adopción y también escritor, aunque prosista, dice así en el prólogo66:


Pese a que la imagen de la Mancha sobresale en sus poemas con excelsa magnitud, la presencia de Alcalá permanece ligada a ellos con esencial eternidad. Calles, plazas, paseos, fuentes, riberas del Henares -“el río del idioma”, como le llamó Ramón de Garciasol-, quedan plasmados en sus romances como homenaje a la ciudad que le abrió amorosamente sus brazos.


Ya en la antología, José Chacón nos regala con esta estrofa perteneciente a la poesía que lleva por título Calle de Roma, la primera precisamente de ésta67:


En estos castellanos guijarros seculares
corazones enjutos de la raza española,
se forjaron al viento templado del Henares
los hijos del milagro, cadetes de Loyola.


De la calle de Roma, actual de los Colegios, pasamos al romance La novena maravilla, publicado en 1972 en el semanario Puerta de Madrid, en el que el poeta califica de tal a la renacentista universidad complutense68:


Amplio huerto en el Henares
pletórico de semilla
para sembrar por el mundo
nobleza y sabiduría.


Amaneciendo es un grupo de cinco sonetos que relatan la vivencia que José Chacón compartió en su día con tantos y tantos españoles, la siempre dura emigración en busca de nuevos horizontes en los que poder encauzar sus vidas. Nuestro poeta recaló en la que durante muchos años fue su ciudad adoptiva, Alcalá, y así nos lo recordaba en los dos cuartetos del quinto y último soneto69:


Nobleza, engendra gestas singulares.
Sencillos, desprovistos de secretos,
nacieron cinco rústicos sonetos
que son las cinco huellas dactilares,
con que sello otros tantos ejemplares,
para alargar tu haber de hombres completos
y ser historia tuya: Olmos escuetos
clavados a esta curva del Henares.


Tras una nueva selección del romance Mi señorío, ya recogido, en su parte referente al Henares, al reseñar el anterior libro de José Chacón, hemos de detenernos por último en un nuevo romance titulado Alcalá, fin de jornada, también publicado en Puerta de Madrid en 1972, que comienza así70:


La verde monotonía
del paisaje, se dilata
del Vera cruz a Ocejón,
desde el Viso a Guadarrama.
Centinela en el camino
desde Gredos a la Alcarria
y del Jarama al Henares,
duerme la ciudad, callada;
galeón que iba a Occidente
con una carga sagrada
y encalló en las aguas verdes
de la ría castellana.


Una segunda referencia hace el escritor al Henares en esta misma poesía cuando canta la siempre alegre y bulliciosa llegada a Alcalá de las cigüeñas71:


Bien venidas, mis amigas
Castilla ya os esperaba;
hundíos en el Henares
y sacudid la nostalgia,
que en esta nave de piedra
reinan la paz y la calma.


Alcalá, alba de América, publicada en 198672, es una recopilación de artículos, publicados en distintos medios de comunicación locales y nacionales, con el tema común de la relación existente entre la ciudad de Alcalá y el continente americano descubierto casi quinientos años antes. La relación de artículos contenidos en el libro es realmente amplia, y en ellos existen algunas referencias al Henares dignas de ser tenidas en cuenta. Y así, sin más dilación, comencemos con la perteneciente al artículo que lleva por título Un historiador para América, firmado por Francisco Javier García Gutiérrez73:


Era el mes de julio y los chavales se refrescaban en las orillas del Henares o Camarmilla. Desde allí o desde las eras pudieron oírse las campanas de San Justo que tocaban a bautizo: el Maestro Ortega, cura perpetuo de la Iglesia Magistral, administraba el Sacramento “dentro de dicha iglesia”, porque todavía no se había erigido la parroquia de San Pedro como tal, a un crío llamado Antonio de Solís y Rivadeneira, hijo de Gerónimo Solís Ordóñez y Ana María de Rivadeneira. Era el 28 de julio de 1610.

Seguro que Antonio de Solís, años más tarde, ya mozuelo, no irá al Camarmilla o al Henares a pescar, a bañarse, a coger nidos ni “palelú”: “era de carácter grave y retirado”.


Alcalá de Henares y sus empresas del espíritu, publicado inicialmente en el número 243 de la revista Mundo hispánico, fue la contribución de José Montero Alonso al libro Alcalá, alba de América. Veamos cómo describe este autor al Henares al comentar la fundación de la Universidad por Cisneros74:


Van llegando a Alcalá hombres doctos en letras y en religión. Son Antonio de Nebrija y Diego López de Zúñiga y Pablo Coronel y Alonso de Alcalá -una Alcalá andaluza, en tierras de Jaén, no esta castellana Alcalá que canta canciones de siega cerca de los húmedos sotos del Henares-, y Alfonso-Zamora...


De nuevo Francisco Javier García Gutiérrez recuerda al Henares en su artículo El sueño del mayor de los alcalaínos, dedicado como es fácil de suponer a Miguel de Cervantes75:


Siempre soñó. Soñó desde niño en las riberas del Henares. Y de mozalbete en las del Guadalquivir. De mozo en las riberas del Tíber y el Arno, cuando se fue con el cardenal Acquaviva.


Terminan las citas extraídas de este libro con otra asimismo de Francisco Javier García Gutiérrez tomada de su Discurso de salutación a la antorcha olímpica camino de Méjico, leído originalmente en 1968 con motivo del paso de la antorcha olímpica por Alcalá, al que pertenece el siguiente párrafo76:


Hay más aún en este alto en el valle del Henares, bucólico y arcádico, según los saberes renacientes y testigo de los correteos y las algaradas de nuestros estudiantes.


También en 1986 creó el ayuntamiento alcalaíno una nueva colección titulada Biblioteca de Temas Complutenses, complementaria de la ya consolidada Alcalá Ensayo y ciertamente efímera, puesto que tan sólo contó con los tres volúmenes iniciales. El primero de ellos, titulado Figuras y paisajes77, es una antología de artículos de Francisco Antón publicados en distintos medios de comunicación a lo largo de bastantes años. Antón, además de ser un excelente escritor, se muestra como un enamorado del río Henares, al que cita abundantemente en sus escritos. Por ello, la selección de citas de este libro ha de ser necesariamente larga, aunque el interés de las mismas lo justifica y lo exige.

Comencemos con el primero de estos párrafos, perteneciente al articulo que lleva por titulo Breve visita a la capital de la Alcarria, aparecido originalmente, en 1958, en el periódico La Voz de Galicia78:


El viajero, dando por terminada su visita a Guadalajara, piensa que ya es hora de emprender el regreso hacia la estación. (...) La tarde se acuesta sobre el río en el que Juan Ruiz sembraba loca avena a sus riberas, mientras a la noche se le pierden en sus aguas sus primeras estrellas.

Y el viajero, que no ha quedado defraudado de su visita a la capital de la Alcarria, mientras contempla cómo la ciudad se ciñe a sus riñones la faja plateada del Henares, no ha tenido más remedio que decirse para sí mismo: me gusta este lugar.


Historia de un hombre que tenía la tarde libre es el siguiente artículo a considerar; aparecido en el extinto semanario Nuevo Alcalá en 1962, nos dice lo siguiente79:


El Henares discurría manso y silencioso, entregado de lleno a sus pensamientos. Era un río de orillas secas. En sus aguas no se reflejaban verdes alamedas, ni orillas frondosas; tan sólo la pureza del cielo se fundía con la del agua. Y era un agua tan quieta, que no parecía agua, sino aire del collado que bajó a recostarse blandamente en aquel tranquilo lugar.


Es sabido que Miguel de Unamuno estuvo en Alcalá, a finales del siglo XIX, invitado por su paisano y amigo el padre Lecanda. Francisco Antón rememora esta visita en el artículo titulado Unamuno en Alcalá80:


El espíritu de hombre bueno, de místico en esencia del padre Lecanda, se agigantó al ver tanto sol tumbado sobre los campos infinitos. Le gustó la ciudad, de calles solitarias, caldeadas, de casas bajas y terrosas, mientras allá, al fondo, el Henares se arropaba de espesa niebla y sus riberas, festoneadas de temblantes álamos, lamían los pies de los cerros desnudos que mostraban las capas del terreno resquebrajado por la sed y los grajos buscaban refugio en las tremendas oquedades que se reflejaban en las virgilianas aguas del río.


Acto seguido Francisco Antón nos recordará que a Unamuno, al contrario que al sacerdote de San Felipe, no le gustó Alcalá. Evocación de un día de campo, como su titulo indica, relata una excursión, organizada por Fernando Sancho, que tuvo por destino los cerros de allende el Henares81:


Propuso a Julio San Luciano, al poeta José Chacón y al que escribe estas líneas para que fuésemos dirigidos por él en busca de un puente -¿romano?, ¿árabe?- perdido allá, traspuesto el por aquel entonces bullicioso y limpio Henares, entre las abruptuosidades de un paisaje inhóspito cargado de pelados cerros.

(...)

Dicen que el paisaje hace al hombre. No lo sé. Lo que si sé y recuerdo es que llegamos a la Tabla Pintora, donde se reflejaban las torres conventuales de la ciudad, cruzamos el Henares a lomos de una rústica barquilla y penetrando en la finca de la Alvega llegamos hasta las estribaciones del pico Malvecino Subimos a un montículo, y después de presenciar desde lo alto el maravilloso espectáculo que se presentaba a nuestros pies, realzado por esa quietud que sólo se consigue en la soledad sonora de los campos, bajamos en busca del puente.


Francisco Antón solía gustar de dedicar artículos a diversos escritores españoles contemporáneos, y entre ellos no podía faltar el que lleva por titulo Ramón J. Sender82:


Necesitaba en estos días de iniciación primaveral, cuando las primeras cigüeñas planean majestuosas por el azul de la ciudad y el Henares a su paso por los aledaños de la ermita del Val borbotea juguetonamente entre los lisos y redondos guijarros, dedicar un sencillo y emotivo recuerdo a Ramón J. Sender, un escritor que abandonó España después de la guerra civil estableciéndose en los Estados Unidos, donde ha fallecido recientemente.


Poca presentación necesita el artículo Exaltación apasionada del río Henares, si es que acaso necesita alguna... Ha de perdonárseme si en esta ocasión no puedo evitar la tentación de reproducirlo íntegro; ya que todo él es un canto a nuestro río, nunca hubiera podido extractarlo sin mutilarlo irremisiblemente83:


I

A pesar de que aquel diluvio decretado por Dios para castigar a los hombres y a las hijas de los hombres ya no volvería a repetirse y que mientras durase la tierra habría sementera y cosechas, frío y calor, verano e invierno, día y noche, la comarca levantina ha sufrido el embate más terrible de agua que han visto los siglos; tanto, que los ríos se han hinchado desbordándose y las aguas de las torrenteras han arrastrado en su ímpetu avasallador aves, bestias, seres vivientes y parte de lo que pululaba en la rica región levantina. Nuestro, río, el Henares, ya no es el río que acostumbraba a salirse de su cauce sano y patriarcal inundando sus riberas y a veces enfangando la ciudad con sus crecidas. Salir a contemplarle en estos días cargados de sonoridad otoñal, cuando los atardeceres se diluyen y el silencio se hace más profundo en torno a sus riberas, es llenarse de nostalgia y empobrecerse ante espectáculo tan triste y desolador. Hoy el Henares a su paso por Alcalá apenas lleva agua, y apartado del bullicio, solitario, como buen contemplativo, vegeta lento y silencioso sobre el paisaje virgiliano. Ya no hay en él alegría y sus carnes se estremecen al ver cómo los hombres echan sobre sus verdes y curvos lomos todo lo que no es puro y azul, además de ver hincharse sus entrañas de botes de hojalata, de envoltorios de plástico, de cáscaras de frutas y de restos alimenticios. De cuando en cuando en sus orillas los peces flotan sin vida mostrando sus vientres plateados. Sin embargo, el Henares, dentro de su laceria, ha sido un río cantarín y risueño que ha sabido jugar con las presas, penetrar en las desdentadas bocas de los molinos harineros, dormilón al buscar el cobijo de los cañaverales, samaritano al dar de beber a las sedientas tierras... Se puede añadir sin exageración alguna que si en sus riberas no existiesen los hombres sería un río tan sagrado como el Jordán.


II

A su paso por su Alcalá del alma, el Henares se transforma. Ya no es el río saltarín y juguetón donde en sus meandros las ranas se zambullían en el tibio encanto de sus aguas transparentes. En su orilla izquierda se levantan la piel seca del Malvecino y la cumbre pelada del Ecce-Homo, de cuyos cerros se desprenden desgarrados muñones de tierra rojiza que se persiguen incansablemente como si sobre ellos hubiese caído una maldición divina. Siguiendo su cauce los labios de las torrenteras se aprietan resecos y llegado al puente del Zulema, lugar convertido en bello paraje para solaz de los alcalaínos, el río da media vuelta, se ondula y retuerce y luego se arrellana para volver a su discurrir normal, esta vez enmarcado por paredes de tierra cárdena que se levantan sin vegetación alguna y cuyos únicos vestigios de vida los componen los grajos, que con su seco y áspero gritar trazan sobre el azul del cielo las negras rayas de su vuelo buscando acomodo en las tremendas oquedades, mientras a su orilla derecha las pocas huertas que van quedando se abren y ensanchan, y el río ante la ternura vibrante del valle, se libera a su esclavitud, pareja a la de los israelitas en Egipto, y al llegar a la zona verde de los viveros se engrandece para darle el adiós a la ciudad y de paso para cumplir con su misión principal: la de engordar al Jarama, que al fin y al cabo es el morir.


III

En el Henares ya no se reflejan las torres de la noble y vieja ciudad en el paraje denominado la Tabla Pintora, motivo de inspiración de pintores y poetas locales. Si acaso, moles ingentes de edificios de cemento, que son las que han venido a suplantar esa paz bucólica que tanto le caracterizaba. Y es que a nuevos tiempos, nueva estampa. De tarde en tarde aparecen algunos chopos reverberando bajo el sol que el hombre se encarga de talar. Y si a esto añadimos que la diosa Diana cuenta aquí con infinidad de discípulos que exterminan a las avecillas del contorno, tendremos que las riberas del Henares, antaño nemorosas, hoy ofrecen un espectáculo nada grato.


IV

Pero el Henares no es culpable de todo ello. Él sabe que ha sido cantado por espíritus sensibles que por medio de la palabra escrita le han encumbrado dedicándole las más sonadas endechas. Él conoce que cabe la umbrosa fronda de sus riberas se inspiró fray Luis de León, estudiante por aquel entonces en Alcalá, para componer aquella oda tan maravillosa dedicada a la vida plácida y serena alejada del mundanal ruido. Él se enorgullece de haber sido calificado nada menos que como río del idioma. Como no ignora, tampoco, que donde el hombre pone la mano empuerca y arrasa el paisaje más frondoso y que salir en defensa suya en los tiempos que vivimos es como plantar naranjos en las cumbres del Guadarrama o bien como llover sobre la mar. Porque lo que el Henares no llegará a comprender nunca es por qué los hombres se han ensañado tan despiadadamente con él. Será porque con el paso de los tiempos han ido perdiendo su carácter druida.


Hasta aquí el artículo, publicado inicialmente en 1982, un año en el que la degradación de su curso había alcanzado unas cotas realmente preocupantes. Hoy, bastantes años después, la situación ha mejorado sensiblemente tras realizarse varios proyectos de saneamiento en Alcalá y en la provincia de Guadalajara y el Henares discurre más limpio, aunque pese a ello no ha logrado recuperar en su totalidad su anterior pureza. Continuemos. Como ya se ha comentado anteriormente, Llanura fue el intento más serio de crear una revista cultural complutense. Francisco Antón participó de forma muy activa en la gestación de esta aventura, lo que nos recuerda con su prosa fluida bastantes años después en un articulo titulado precisamente así84:


Siempre tendré frases de elogio para Llanura, aquella revista complutense de poesía que hizo su aparición allá por los años de la década del 60, cuando la gran familia alcalaína vivía pendiente de los pagos del piso, del frigorífico o del televisor, y el Henares a su paso por la ciudad arrastraba fragancias de rosas nuevas.


De vez en; cuando, Antón gustaba de dedicar un artículo a Alcalá, tal como es el caso de Comentario discreto sobre nuestra ciudad, al que pertenece el siguiente párrafo85:


Alcalá de Henares tiene una parte de fronda, la que se pasea junto al Henares, y otra de sequedad, la que se contempla desde los altos del Campo del Ángel, donde la vista se dilata y pierde en el horizonte infinito sobre el que navega la petrificada torre de Meco.


Pero no todo era de color de rosa, como recordaría más adelante el autor en este pesimista comentario86:


Nuestro Henares, “el río del idioma”, como enfáticamente lo definió el poeta, que si bien es cierto que sus aguas llegan a nuestra ciudad cargadas de inmundicias, también es verdad que aquí ve hincharse sus entrañas con botes, de hojalata, con envoltorios de plástico, con cáscaras de frutas, amén de los vertidos que recibe sin previa depuración de algunas fábricas. Un río que hace tan sólo dos décadas era cantarín y risueño, ahora se ha convertido en una verdadera cloaca. En sus aguas ya no existe vida y en sus riberas no hay trinar de pájaros.


Más optimista es esta otra visión del Henares, dada por el propio Antón en Alcalá de Henares en nuestra literatura, a juzgar por lo que sigue87:


Allá, en las afueras, al patriarcal Henares, solitario y silencioso, como buen contemplativo, veía transcurrir los días con la serenidad de un filósofo clásico o un erudito del Renacimiento, mientras a su paso le sonreían los resecos labios de las torrenteras.


Una nueva descripción del paisaje alcalaíno nos la encontraremos en el artículo titulado A propósito de un festival de cine88 :


Su paisaje agreste, en su mayoría compuesto por cerros escarpados sin vegetación alguna cuyas resecas torrenteras bajaban a apagar su sed en la bíblica alegría del Henares...


Como puede comprobarse, Antón era un gran enamorado de nuestro río, como nos vuelve a demostrar en el artículo titulado Recorrido sentimental por la ciudad y sus aledaños89:


En las afueras, la gracia tierna y joven de las huertas se muestran peinadas y pulidas como cabelleras de princesas casaderas, y el Henares, dormido en los almohadones de los remansos, emprende pensativo el camino buscando la escondida senda como un místico cualquiera, sin prisa ninguna para llegar a su destino.


A Réplica intrascendente a un comunicante anónimo pertenece el siguiente fragmento90:


No sonríen las hojas de los árboles y allá en las afueras, sobre los campos quemados, la cinta cenicienta de la empinada carretera que lleva al Gurugú desciende buscando la frescura de las arboledas. A sus pies, traspuesto el puente de Zulema, el Henares, cargado de bulliciosas ondas, trisca y juguetea sorteando los peñascos que quedan de lo que fue el antiguo puente del Arzobispo Tenorio y al lamer las desgarradas faldas de los cerros cercanos se aleja perezosamente siguiendo su ruta azul, mientras se enjuga las lágrimas con los pañuelos verdes de las pocas huertas que van quedando.


Sonoridad artística otoñal, por su parte, se refiere a una exposición fotográfica celebrada en Alcalá allá por octubre de 198491:


El Henares (...) rebullendo entre las presas donde los pescadores matan las horas con mística quietud, o bien serpenteando al borde de trágicos desfiladeros, o durmiéndose en la paz de los remansos sombríos de aguas transparentes...


Más adelante, en el artículo titulado Alcalá en el humo dormido de los recuerdos, Antón recordará su primera visita a Alcalá, allá por los años de la guerra civil; así vio entonces al río92:


Sobre el Henares, que serpenteaba paralelo a la carretera general, se recostaba una neblina azulada y espesa que se desparramaba sobre las huertas.


En Deber de amistad, donde rinde homenaje a Tomás de Fuentepinilla, un poeta amigo suyo, vuelve a describirlo en estos términos93:


Como sucede casi siempre, sin ser de Alcalá es un gran enamorado de las cosas de Alcalá. Toda la orografía que se extiende siguiendo el curso del Henares -el Ecce-Homo, el Malvecino, el Viso- es sobradamente conocida por él. (...) Escalar el Malvecino, coronar su cumbre y contemplar desde su reducida explanada el panorama que se extiende a sus pies es una de las supremas emociones de mi amigo. (...) Él encuentra. la verdad aquí, lejos de los hombres, bajo la bóveda azul, contemplando la pobreza de las “colmenas humanas” mientras el Henares, limpio de brumas, sus aguas tranquilas y sosegadas reflejan toda la belleza que existe en su derredor.


Ilusión, arte e historia es una rememoración de las fiestas y tradiciones de Novelda, ciudad natal de Francisco Antón bañada -es un decir- por el reseco Vinalopó94:


De ahí que ante tan pobres atractivos no me molestaba en desplazarme a mi pueblo natal para disfrutarlos y prefería internarme en la filosófica placidez y en el suave contemplamiento de la vida a orillas no del blanco y reseco Vinalopó, donde uno en sus años mozos deseaba envejecer y morir, sino en las del riente y bullicioso Henares, sintiendo la cercana gracia del agua.


Glosa desapasionada en torno a la ermita del Val nos habla, a su vez, del pasado95:


Eran tiempos en los que el Henares a su paso por la ciudad bajaba cristalino y puro recostándose contemplativo en los almohadones de los remansos y las torres conventuales se aupaban gozosas para verse reflejadas en sus aguas.


Y del presente96:


Ahora, todo ha cambiado. (...) Hasta su fiel compañero de soledades, el Henares, ese río juguetón coronado de rizadas espumas que brincaba sorteando los redondos guijarros, ahora le tiemblan las carnes al entrar en la población. Sabe que sobre sus lomos va a caer todo lo que no es limpio y puro, y se vuelve antipático, perezoso, mustio.


También se lamentará el autor, en La paloma, de su perdida vista sobre el río, cegada por las nuevas edificaciones que, cual dogal de cemento, se fueron ciñendo durante esos años a su hasta entonces virgen ribera97:


Ya no volveré más a contemplar desde mi modesta atalaya la fresca arboleda que en su día denunciaba la gracia del Henares, ese sufrido río que todo lo soporta y que se irrita y se enfurece al tropezar con los ciclópeos peñascos restos del puente que mandó construir Tenorio y se vuelve melancólico hasta llegar a la Presa de las Armas, donde sus aguas se retuercen en un adiós de despedida a la ciudad.


El último de los Cuatro temas de ambiente local está dedicado a las pollas de agua, unas aves de ribera que, pese a las degradación del ambiente, continúan anidando en las riberas de nuestro río98:


Apenas se las ve. Ya de por sí son poco comunicables. Anidan entre la maleza y los cañaverales de la orilla opuesta del Henares, resguardadas de la furia del hombre por esa muralla natural que forman las paredes cárdenas de tierra arcillosa donde los grajos habitan en sus oquedades. (...) Ellas han detectado más que nadie la contaminación del río, que perezoso y meditabundo arrastra su laceria por donde tienen su hábitat, que comprende desde el Puente de Zulema hasta la Presa de las Armas, donde se despide de la ciudad para ir a desembocar en el Jarama, que es el morir. El hombre, ese animal inmenso de la Creación, allí por donde va -riberas del Henares, alamedas pobladas de árboles de hojas temblantes- todo lo empuerca. (...) Cuando Alcalá no era industrial -y así le ha ido- daban vida al Henares en grandes bandadas, acariciando con sus dedos verdes los lomos rugosos del “río idioma”.


Para terminar con la amplia selección de textos de este libro, hemos de considerar el artículo titulado Manuel Azaña, ese desconocido, publicado originalmente como separata del semanario Puerta de Madrid y galardonado con el premio de periodismo de la XVI edición de los premios Ciudad de Alcalá de Henares, primera ocasión en la que se concedía un galardón en esta modalidad. Tal como su título indica, se trata de un breve apunte sobre la personalidad de este alcalaíno universal, tan olvidado e, incluso, tan perseguido durante décadas por mor de la política, esa obsesión nacional que tanto ha trastornado la vida de los españoles durante muchas décadas. Vayamos a lo que nos interesa, las referencias al Henares existentes en este trabajo, que comienzan con un recuerdo de la estancia del joven Azaña en París99:


Y el sembrar loca avena no a orillas del bullicioso Henares, sino en las del grave y sosegado Sena, le llevó a tal desgaste físico que tuvo que refugiarse en Alcalá para dar sosiego a tantos desenfrenos amatorios.


Ya convertido en un importante político y, condicionado por tal circunstancia, forzado habitante de la “villa del adoquín y del tranvía”, como él denominaba un tanto despectivamente a Madrid, Azaña añoraría a su Alcalá natal tal como se refleja en las cartas a su amigo José María Vicario, como nos recuerda Antón con estas palabras100:


Aunque el intelectual escéptico ha visto transcurrir en Alcalá de Henares retazos de su infancia y de su primera juventud, es ahora, al encontrarse lejos de su tierra (...) cuando vienen a su memoria los mares de rubias mieses, las huertas ubérrimas, los cerros descarnados, los campos de girasoles, el serpenteante y bullicioso río que se abraza amorosamente a la ciudad, cuyas torres se reflejan limpiamente en las aguas de la Tabla Pintora.


Como colofón del artículo y también de la recopilación, leamos un último recuerdo a ese paisaje alcalaíno que tanto gustaba a nuestro escritor y que tantas transformaciones ha sufrido en los últimos años, no todas para bien como nos lo recuerda el propio Antón101:


La campiña aledaña al Campo del Ángel, tan árida y seca que bastaba la presencia de las amapolas para hermosearla, y las huertas armoniosas regadas por el Henares, ese río que en su origen baja cristalino y puro y así como va tomando contacto con los hombres se empuerca, cedieron paso a las nuevas edificaciones que se levantaban airosas como nuevas babeles intentando escalar el cielo.


El número 2 de la colección Biblioteca de Temas Complutenses corresponde a la obra que lleva por título Documentos olvidados102. Su autor es el escritor e historiador alcalaíno José García Saldaña, cronista póstumo de la ciudad de Alcalá, y al igual que en el caso anterior se trata de una recopilación de artículos publicados en la prensa local. También aquí aparecen algunas referencias al Henares tal como la que sigue, perteneciente al artículo titulado Los amigos de Cervantes, en el que el autor imagina una visita del autor del Quijote a su ciudad natal103:


Con Francisco de Figueroa, el Divino, vate que residía aquí con su familia, habría dimes y diretes y ensoñaría églogas deambulando por las riberas del Henares.


En Alcalá, l885 compara los textos escritos por los historiadores alcalaínos de finales del siglo XIX, refiriéndose en el párrafo seleccionado a continuación a la extinción de la universidad104:


Alcalá ha perdido su ser, y ya no irradia sabiduría clásica, ni el Henares canta estrofas a sus ninfas.


Luis de Blas, el poeta alcalaíno del que ya hemos leído varias muestras de su buen hacer, publicó en 1997 una poesía dedicada a Ramón del Olmo dentro de un libro recopilatorio dedicado a este entrañable personaje local. Su título es Epístola a Ramón del Olmo, y a ella pertenece la siguiente estrofa105:


Tus dos patrias, Ramón, por dentro tienes
De Azuqueca a Alcalá, y un solo río
De amor por cuyas aguas vas y vienes.


De 1998 es un poemario del mismo autor106 en el que abundan las citas al río de su ciudad natal, todas ellas, como cabe suponer, de gran belleza literaria. La primera de ellas pertenece a su soneto Oración en la ermita, publicado por vez primera 20 años antes al ser galardonado en los VIII Premios Ciudad de Alcalá de Henares tal como fue comentado107. La siguiente poesía es asimismo otro soneto, el cuarto de un grupo de diez que llevan por título genérico Itinerario espiritual (en diez tiempos), que por estar dedicado al Henares reproduzco íntegro108:


Hijo que vas haciendo servidumbre
de estar cerca de todo desafío
deja ya de tirar piedras al río,
deja al río pasar, es su costumbre.

Es su gozo llegar a donde alumbra
un nuevo amanecer al sembradío
y aquí se hace solemne el regadío,
le crecen flores a su mansedumbre.

Su ganancia de amor busca y le espera
por el Val, jubilosa de ribera,
la Virgen, con su cetro, entre las rosas.

Y se va por los viejos hontanares
sabiéndose más río, más Henares,
investido de luces milagrosas.


Al soneto Alcalaíno pertenecen estas dos estrofas109:


Yo soy de aquí, de donde pasa un río
despacio con el agua colmenera
y tengo, por pisar tierra alfarera,
muy dentro el polvo de este suelo mío.

(...)

De este sitio soy yo, precisamente:
-solar preclaro y vieja la corriente-
Alcalá, es la ciudad y, el río, Henares.


Titulándose Henares, río y vida, no podía faltar la siguiente poesía110:


¿Dónde vas tan corriendo, niño río?
Sonríele al Doncel y deja luego
el breve son de tu color paniego
retratado en el rancio señorío.

Caudal por loca avena y amorío,
serás -si adolescente y andariego-
afanosa corriente en largo riego,
canción de alcarria y de campiña brío.

Manso espejo por la urbe mendocina,
dirás adiós -de miel ebrio y de espuma-
a tu patria en grandeza dibujada.

¿Después? verte ser agua alcalaína,
claustral a ciencia cierta, a vuelapluma,
padre Henares remando hacia la nada.


A continuación nos encontramos con una varias obras dedicadas a importantes personajes alcalaínos, la primera de las cuales, de título Francisco de Figueroa, honra a este ilustre poeta. A ella pertenece el siguiente fragmento111:


“Tú, dulce, tú sonoro...” en la ribera
umbría del Henares pedregoso
-Tirsi, pastor, divino Figueroa-
suena tu son, su pálpito encandila.


Y a Juan Ruiz, arcipreste de Hita, éste112:


En la ribera del Henares, iba
-caro Juan Ruiz- a su labor pulsando
“Estrumentos é todas juglarías”.


Este terceto nos recuerda a Antonio de Nebrija113:


Los ríos graba de aguas memorables,
brújula son, imán, cabalgadura
-Guadalquivir y Tormes, Reo, Henares...-


Concluye esta selección de textos de Luis de Blas con un fragmento de Catalina de Aragón114:


Y primado latín con las primeras
aguas benditas del Henares: Niña
recién nacida sonriente estrella.


Pese a su veteranía Francisco Antón nunca interrumpió sus colaboraciones periodísticas en la prensa alcalaína, de modo que recién iniciado el año 2004 publicó en el Diario de Alcalá una serie de siete artículos dedicados a la figura de Manuel Azaña bajo el título común de Azaña, en el ancho Río del Recuerdo. Comienza el primero de ellos describiendo con estas palabras la impresión que le causó Alcalá la primera vez que visitó nuestra ciudad115:


La primera vez que visité Alcalá de Henares me invadió una profunda sensación de soledad. Caía un sol abrasador sobre la ciudad y un aire caliente arremolinaba la hojarasca en los bordillos de las aceras. (...) Se puede decir sin exageración alguna, y hace de ello diez décadas, que Alcalá de Henares moría traspuesta la vía férrea, la Cruz de Guadalajara, y las puertas del Vado y Aguadores, donde se abrían con excelsa magnitud las bien cuidadas huertas regadas por el pensativo Henares. Arriba, en los altos del Campo del Ángel, el horizonte se ensanchaba y la torre de Meco navegaba solitaria sobre un mar infinito.


Puesto que Antón nació en 1916 y el texto está escrito en 2004, es evidente que nuestro escritor cometió un error al cifrar en diez décadas -es decir, un siglo- el tiempo transcurrido desde entonces; pero puesto que por el contexto del artículo se deduce que esta visita tuvo lugar con anterioridad a la guerra civil, cabe presumir que el intervalo de tiempo real ha de entenderse como de al menos siete décadas, que tampoco está precisamente mal. Existe todavía una segunda referencia a nuestro río, en esta ocasión a modo de colofón del artículo, cuando Antón describe su marcha de Alcalá tras una visita -la segunda- realizada ya durante la contienda fraticida116:


La patria chica de Cervantes, la ciudad del martirologio de los Santos Niños, donde en ella convivieron gramáticos como Nebrija y hombres como Cisneros, se desvanecía lentamente, dándome la sensación que la ciudad en vez de alejarse se acercaba más y más hacia mí. Sobre el Henares, que serpenteaba paralelo a la carretera general, se abrieron las nubes y un sol de gloria se desparramó gozoso sobre el campo sin montañas.


En el año 2003 Arsenio Lope Huerta y Jesús Pajares Ortega publicaron el libro titulado Río Henares abajo117. Como cabe suponer, éste está dedicado en su totalidad a nuestro río, repartido a partes iguales entre la crónica de un viaje en bicicleta por sus riberas, desde el nacimiento hasta la desembocadura, y una segunda parte de carácter técnico donde se hace una pequeña historia de las diferentes intervenciones humanas -embalses, abastecimiento de aguas, canales de riego- en la cuenca del Henares. Lógicamente la que más nos interesa en esta ocasión es la primera, precedida a su vez por un prólogo de Pedro Atienza, de título Corriente abajo y marcado carácter literario, como lo demuestra este amplio extracto del mismo118:


Lope Huerta y Pajares, Jesús y Curro, (...) han acompañado al “padre Henares” desde su nacimiento hasta su muerte para dar pábulo a su nostalgia de hombres y, de paso, rubricar el cumplimiento de una promesa común en el fugitivo y parlero cristal quevediano de su amadísimo río.

Tengo para mí que Jesús y Curro, Lope Huerta y pajares, arriscados ciclistas circunstanciales, emprendieron este viaje capitular para dar fe, muy a su pesar, de que el Henares no desemboca en sus almas, lo cual es indemostrable y, acaso, incierto, porque los ríos, todos los ríos, se pierden y se ganan en los arrebatados espíritus que los hacen posibles. Y es el caso. Ellos, los autores de este libro, a la manera de Juan Ruiz, nuestro rijoso y literario arcipreste, también sembraron de avena loca las orillas del Henares durante dos vidas, las suyas, y ahora, mecidos por sus ribazos a golpe de riñón, han cosechado la duda volteriana de donde muere su río.

Lope Huerta y Pajares, Jesús y Curro, a lomos de sus inverosímiles monturas metálicas, han urdido una singladura iniciática en la que, a fuer de hijos, se han convertido en padres amorosos y putativos del Henares, niño pródigo y prófugo de sus ojos. (...) Río Henares abajo, además de un diario volátil dictado a pie de río, es un mensaje en una botella, remitido a quien pueda interesar, que flota al pairo en sus rumorosas aguas y que dice así: “A orillitas del Henares / me puse a considerar: / las penas son como el agua / que no acaban de pasar”.


Concluye el prólogo de Pedro Atienza con este soneto, titulado Tour fluvial119:


A tu arrullo me acojo, viejo Henares,
para contar la gesta de dos hombres,
ciclistas complutenses que de nombres
atienden por Arsenio y por Pajares.

Ellos te acompañaron sin resuello,
entre zarzas, sin tregua y a su suerte,
en tu peregrinar hacia la muerte,
fieles heraldos con el agua al cuello.

Aun bajando parece que ascendieron
coronando tres puertos de primera.
En tus roncas orillas ruta hicieron

para acercarse al mundo como era.
Lope Huerta y Jesús lo consiguieron.
¡Que descansen en paz en tu ribera!


Ya en el texto de los autores, y más concretamente en la introducción del mismo, Lope Huerta y Pajares recogen unos versos escritos por el también alcalaíno Pedro Gamo y dedicados, claro está, al río Henares120:


Cantas, acompañado por el viento
que las copas agita y las orea,
entre soberbios álamos altísimos,
entre los chopos de ramitas tiernas,
entre los olmos, de ramaje espejo,
entre chaparros, fresnos y mimbreros.


Claro está que Lope Huerta y Pajares también citan en numerosas ocasiones a nuestro río, demasiadas sin duda para que sean recogidas todas ellas aquí; así pues, es necesario hacer una selección de las mismas, empezando por el propio inicio del texto121:


Era un viaje largo tiempo deseado. Ver como nacía nuestro viejo padre Henares y acompañarle en su mocedad, en la campiña y en su madurez complutense, hasta afligirnos con él en su suicidio, mil veces repetido, nos parecía el mejor homenaje que hacerle pudiéramos.

El viaje representaba, a su vez, la culminación acaso de un rito iniciático largo tiempo acariciado. El retorno, en sus veredas, a un tiempo donde encontramos nuestros primeros ardores juveniles y donde adivinamos como la impronta de nuestra ciudad, de nacimiento y acogida, venía indeleblemente marcada por sus ribazos.

Acompañar al Henares, desde su nacimiento hasta su ocaso, venía así a ser como cumplir una obligación largo tiempo asumida. Una deuda vencida que no admitía más demora.


Y comienzan su viaje tomando como punto de partida Horna, la pequeña población cercana a Sigüenza donde se encuentran los manantiales del Henares. Tras hacer mención a una poesía de Pedro Lahorascala reproducida en el capítulo dedicado a los escritores de Guadalajara, los autores hacen esta reflexión sobre Horna y el río que allí inicia su andadura122:


Así es Horna: “tan mínima”. Y también es “águila” y tiene “olor a pan”. Ahí eligió el Henares nacer, que nunca fueron altas sus pretensiones.

Nace el río en fresco manantial escoltado por un pequeño robledal, en una zona de prados verdeados y al pie de unas rocas que le sirven de comadrona. Mana con suave borboteo que no acaba nunca y es su agua fresca, clara y cantarina; agua que apaga la sed y prepara para el camino, en una oquedad del terreno que corona una humilde piedra con una más humilde leyenda: “Origen del Henares, 1977”. ¡Como si esa fuera la fecha de su nacimiento!


Más adelante, llegados ya a Alcalá, rememoran viejos recuerdos de antaño aflorando la añoranza de los tiempos pasados123:


Pero todo el viaje por el término municipal complutense ha sido muy grato. A menudo la sombra nos ha protegido del sol y siempre el río ha sido nuestro compañero. Eran, además, los parajes más conocidos por nosotros; aquellos que sirvieron de escenario a nuestros baños y excursiones de juventud. Lugares mil veces visitados y otras tantas recordados y donde el Henares se nos ha mostrado tal como es, lleno de vida y con sus márgenes ensuciadas por la desidia de quienes le usan sin respetarlo, le visitan sin amarlo, le frecuentan sin cuidarlo; ignorantes de que el Henares es fuente de vida y de que sus pueblos ribereños, sin él, serían bien peores e inhabitables.


Bella y sentida reflexión, sin duda. Pero el viaje concluye no muy lejos de la ciudad complutense, en tierras de la cercana Mejorada, y así es como se describe en el libro, a modo de colofón, la mansa entrega de nuestro río en su hermano Jarama124:


Hemos visto el Jarama sucio y marrón y maloliente a nuestra derecha, y sobre él, y aún sin inaugurar, la larga subida de lo que creemos ser la M-45, que raya el paisaje con su línea recta y negra.

Seguimos hacia donde oímos, cantarín, al Henares. El camino se interrumpe. No es posible seguir en bicicleta. Tras árboles y altas plantas vemos a nuestro río. Pero queremos verle desembocar en el Jarama, morir en él, en algo que, más bien, semeja una especie de suicidio permanente y continuo. Seguimos a pie entre ortigas y al fin nos hallamos a la orilla del Henares al que vemos, con sus aguas claras y aparentemente limpias, entrar con pesar en un Jarama que no es otra cosa que una cloaca maloliente.

Hace unos días le vimos nacer. Hoy le vemos morir. El camino andado con él nos ha permitido conocerle mejor y, ¿por qué no decirlo?, amarle más. Él es nuestro padre, quien nos da vida y difícil nos resulta aceptar que a quien tanto nos da, tratemos tan mal.


A Fidel Vela, nacido en la localidad soriana de Arcos de Jalón en 1934, crecido en Sigüenza a la vera del recién nacido Henares y alcalaíno de adopción desde 1971, yo le conocía por su cargo de concejal complutense durante el primer ayuntamiento democrático, entre 1979 y 1983, en el que ejerció entre otros cargos el de presidente de la Mancomunidad de Aguas del Sorbe, otro vínculo con nuestro río. Lo que yo desconocía hasta hacía poco era su vertiente literaria, fruto de la cual son un puñado de novelas y relatos entre los cuales figura El Ruta Sigüenza-Alcalá125, una novela costumbrista en la que se relata el viaje entre las dos ciudades a bordo de El Ruta, nombre con el que en Renfe se denominaba a los trenes de mercancías que recorrían las estaciones secundarias llevando y trayendo mercancías, siempre a expensas de dar prioridad a todos los demás trenes, lo que convertía a sus trayectos en un lento y desesperante deambular que, precisamente por ello, daba pie a toda una serie de relaciones sociales entre su personal hoy inimaginables en los rápidos y asépticos ferrocarriles actuales.

Escrita en 1961 y finalista del Premio Ruedo Ibérico en 1964, quedaría inédita hasta que en 2011 su autor -ya sabemos que estamos en España- hubo de recurrir a la autoedición pese a que la novela cuenta con méritos suficientes como para haber suscitado el interés de alguna editorial. Por fortuna esos cincuenta años de espera no sólo no la hicieron envejecer sino que, como los buenos vinos, ganó en solera.

Puesto que la ruta ferroviaria entre la ciudad del Doncel y la de Cervantes se hermana estrechamente con el Henares a lo largo de sus algo más de cien kilómetros de recorrido, no es de extrañar que las referencias a nuestro río en ella sean frecuentes. Así, la primera aparece ya a la salida de la estación de Sigüenza126:


El tren se metía en una estrecha garganta compartida por el río Henares. El río, apenas visible por la maleza que le acompaña, cruza y recruza bajo la vía en numerosas ocasiones.


Compañera privilegiada del Henares, la vía del tren serpentea por su estrecho valle hasta llegar a Baides127:


El río Henares -que nace en Horna-, a partir de Baides, excepto un par de cruces a su paso por Jadraque y Cerezo de Mohernando, discurrirá a la izquierda del ferrocarril, unas veces cercano, otras más lejos, hasta su desembocadura en el Jarama cerca de Mejorada del Campo, ya en la provincia de Madrid. En Baides recibe al río Salado y más tarde, antes de Matillas, al Dulce. Este río nace en las estribaciones de la Sierra Ministra, en Bujarrabal, junto a la frontera de Soria, coincidente en esto con el Henares, y todo su recorrido lo hace por la provincia de Guadalajara.


Tras pasar por Baides y Matillas el tren, siempre fiel compañero del río, recorre la amplia llanura por la que ahora discurre éste camino de la cercana Jadraque128:


A poco de verter sus limitados recursos el arroyo del Prado de Rizales, el Henares pasa a la derecha iniciando diversos meandros en una rara curva que el ferrocarril acompaña, como si ambos intentaran eludir su acercamiento a Jadraque. Ya bien pasada esta localidad, el río no retornará a la izquierda de la vía, según el sentido de la marcha del Ruta, hasta unos kilómetros antes de acoger al Bornoba, el afluente más caudaloso del Henares.


Se equivoca Fidel Vela al considerar al Bornova -indistintamente escrito con be o con uve- como el principal afluente del Henares, mérito que corresponde en realidad al Sorbe. No obstante es el Bornova un río nada desdeñable que volverá a ser citado más adelante129:


A medio camino cruza bajo la vía el río Bornoba, el más caudaloso afluente, para desembocar enseguida en el Henares.


Pasado Jadraque la siguiente parada será en Carrascosa de Henares130:


Al otro lado de la estación, a un nivel más bajo, se remansa el río entre chopos y mimbreras. En la orilla se habían sentado a la sombra de los árboles, sobre la hierba, Balta y Sergio, mientras Felipe, en paños menores, se daba un chapuzón en las mansas aguas del Henares, entre gritos y risas. «Lleva cuidado, que este río esconde pozos traicioneros, de los que no te saca ni Dios», le advertía Balta.


De Carrascosa a Espinosa, también de Henares131:


En la lejanía, a la derecha, se divisaba la cresta del Ocejón y el Alto Rey. El Ruta atravesaba la anchurosa vega de la campiña del Henares. A las doce horas y veintiocho minutos se estacionaba en vía del muelle de Espinosa de Henares. Un poco antes de este pueblo, el Henares acoge al arroyo Aliendres, que viene de sierra Gorda, al Norte.


Una nueva referencia a Espinosa aparecerá más adelante132:


La fértil vega del Henares ofrecía la gama completa de verdes, desde el intenso de los alfalfares hasta el diluido de la hierba en las escasas parcelas no cultivadas.


Siguiendo a un Henares cada vez más maduro, el tren arriba a la estación de Cerezo de Mohernando133:


A la altura de Cerezo de Mohernando, el Henares se muestra a la derecha durante un pequeño tramo. El Sorbe, otro río procedente del Norte, desemboca antes de llegar a Humanes.


El Sorbe, que hace definitivamente grande al Henares, es también su último afluente de importancia, aunque nuestro río seguirá recibiendo tributarios de menor importancia tales como el pequeño Badiel134:


Un poco antes de llegar a Yunquera, desemboca en el Henares el río Badiel, que nace cerca de Almadrones.


Precisamente es en Yunquera de Henares donde el autor hace la presentación de un pintoresco erudito local defensor a ultranza de la hegemonía del Henares frente al Jarama al confluir ambos en las cercanías de Mejorada del Campo, teoría, por cierto, que no tiene nada de disparatada135:


-Aquí les presento a mi gran amigo Olegario, maestro jubilado. Este hombre, donde lo ven, lleva la tira de años empeñado en que el Henares desemboque directamente en el Tajo.

(...)

-El cuento va de broma, me imagino -insistió Fermín-, porque ni aunque viviera quinientas vidas, sería capaz de conseguirlo. Sepa usted que me conozco la zona palmo a palmo, de cuando estuve en la mili (¡menudas palizas nos daban!), y le aseguro que trasvasar el río Henares al Tajo conlleva el superar muchas dificultades. Hasta se me antoja imposible. Y por otro lado, no le veo yo utilidad a la obra.

El hombre del traje beige claro sonrió condescendiente y dijo:

-Tal como se expresa usted, así lo hacen algunas personas con las que hablo a diario; pero también hay otras muchas que están conmigo y me animan a proseguir mi tarea sin desmayo. Advierta que estamos en plena campiña del Henares. La gente toma esta cuestión como propia.

(...)

-No se trata de hacer desvíos ni excavaciones, ni quitar el río a nadie. ¡Por dios! Sencillamente, yo sostengo, con datos y cifras, que es el Henares y no el Jarama, el río que desagua en el Tajo. No por mi capricho, sino que aduzco razones de peso que llevo aquí recopiladas.

Les mostró el folio que luego pasó a leer.

-Primero. La longitud del Henares es superior a la del Jarama en más de veinticinco kilómetros. Segundo. El caudal de agua, en el punto de la fusión, es igualmente superior. Tercero. El río Henares baña poblaciones de mayor rango que el Jarama, a saber: Sigüenza, Jadraque, Guadalajara y Alcalá de Henares. Cuarto. Goza de más afluentes, algunos de categoría contrastada, como el Dulce, el Salado, el Sorbe y el Bornoba.

-Es decir, usted viene al convencimiento -dedujo Balta- de que es el Jarama el río que desemboca en el Henares, y no al revés. Esto es lo que me ha parecido entender, si no me equivoco.

-Exacto. Exacto. Usted acaba de dar en el clavo -saltó con gran alegría el hombre del traje-. ¿Es tan difícil de comprenderlo? Por eso a mí me gustaría saber los criterios erróneos que han seguido los geógrafos para establecer, sin más estudios y cavilaciones, que el Henares vierte sus aguas en el Jarama, cuando es justamente todo lo contrario. Pero es que ya puestos en faena también niego la mayor, voy más allá todavía, y afirmo con fundamentos que es el propio Tajo el río que desemboca en el Henares y éste en el Océano Atlántico. Aunque para esta demostración estoy en el proceso de recopilación de datos y no me interesa hacerla pública por el momento.

(...)

-Y no les he comentado otro dato a tener en cuenta, el río Henares en la Historia de España. Ya, en el Poema del Mío Cid, aparece citado el Henares. El Cid lo cruzó en varias ocasiones, ocupó a los moros un pueblo que se llama Castejón de Henares y pernoctó en el Castillo de Jadraque, hace casi mil años, que se dice pronto. En Don Quijote de la Mancha se habla de los Pastores y las ninfas del Henares... Claro, que esto parece más lógico porque el autor del Quijote nació en Alcalá de Henares.


Aproximándose ya a Guadalajara, el Ruta hace una nueva parada en la estación de Fontanar136:


El Ruta continuaba su rodadura, en plena Campiña, zona de terrenos diluviales sobre las cuencas del Sorbe y el Henares, que presenta las mejores huertas de la provincia y la más amplia variedad de frutales.

(...)

El río va acompañado de espesas arboledas de álamos y chopos en su margen derecha. A su izquierda, de vez en cuando, se muestran los desplomes rojizos debidos a la erosión. En la lejanía, los ocres de los rastrojos. Aquí y allá relucían las carnes bronceadas de los bañistas domingueros.


Y también137:


De Fontanar a Guadalajara, a la izquierda de la marcha, discurre paralela a escasos metros de la vía una carretera de segundo orden por la que circulan pocos automóviles. A mitad de camino, tras cruzar la vía, diluye su pequeño caudal en el Henares el arroyo de Dueñas, que nace al sur de las lagunas Chica y Grande, pasando después por Malaguilla y Málaga del Fresno.


Tras dejar atrás la estación de Guadalajara, el tren emprende su camino hacia Alcalá138:


La carretera General o Nacional II, de Madrid a Barcelona, discurre paralela a la izquierda de la marcha hasta más allá de Alcalá de Henares, donde cruza a la derecha a través de un puente superior, penetrando en Madrid por el Noroeste; mientras el ferrocarril lo hará por el Sur, describiendo una gran curva de casi ciento ochenta grados. El Henares, al otro lado de la General, fiel a su curso, ya no cruzará las vías ni la carretera y desembocará, vecino lejano, cerca de Mejorada del Campo.


Aunque la narración termina en Alcalá de forma dramática, nos encontramos con una pequeña referencia final a lo que todavía le queda de recorrido al Ruta hasta rendir destino en una estación de cercanías madrileña139:


Entre Alcalá y Torrejón, el Henares, hasta ahora, compañero inseparable del ferrocarril, acoge tres afluentes menores, el arroyo Camarmilla, el río Torote y el arroyo del Monte, que son los últimos caudales tributarios antes de subsumirse en el Jarama, cerca de Mejorada del Campo.


Nuestro viejo conocido José César Álvarez publicó en el semanario Puerta de Madrid el artículo Romance de los montes de Alcalá140, el cual, como cabe deducir por el título, está dedicado al cinturón de cerros que festonea la ribera izquierda del Henares constituyendo una de las principales señas de identidad de la ciudad. Y, aunque los protagonistas indiscutibles del mismo son los cerros, también aparecen un par de menciones al río que lame sus estribaciones, como ésta con la que se inicia el artículo:


Cerámica cordillera donde el Henares se arrima, montañas que en Alcalá o comienzan o terminan, costillares legendarias de la tierra santiustina, decorado de tramoya de la ciudad cervantina.


Bella descripción, sin duda, del paisaje alcalaíno. A su vez, el último párrafo vuelve a recordar al río complutense de esta manera:


Zulema y San Juan del Viso, ola de tierras corridas, largo vientre de misterio, arca de sellada arcilla. Abalorios de tus pinos sobre tu esfinge tupida, como moza que se adorna y en el Henares se mira.


Concluyo esta antología con una modesta aportación propia, la poesía tituladaRío Henares que escribí hace ya bastante tiempo, hacia mediados de los años ochenta, inédita hasta ahora. Pido disculpas por mi atrevimiento, así como benevolencia por parte de los lectores ya que, he de reconocerlo, el género poético no es precisamente mi fuerte141:


Río Henares, río alegre;
río Henares, río sabio.
Río de vida y de muerte,
río feliz, río santo.

Nacido entre altas tierras,
risueño y desenfadado;
itinerante entre valles
con discurrir sosegado.

Río Henares, en la historia
ocupas lugar destacado;
río Henares, cien poetas
a tu curso han ensalzado.

Lamen tus aguas tranquilas,
espejo de hechos varios,
las piedras de unas ciudades
milenarias en pasado.
Sigüenza, Guadalajara
y Alcalá ven por su lado
el discurrir de las aguas
que tu cauce ha remansado.

Río Henares, ya tus aguas
no muelen dorado grano;
río Henares, el progreso
poco a poco te ha matado.
Río Henares, río de heno,
río de piedras llamado.
Antaño bullente de vida;
hoy doliente y abandonado.

Pero tú sigues impávido
y ajeno a los malos tratos;
porque tú eres, Henares,
río viejo y confiado.

Ya te llama el Jarama.
¡Corre! ¡Vete raudo a su lado!
Morirás, ¡oh buen Henares!,
pero serás recordado
por todos aquellos que un día
en tus riberas gozaron
de la paz y la alegría
que tus aguas susurraron.

Río Henares, río Henares,
¡qué mal que te hemos tratado!
Si los hombres fueran sabios,
otro gallo habría cantado;
tus aguas irían limpias,
tus márgenes serían prados.
Río Henares, río Henares,
¿Llegarás a perdonarnos?





NOTAS


1 VV.AA. Alcalá de Henares. La ciudad del saber y del hacer. Col. Temas Españoles. Edi-Novum. Barcelona, 1980.

2 Op. cit. GARCÍA GUTIÉRREZ, Francisco Javier. Pág. 27.

3 LOPE HUERTA, Arsenio E. Veranear en el Henares. Puerta de Madrid, nº 710 (5-7-1980).

4 ALBERDI, María Pilar. Eterna Alcalá de los silencios. Elegía para sus generaciones. Puerta de Madrid, nº 732 (20-12-1980).

5 EL JUGLAR DE MARÍA (HERRERO GARCÍA, Francisco). Ecos maternales. Alcalá de Henares, 1981.

6 Op. cit., pág. 32.

7 Op. cit., pág. 105.

8 LÓPEZ RAMOS, Eduardo. Alcalá es cántico. Biografía en tres actos. Escuela universitaria Cardenal Cisneros. Alcalá de Henares, 1981.

9 Op. cit., pág. 27.

10 Op. cit., pág. 31.

11 Op. cit., pág. 33.

12 Op. cit., pág. 34.

13 Op. cit., pág. 3ó.

14 Op. cit., pág. 39.

15 Op. cit., pág. 41.

16 Op. cit., pág. 45.

17 LOPE HUERTA, Arsenio E. Las cigüeñas una vez más. Puerta de Madrid, nº 749 (25-4-1981).

18 GALLARDO, Pedro. Aparición. Puerta de Madrid, nº 768 (19-9-1981).

19 GARCÍA GARCÍA, Manuel. Alcalá de Henares. Puerta de Madrid, nº 769 (26-9-1981).

20 ULISES (ANTÓN, Francisco). Meco. Puerta de Madrid, nº 769 (26-9-1981).

21 ULISES (ANTÓN, Francisco). La Virgen del Val. Puerta de Madrid, nº 770 (3-10-1981).

22 MADRONA, Luis (SANCHO HUERTA, Fernando). Bagatelas. Selección y prólogo de Francisco Antón. Círculo de Contribuyentes de Alcalá de Henares, 1982.

23 Op. cit., pág. 51.

24 Op. cit., pág. 52.

25 Op. cit., pág. 53.

26 Op. cit., pág. 106.

27 Op. cit., pág. 130.

28 Op. cit., pág. 152.

29 Op. cit., pág. 154.

30 Op. cit., pág. 159.

31 Op. cit., pág. 165.

32 Op. cit., pág. 181.

33 Op. cit., pág. 201-202.

34 Op. cit., pág. 205.

35 Op. cit., pág. 205.

36 Op. cit., pág. 223.

37 Op. cit., pág. 288.

38 Op. cit., pág. 294.

39 LOPE HUERTA, Arsenio E. De pinos, de chopos y de Felipe II. Puerta de Madrid, nº 799 (1-5-1982).

40 PAVÓN MALDONADO, Basilio. Alcalá de Henares medieval. Arte islámico y mudéjar. Instituto de Estudios Árabes Miguel Asín (C.S.I.C.) y Asociación Cultural Henares. Madrid-Alcalá de Henares, 1982. Pág. 10.

41 LOPE HUERTA, Arsenio E. Carta abierta a Manuel Díaz, en torno a “Los Jerafines”. Puerta de Madrid, nº 828 (4-12-1982).

42 LOPE HUERTA, Arsenio E. y SÁNCHEZ MOLTÓ, M. Vicente. Leyendas y refranes complutenses. Diputación de Madrid, 1983.

43 Op. cit., pág. 64.

44 Op. cit., pág. 78.

45 Op. cit., pág. 92.

46 Op. cit., pág. 92.

47 Op. cit., pág. 187.

48 ANTÓN, Francisco. El pasajero. Puerta de Madrid, nº 840 (26-2-1983).

49 FERNÁNDEZ ORTIZ, A. V Carrera Popular (folleto). Alcalá de Henares, 1983.

50 ÁLVAREZ, José César. Los baños de ayer y de hoy. Puerta de Madrid, nº 857 (25-6-1983).

51 LOPE HUERTA, Arsenio E. Alcalá de las cigüeñas. Programa de ferias de 1983. Ayuntamiento de Alcalá de Henares.

52 RICHARDS, ROBERT A.C. Comentario de la exposición de Ángel Humanes. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. Alcalá de Henares, 1983.

53 ANÓNIMO. II Semana Cisneriana. Puerta de Madrid, nº 875 (12-11-1983).

54 GONZÁLEZ NAVARRO, Ramón. Puerta de Madrid, nº 883 (7-1-1984).

55 ANTÓN, Francisco. Ligeras variaciones en torno a un mismo tema. Puerta de Madrid, nº 902 (26-5-1984).

56 ÁLVAREZ, José César. Los árboles de Alcalá. Programa de ferias de 1984. Ayuntamiento de Alcalá de Henares. Pág. 55.

57 GÓMEZ, Pedro Enrique. Crónica de verano. Puerta de Madrid, nº 915 (8-9-1984).

58 GARCÍA PELAYO, Fernando. Apuntes sobre la feria de Alcalá. Puerta de Madrid, nº 916 (15-9-1984).

59 GARCÍA SALDAÑA, José. Historia de la Santísima Virgen del Val. Alcalá de Henares, 1184-1194. Cofradía de la Santísima Virgen de Val. Alcalá de Henares, 1984.

60 Op. cit., pág. 11.

61 Op. cit., pág. 14.

62 GÓMEZ, Pedro Enrique. Alcalá de Henares, corazón de España. Puerta de Madrid, nº 924 (10-11-1984).

63 ANTÓN, Francisco. Presencia de Juan Luis Vives en sus “Diálogos”. Puerta de Madrid, nº 929 (15-12-1984).

64 GARCÍA PELAYO, Fernando. Miscelánea de actualidad. Puerta de Madrid, nº 935 (26-1-1985).

65 CHACÓN, José. Antología homenaje. Colección Alcalá Poesía, nº 9. Fundación Colegio del Rey. Alcalá de Henares, 1985.

66 ANTÓN, Francisco. Op. cit., pág. 11.

67 Op. cit., pág. 16.

68 Op. cit., pág. 57.

69 Op. cit., pág. 68.

70 Op. cit., pág. 107.

71 Op. cit., pág. 107-108.

72 VV.AA. Alcalá, alba de América. Colección Alcalá Ensayo, nº 7. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 1986.

73 Op. cit., pág. 53-54.

74 Op. cit., pág. 88.

75 Op. cit., pág. 203.

76 Op. cit., pág. 209.

77 ANTÓN, Francisco. Figuras y paisajes. Biblioteca de Temas Complutenses, nº 1. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 1986.

78 Op. cit., pág. 22.

79 Op. cit., pág. 30.

80 Op. cit., pág. 33. Publicado originalmente en Llanura, nº 15 (1963) y en Puerta de Madrid, nº 93 (11-10-1970).

81 Op. cit., pág. 99. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 780 (12-12-1981).

82 Op. cit., pág. 101.

83 Op. cit., pág. 113 a 115. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 824 (6-11-1982).

84 Op. cit., pág. 121. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 787 (6-2-1982).

85 Op. cit., pág. 155. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 869 (1-10-1983).

86 Op. cit., pág. 157.

87 Op. cit., pág. 162. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 871 (15-10-1983).

88 Op. cit., pág. 165. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 875 (12-11-1983).

89 Op. cit., pág. 186. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 885 (21-1-1984).

90 Op. cit., pág. 197-198. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 913 (11-198-1984).

91 Op. cit., pág. 205. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 921 (20-10-1984).

92 Op. cit., pág. 213. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 927 (1-12-1984).

93 Op. cit., pág. 225. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 937 (9-2-1985).

94 Op. cit., pág. 245.

95 Op. cit., pág. 250. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 965 (14-9-1985).

96 Op. cit., pág. 251.

97 Op. cit., pág.256.

98 Op. cit., pág. 301-302.

99 Op. cit., pág. 314-315.

100 Op. cit., pág. 318-319.

101 Op. cit., pág. 328.

102 GARCÍA SALDAÑA, José. Documentos olvidados. Biblioteca de Temas Complutenses, nº 2. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 1986.

103 Op. cit., pág. 162.

104 Op. cit., pág. 236.

105 BLAS, Luis de. Epístola a Ramón del Olmo. Publicada en Ramón del Olmo. De todo corazón. Alcalá de Henares, 1997. Pág. 167.

106 BLAS, Luis de. Por montes y riberas. Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 1998.

107 Op. cit., pág. 30. Vid también nota 130.

108 Op. cit., pág. 39. Publicado originalmente en Puerta de Madrid, nº 722 (11-10-1980).

109 Op. cit., pág. 51.

110 Op. cit., pág. 61.

111 Op. cit., pág. 65.

112 Op. cit., pág. 69.

113 Op. cit., pág. 73.

114 Op. cit., pág. 75.

115 ANTÓN, Francisco. Azaña en el ancho Río del Recuerdo (I). Diario de Alcalá, nº 3.497 (11-1-2004). Pág. 7.

116 Op. cit., pág. 7.

117 LOPE HUERTA, Arsenio y PAJARES ORTEGA, Jesús. Río Henares abajo. Ed. Mingaseda. Alcalá de Henares, 2003.

118 ATIENZA, Pedro. Op. cit., pág. 9-10.

119 ATIENZA, Pedro. Op. cit., pág. 10.

120 GAMO, Pedro. Op. cit., pág. 14.

121 LOPE HUERTA, Arsenio y PAJARES ORTEGA, Jesús. Op. cit., pág. 19.

122 LOPE HUERTA, Arsenio y PAJARES ORTEGA, Jesús. Op. cit., pág. 20.

123 LOPE HUERTA, Arsenio y PAJARES ORTEGA, Jesús. Op. cit., pág. 49.

124 LOPE HUERTA, Arsenio y PAJARES ORTEGA, Jesús. Op. cit., pág. 54-55.

125 VELA GARCÍA, Fidel. El Ruta (Sigüenza-Alcalá). Editorial Cultivalibros. Colección Cultiva, nº 203. Madrid, 2011.

126 Op. cit., pág. 40.

127 Op. cit., pág. 50.

128 Op. cit., pág. 69.

129 Op. cit., pág. 85.

130 Op. cit., pág. 90.

131 Op. cit., pág. 95.

132 Op. cit., pág. 112.

133 Op. cit., pág. 113.

134 Op. cit., pág. 174.

135 Op. cit., pág. 178-183.

136 Op. cit., pág. 212-213.

137 Op. cit., pág. 228-229.

138 Op. cit., pág. 260.

139 Op. cit., pág. 302.

140 ÁLVAREZ, José César. Romance de los Montes de Alcalá. Puerta de Madrid, nº 2.380 (13-6-2015).

141 CANALDA CÁMARA, José Carlos. Inédita.





Publicado el 10-7-2006
Actualizado el 22-9-2015