El Canal del Henares
Compuertas en las que se
inicia el Canal del Henares
Aunque a lo largo de todo su curso el Henares experimenta la sangría de multitud de canales y de caces, que para ello siempre ha sido un río laborioso y trabajador, es tan sólo uno de ellos, el Canal que comparte con él el nombre, el que posee la suficiente entidad como para ser recordado a la hora de enumerar todos los elementos, naturales o artificiales, que conforman la cuenca de nuestro río; y es que el Canal del Henares es, en toda su extensión, una importante obra de ingeniería cuyo fin primordial es el regadío de las fértiles tierras de la Campiña Alta que, con anterioridad a su construcción, estuvieron secularmente privadas del beneficio de las aguas del río.
No podía quedar, pues, este curso artificial de agua fuera de las visitas del curioso viajero, por más que su interés paisajístico sea escaso y su espectacularidad prácticamente nula; no podía quedar fuera, además, por tratarse de una obra más que centenaria en su ejecución y bicentenaria en su trazado, pues sabido es que el mismo fue proyectado, aunque no construido, en la época ilustrada. Y, aunque durante bastante tiempo después de su construcción -incompleta además, por cierto- el Canal estuvo semiabandonado a causa de diversos problemas, hoy se le puede considerar por derecho propio como uno más de entre todos los cursos de agua tributarios del Henares, varios de los cuales le ceden incluso en longitud; amén de que, al igual que les ocurre a sus compañeros naturales, el Canal tiene también un nacimiento y asimismo un final, lo que le asimila ciertamente a aquéllos en cuyo trazado no intervino jamás mano de hombre alguna.
Brioso aspecto del
recién nacido Canal del Henares
Comencemos pues no por su origen, que a éste está dedicado el capítulo vecino, sino un poco más allá, donde el recién nacido canal se cruza con la carretera que discurre entre las localidades de Humanes y Torre del Burgo, que es lo mismo que decir entre la Campiña y la Alcarria: Formado ya definitivamente, a pesar de lo reciente de su nacimiento, con una rapidez que pudiera ser envidia de todos los esforzados ríos y riachuelos, el Canal ha adoptado un camino hacia el sur paralelo siempre al del río del que es sangría aunque, eso sí, mucho menos sinuoso que éste, que para eso el Canal es fruto de la mano del hombre y no obra de la caprichosa naturaleza. Rectilíneo y adusto amén de profundamente encajado en sus artificiales riberas, sin apenas vegetación que adorne sus márgenes y con un caudal variable dependiendo siempre de la voluntad de sus mentores, marcha el Canal rumbo a su destino que no es otro que el de morir por consunción tras repartir generosamente sus aguas por toda la red de acequias que las distribuyen entre las tierras de su entorno.
Así se lo encontrará el viajero en este lugar, diríase que con el ímpetu juvenil de los recién llegados al mundo; y, puesto que éste no ignora que apenas unos centenares de metros aguas arriba de la presa en la que se produce su origen es donde tiene lugar la confluencia del Sorbe con el Henares, siendo la margen derecha del engrosado río tanto el lugar por el que éste recoge la aportación del extinto Sorbe como por donde experimentará a poco la sangría del recién nacido Canal, el viajero gusta de imaginar cómo el recién desaparecido Sorbe, remiso hasta el fin a mezclar sus cristalinas aguas con las turbias y terrosas del Henares, prefiere aprovechar tan imprevista oportunidad para seguir manteniendo en cierta manera su identidad propia aun a sabiendas de que ésta será a costa de sacrificar discretamente sus caudales en aras de la prosperidad agrícola de la comarca... Muerte ésta no sólo útil, sino también perfectamente digna en comparación con la anónima desaparición a manos de su fraternal verdugo.
El Canal del Henares en
las proximidades de la carretera de Humanes a Torre del Burgo
Es ésta, por supuesto, una elucubración no sólo gratuita sino también completamente falsa, pues el viajero sabe también que el escaso caudal de un Sorbe diezmado por sus dos presas es por completo incapaz de mantener por sí mismo la demanda de un Canal que ha de ser alimentado con las aportaciones de los lejanos embalses de Alcorlo y Pálmaces; pero se trata, no obstante, de una fantasía que por fuerza ha de excitar la imaginación de un viajero que siempre ha gustado de buscarles un alma o, cuanto menos, un carácter propio a todos los ríos que discurren por las multiformes tierras de España.
Indiferente a las impresiones de su visitante el Canal seguirá adelante repartiendo sus aguas por las acequias, siempre igual aunque cada vez más menguado en caudal. No muy distinto lo encontrará más adelante el viajero en parajes tales como las cercanías de Mohernando -en el camino que conduce a la vecina Heras-, bordeando Yunquera o yendo algo más allá de Fontanar. También podrá atisbarlo, nunca demasiado diferente, en las afueras de Marchamalo, poco antes de llegar a Cabanillas, entre Alovera y Quer o a mitad de camino entre Villanueva y Azuqueca...
El Canal del Henares a
su llegada a Meco
Pero la etapa postrera habrá de ser necesariamente la apacible villa de Meco, en cuyas afueras tiene lugar la muerte del sufrido Canal a manos de un humilde arroyo, de nombre de las Monjas, que se encarga de recoger las derramas sobrantes, siempre escasas, de los caudales con los que el Canal iniciara su andadura; es de esta anónima manera, ciertamente de prestado, como recorrerán las menguadas aguas supervivientes el último tramo de su camino para alcanzar, a poco, el cercano pago alcalaíno de El Encín donde, tras rendir un último servicio, se perderán definitivamente en el seno del mismo Henares del que surgieran allá por las lejanas tierras de Humanes.
Es la desembocadura del Canal en el arroyo de las Monjas un final accidental que, durante mucho tiempo, revistió además carácter provisional; y es que el proyecto original del mismo contemplaba su continuidad hasta las tierras situadas entre Camarma y Alcalá antes de ir a morir finalmente en el Torote luego de haber irrigado las tierras altas del término municipal complutense. Los azares del destino hicieron que el Canal no llegara a pasar nunca de Meco y hoy, en virtud de la cada vez menos importante actividad agrícola alcalaína, no cabe esperar objetivamente que la prolongación del Canal llegue a ser una realidad jamás.
Modesto final del Canal
del Henares en el arroyo de las Monjas
Por esta razón el viajero, sabedor de la condición de definitiva, en la práctica, de la conclusión del Canal en las tierras de Meco, dirigirá una última mirada a su humilde desembocadura lamentándose del final de una aventura que, no por venir de la mano del hombre, deja por ello de tener su romanticismo; porque la muerte es siempre la misma independientemente de a quien afecte.
Publicado el 3-1-2010
Actualizado el 21-8-2015