Ciencia ficción americana versus
ciencia ficción española





Evidentemente, el título de esta reflexión no puede ser menos original, y es tanto lo que se ha dicho, y escrito, sobre este tema, que más de uno pensará que nada nuevo puedo aportar sobre este asunto; de hecho, es probable que yo pensara también lo mismo.

Pero circunstancias recientes me han hecho replantearme el tema y, tras darle vueltas, he estimado conveniente comentarlo. Me explicaré. Desde hace bastante tiempo, puede decirse que dejé de leer ciencia ficción americana, o anglosajona en general, reciente, limitándome a hacerlo con los clásicos aunque, eso sí, me he mantenido bastante al corriente de lo que se escribía en España.

Las razones para ello son sencillas, y se pueden resumir básicamente en dos. Primero, porque no me gustaba la tendencia hacia la fantasía ñoña -léase dragonadas- de buena parte de los autores yanquis; yo soy el primero al que le encanta El señor de los anillos, pero no soporto sus torpes y farragosos epígonos de todo pelaje que nos han invadido como setas en otoño. Lo siento, a mí la fantasía me gusta tanto como la ciencia ficción propiamente dicha, pero no precisamente esa fantasía salvo el caso concreto citado.

La segunda es, supongo, una simple cuestión de mercadotecnia: la astucia de los editores a la hora de endilgarnos unos megatochos en forma de interminables seriales -las irónicamente denominadas n-logías- que, aparte de suponer un considerable mordisco al bolsillo, pueden acabar aburriendo al más paciente de los lectores. Piqué con algunas series como las de 2001, Pórtico o El mundo del Río, mientras por fortuna con otras como la Saga de Ender, Dune o Rama supe cortar a tiempo; porque, y en esto no conozco una sola excepción, por muy bien que empiece la primera entrega la degradación de la calidad suele ser inevitable y, en algunos casos, realmente indignante.

Me quedaba, pues, el recurso de los relatos, pero por desgracia éstos llegaban con cuentagotas dada la endeblez crónica de la industria editorial española en lo que a la ciencia ficción se refiere. Por fortuna, en los últimos tiempos varias revistas -Gigamesh, Galaxia, Asimov, Valis, Solaris...- nos han permitido conocer relatos anglosajones de ciencia ficción escritos recientemente y, aunque las comparaciones sean odiosas -pero inevitables-, me ha sido posible hacerme una idea de lo que se escribe tanto aquí como allende el Atlántico.

Mi conclusión, aunque suene a tópico e incluso a nacionalismo barato, es que la ciencia ficción española de estos últimos años no tiene nada que envidiar en su conjunto a lo que nos llega de fuera, y matizo que por desgracia, y pese a algunos loables esfuerzos como el realizado por Bibliópolis, seguimos desconociendo en su mayor parte todo lo que se cuece fuera de nuestro país y del ámbito anglosajón. Pero en lo que respecta a este último, convendría que nos desprendiéramos de una vez por todas de ese absurdo y a todas luces injustificado complejo de inferioridad que venimos arrastrando desde hace décadas.

Es mucha, y mucha de ella buena, la ciencia ficción que se está escribiendo en español, y lo mejor de todo es que, lejos de ceñirse a una moda o tendencia, su eclecticismo es total, abarcando todo un abanico de subgéneros capaz de colmar los gustos de cualquier lector sin merma de calidad. A mí, que procuro leer cuanta ciencia ficción española cae en mis manos, me gustan más lógicamente unas cosas que otras, pero incluso en los subgéneros que menos resultan de mi agrado encuentro siempre calidad. Y esto es lo más importante.

Nadie se equivoque buscando actitudes narcisistas en este artículo. Soy plenamente consciente de que, pese a todos los logros, la ciencia ficción española sigue teniendo una asignatura pendiente, la de llegar si no al gran público, sí al menos a esferas más amplias que el limitado ámbito del fandom. Por desgracia recientes acontecimientos, no por localizados menos desagradables, pueden haber dañado a estos esfuerzos, quizá de gravedad, justo cuando parecía verse luz al final del túnel; esperemos, no obstante, que los anticuerpos -por usar un símil biológico- sean efectivos y la gran familia que formamos todos nosotros vuelva a disfrutar de la excelente salud que nunca debería haber perdido por culpa de una fiebre pasajera.


Publicado el 1-2-2004 en el Sitio de Ciencia Ficción