Real como la película misma





Izquierda, Biff Tannen. Derecha, Donald Trump. ¿O es al revés?



Suele decirse que la realidad supera en ocasiones a la ficción, y realmente esto es cierto. Fijémonos, por ejemplo, en la conocida trilogía de películas Regreso al futuro. Como es sabido, en la primera de ellas el protagonista Marty McFly (Michael J. Fox), tras viajar accidentalmente de su presente (1985) al pasado (1955) pide ayuda al Doc Brown (Christopher Lloyd) de entonces para deshacer los entuertos temporales que ha provocado de manera accidental, así como para poder volver a su época.

Recuerdo un chascarrillo que me hizo bastante gracia la primera vez que vi la película: en el transcurso de su primer encuentro con un escéptico Doc éste, convencido de que Marty le está engañando con toda esa historia de viajes por el tiempo -evidentemente todavía no se le ha ocurrido la idea-, le pone a prueba con varias preguntas, una de las cuales es el nombre del presidente de los Estados Unidos en 1985. Al responder Marty que Ronald Reagan, Doc suelta una carcajada y exclama: “¿El actor? ¿Y quién es el vicepresidente, Jerry Lewis?”.

Y es que si en 1955, e incluso bastantes años después, le hubieran dicho esto a un norteamericano, no digo ya a un europeo, probablemente su reacción habría sido muy parecida. De hecho, cuando éste fue elegido presidente yo pensé que los Estados Unidos no habían podido caer más bajo... claro está que entonces no sabía que Reagan sería reelegido por goleada y que, comparado con George W. Bush -también reelegido- y con Donald Trump -roguemos a Dios que no lo sea-, casi se le podría considerar un estadista.

Pero no nos adelantemos. Aunque el chiste tenía bastante mala uva, es evidente que los guionistas Robert Zemeckis y Bob Gale jugaban sobre seguro, ya que no tuvieron que predecir nada. Sin embargo, las cosas cambiaron por completo cuando en 1989 se estrenó la segunda entrega que, como también es sabido, se desarrolla en buena parte en 2015, a 30 años en el futuro de la época llamémosla principal de la narración. Y aquí, claro está, los guionistas -de nuevo Zemeckis y Gale- sí tuvieron que mojarse especulando cómo podrían ser las cosas tres décadas -o casi, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido entre ambas películas- más adelante.

Hace cuatro años, cuando finalmente llegó 2015, fue mucho lo que se especuló sobre cuanto habían acertado y cuanto no, sin que muchos cayeran en la cuenta, como ya he comentado en más de una ocasión, de que la ciencia ficción no tiene nada que ver con la predicción del futuro, ni por lo general lo pretenden quienes la escriben. Aunque las comparaciones fueron numerosas centrándose en detalles como los motores de fusión nuclear, los monopatines voladores, las zapatillas cuyos cordones se ataban solos, las videollamadas o los coches aéreos, se pasó por alto -al menos en España- un detalle que vino a ser la inversa del chascarrillo de Reagan, aunque tendría que pasar todavía un año, cuando la regresomanía había ya remitido, hasta que en noviembre de 2016 Donald Trump se alzó sorpresivamente con el triunfo en las elecciones presidenciales tras derrotar a Hillary Clinton, a quien casi todos habían dado como virtual vencedora.

Y si bien resultaba difícil, por no decir imposible, predecir este vuelco en 2015, máxime teniendo en cuenta que su predecesor Barak Obama, sin llegar a dar la talla de estadista que le supusieron quienes se apresuraron a concederle el Nobel de la Paz, sí que le daba cuarenta vueltas en todo, lo que me sorprende es que, tras casi tres años de mandato, nadie en España haya caído aparentemente en el parecido existente entre el todavía -esperemos que por poco tiempo- presidente norteamericano y el estrambótico Biff Tannen (Thomas F. Wilson) del 1985 alternativo y distópico con el que se encuentran los protagonistas al volver del futuro.

Biff Tannen, el antagonista de los McFly -primero del padre de Marty y luego de éste-, es en la línea temporal original de la saga más un pringao que un malvado hecho y derecho. En 1955 no pasaba de ser un pandillero enamorado -más bien encaprichado- de la madre de Marty, y aunque en 1985 aparece inicialmente como el despótico supervisor del padre de Marty, tras las peripecias de éste en la época de sus padres queda convertido en un modesto limpiacoches que en 2015 se ha convertido en un anciano amargado.

Pero Marty, como no podía ser menos, vuelve a meter la pata cuando se le ocurre comprar en 2015 un almanaque que recopila los resultados deportivos de la segunda mitad del siglo XX, gracias al cual pretende de ganar algún dinerillo en las apuestas. Doc le convence de lo peligroso que podría resultar alterar el futuro, por lo que lo tira a una papelera sin percatarse de que el Biff anciano les ha espiado y, tras apoderarse del almanaque, aprovecha un despiste de ambos para viajar em su propio vehículo temporal -el icónico DeLorean- a 1955, donde se lo entrega a sí mismo instándole a utilizarlo en su propio beneficio.


Megalomanía a chorros. Casino de Biff (izquierda) y Torre Trump (derecha)


Y vaya si lo hace. Al retornar a su época, es decir a 1985, Marty y Doc descubren que todo ha cambiado de forma drástica, y no precisamente a mejor. Gracias al almanaque Biff ha amasado una gran fortuna que le ha convertido en el amo de la ciudad, ahora sede de una contaminada zona industrial con graves problemas de delincuencia mientras el despótico Biff, convertido en el hombre más rico de los Estados Unidos, vive encerrado en el faraónico edificio -trasunto de la Trump Tower- que ha levantado en mitad de la ciudad. Por si fuera poco, años atrás había mandado asesinar en el mejor estilo mafioso al padre de Marty, obligando a su madre a casarse con él, enviando al Marty alternativo en un internado y encerrando a Doc en un manicomio.

Al verse descubierto por Marty Biff intentará matarlo, algo que éste logrará evitarlo al tiempo que consigue volver a arreglarlo todo... al menos hasta que una nueva peripecia le conduzca a la trama de la tercera entrega. Pero esto se sale ya de la temática del artículo.

Lo que nos interesa aquí es ese Biff Tannen alternativo que a mí me recordó poderosamente a Trump no cuando vi la película, ya que entonces ni siquiera sabía que existiera, sino cuando bastantes años más tarde, ya en plena campaña electoral, conocí su vida y milagros. He de reconocer que desconozco la época de su vida en la que forjó su fortuna y la manera en que lo hizo -por razones obvias la Wikipedia no es aquí la mejor fuente de información-, pero no resulta difícil suponer que los escrúpulos y la ética no fueran los principales pilares de su biografía, así como que su talante tiende al autoritarismo y su capacidad intelectual no sea precisamente brillante. Vamos, una alhaja con dientes.

Aunque ésta era mi opinión ya cuando en 2016 ganó las elecciones, durante los casi tres años que lleva de mandato no he tenido ocasión de revisarla sino, más bien, de ratificarla, por lo que le considero -y no soy el único- la persona menos adecuada para gobernar a la principal potencia mundial en unos momentos convulsos en los que hacen falta bomberos, y no pirómanos.

¿Acertaron los guionistas en su predicción, o jugaban sobre seguro cuando pergeñaron a tan repelente personaje? La verdad es que hasta hace poco yo pensaba lo primero, al tiempo que me sorprendía que nadie -en España, se entiende- se hubiera percatado de ello. Pero al parecer no era así porque, si bien aquí Trump era un desconocido, al menos para el gran público, hasta que apareció como candidato a la presidencia, y aun entonces en un principio se consideró a su candidatura como poco más que folklórica, no ocurría lo mismo en los Estados Unidos, donde merced a su excéntrica personalidad se le conocía bien pese a que por entonces todavía no había dado el salto a la política.

Y mira por donde, cuando andaba buscando documentación para escribir el artículo me encontré con que en la propia página de la Wikipedia -en la versión inglesa, no en la española- se afirmaba que Bob Gale reconoció en una entrevista que el personaje de Biff Tannen estaba inspirado realmente en Donald Trump, que ya a finales de la década de 1980 era conocido por sus chanchullos urbanísticos. Así pues, no andaba tan descaminado.

Lo que no tengo tan claro es que pensara que el verdadero Trump acabaría llegando mucho más lejos que su trasunto cinematográfico, sin que por desgracia podamos contar con un Marty McFlay para que nos libre de él. Pero así es la vida real, que a diferencia de las películas no siempre acostumbra a acabar bien.


Publicado el 12-9-2019