La capacidad predictiva de la ciencia ficción
Permítanme proponerles un ejercicio interesante. Echen un vistazo a distintas obras (novelas o relatos) clásicas de ciencia ficción ambientadas más o menos en nuestra época actual o en un futuro cercano, fíjense en los avances tecnológicos aventurados por los autores y compárenlos con la situación real, lo que nos servirá para poder evaluar la capacidad predictiva del género. ¡Ah!, y olvídense de venerables precursores como Julio Verne, cuyos avances tecnológicos resultan a estas alturas entrañables en su miopía, y céntrense en lo que se considera la ciencia ficción clásica, desde más o menos los años 30 hasta los 60 e incluso 70 del pasado siglo XX.
¿Sorprendidos? ¿A que sí? Eso me ha ocurrido a mí cada vez que me he planteado estos temas; recuerdo mi sorpresa cuando, allá por mis años de universidad, leí en un relato de Asimov que un científico del futuro lejano hacía unas operaciones matemáticas con una regla de cálculo, un artilugio condenado a las vitrinas de los museos desde la invención de las calculadoras. Claro está que, aunque yo nunca llegué a usar -eso sí, por los pelos- la citada regla de cálculo, sí que manejé largo y tendido las no menos obsoletas tablas de logaritmos, las cuales sin duda les sonarán a chino a los estudiantes actuales.
Pero como no es cuestión de ponerse a leer y releer novelas y más novelas, voy a ayudarles un poco. En general, y dentro de la enorme variación existente entre los distintos autores, es posible hacer dos listas, una de presuntos avances tecnológicos que no sólo no han cristalizado, sino que además existen pocas posibilidades de que lo hagan en un futuro inmediato y previsible, y una segunda de inventos reales y cotidianos de cuya existencia los escritores de ciencia ficción no llegaron a tener ni la más mínima sospecha.
Vaya pues la primera de ellas, sin la menor intención de hacerla exhaustiva: Robots autoconscientes (vulgo positrónicos), ordenadores autoconscientes (tipo HAL 9000), androides, coches voladores, armas láser, naves espaciales, estaciones espaciales y bases lunares, energía atómica generalizada en todo tipo de artilugios...
Y vaya ahora la segunda: Ordenadores personales, agendas personales e incluso calculadoras, videoconsolas, MP3 y familia, teléfonos móviles, internet, ingeniería genética...
Como se puede ver, los escritores de ciencia ficción, incluyendo a los más afamados, la verdad es que en el aspecto tecnológico no dieron ni una. Por supuesto hay algunas excepciones; Arthur C. Clarke, en Regreso a Titán, describe algo muy parecido a nuestras actuales agendas electrónicas, al tiempo que Frederik Pohl, en su serie de Pórtico, nos habla de algo bastante parecido al internet actual... pero no suele ser lo habitual. Lo curioso del caso es que, mientras que en algunos campos como la astronáutica o la cibernética nos hemos quedado muy atrás de las previsiones de la ciencia ficción, ya que ni tan siquiera hemos vuelto a pisar la Luna y la Estación Espacial Internacional no deja de ser un pobre remedo de las descritas en las novelas del género, en otros hemos avanzado mucho más de lo que previeron estos autores, en especial en todo lo relativo a la informática y la electrónica.
Así no tendremos astronaves ni tan siquiera los modestos coches voladores (por no hablar ya de los socorridos teletransportadores), pero usamos (y abusamos) con toda naturalidad los teléfonos móviles, algo impensable hace tan sólo unos años, y no sólo dentro del ámbito de la ciencia ficción. Y por supuesto ni los robots positrónicos de Asimov, ni los replicantes de Blade Runner ni el HAL 9000 de Clarke tienen la menos perspectiva de surgir en un futuro próximo, pero aunque carezcan por completo de autoconsciencia, nuestros actuales ordenadores personales harían palidecer de envidia a cualquier escritor de hace no muchos años, sobre todo si éste fue incapaz de prever en su día algo tan prosaico como una modesta calculadora... y eso sin considerar internet, por supuesto, una de las grandes revoluciones tecnológicas y sociales de estos últimos años.
En resumen, cabría pensar que la capacidad especulativa de la ciencia ficción y la evolución real de los avances tecnológicos han ido cada una por su lado, lo cual confirma algo por lo demás tan evidente como es la dificultad de predecir el futuro. Huelga decir que en este artículo, y conforme a la naturaleza del tema elegido, me he limitado a referirme a la faceta tecnológica; no menos interesante resultaría plantear un estudio similar con temas tales como la evolución política o social de la humanidad, donde tampoco se puede decir que hayan sido muy certeros (basta con recordar el caso del hundimiento de la Unión Soviética y la consiguiente desaparición de la Guerra Fría, con el posterior surgimiento del islamismo radical), pero eso nos desviaría demasiado. Ya habrá ocasión de hablar de ello.
Ahora bien, la pregunta del millón es: dados los precedentes, ¿podemos ahora mismo predecir cómo será el futuro tecnológico dentro de tan sólo algunas décadas?
Publicado el 26-12-2007 en el Sitio de Ciencia Ficción