Las novelas independientes de Pascual Enguídanos
Pascual Enguídanos es conocido y justamente reconocido por la Saga de los Aznar, sin duda su mayor aportación a la ciencia ficción española, que como es sabido contó entre 1953 y 1958 con un total de treinta y tres novelas en su edición original aunque una de ellas, Robinsones cósmicos, era en realidad un episodio colateral al margen de la línea narrativa principal. A ellas se sumarían en la década de los años setenta otros veintidós títulos, junto con dos más que quedaron inéditos.
Pero la Saga de los Aznar, pese a su importancia, fue tan sólo una parte ni siquiera mayoritaria de la obra del autor valenciano ya que también escribió, a lo largo de los diez años de existencia de la colección Luchadores del Espacio (1953-1963), varias series cortas con un total de quince títulos y veintiuna novelas independientes, a las que se sumó una más publicada en 1971 en la colección La Conquista del Espacio de la editorial Bruguera.
Si bien las series cortas -Más allá del Sol, Heredó un mundo, Finan, Intrusos siderales y Bevington- no han alcanzado la relevancia de la Saga, todas ellas excepto Intrusos siderales han sido reeditadas al igual que ésta en formato de libro, e incluso Más allá del Sol lo fue en dos ocasiones. No ocurre así con las novelas independientes, la mayor parte de las cuales no lo han sido a excepción de las cuatro que fueron incluidas en la continuación de la Saga para dar un respiro a Enguídanos: El extraño viaje del doctor Main, Después de la hora final, Embajador en Venus y Las estrellas amenazan, junto con El Atom S-2 y de nuevo Embajador en Venus reeditadas por Silente en formato de libro. No considero el caso particular de Llegó de lejos ya que fue desguazada y reescrita por Enguídanos como La otra Tierra, perteneciente a la continuación de la Saga, ya que a efectos prácticos se trata de dos novelas diferentes por más que la segunda fuera un autoplagio de la primera.
Por lo tanto la conclusión es evidente: de las veintidós novelas independientes tan sólo cuatro fueron reeditadas en formato de bolsilibro y únicamente dos -una de ellas perteneciente al grupo de las anteriores- en formato de libro, por lo que las dieciocho restantes siguen estando inéditas salvo en su edición original y hasta ahora única. Y aunque su calidad, como era de suponer, no es siempre la misma, no por ello dejan de tener interés tanto para los lectores -algunas son francamente buenas- como para los estudiosos de la ciencia ficción española, por lo que es de lamentar que sigan condenadas a un ostracismo que en modo alguno merecen y del que deberían ser rescatadas.
Así pues conviene recordarlas, empezando por el listado de los títulos junto con el número de la colección y el año de edición. Las seis primeras, que aparecieron intercaladas entre los distintos episodios de la Saga, fueron firmadas como George H. White, y las quince restantes de Luchadores del Espacio, publicadas con posterioridad al final de la Saga y al cambio de seudónimo de Enguídanos, lo fueron como Van S. Smith, mientras para la novela de La Conquista del Espacio recuperó su antiguo seudónimo que en realidad no había abandonado sino que, por cuestiones legales, tan sólo podía usar en Bruguera pero no en Valenciana.
9 | Rumbo a lo desconocido | 1954 | 171 | Después de la hora final | 1960 | |
27 | Muerte en la estratosfera | 1955 | 176 | Las estrellas amenazan | 1960 | |
56 | El Atom S-2 | 1956 | 182 | Un mensaje en el espacio | 1961 | |
69 | Llegó de lejos | 1956 | 186 | El extraño viaje del doctor Main | 1961 | |
81 | Ellos están aquí | 1957 | 187 | Venus llama a la Tierra | 1961 | |
85 | ¡Piedad para la Tierra! | 1957 | 192 | El Nuevo Poder | 1961 | |
140 | Cita en la Luna | 1959 | 198 | Luna ensangrentada | 1961 | |
144 | Nosotros, los marcianos | 1959 | 221 | El día que descubrimos la Tierra | 1962 | |
147 | Embajador en Venus | 1959 | 232 | Hombres en Marte | 1963 | |
157 | Las huellas conducen... al infierno | 1960 | 234 | La momia de acero | 1963 | |
163 | Extraños en la Tierra | 1960 | 57* | Intrusos siderales | 1971 |
* Publicada en La Conquista del Espacio.
El estudio de estas novelas, vuelvo a repetirlo, resulta interesante para evaluar la evolución de Pascual Enguídanos como escritor, ya que tal como explicaron él y otros autores contemporáneos suyos, al inicio de su carrera literaria la ciencia ficción española era un páramo que bebía de fuentes anteriores a la Guerra Civil, tanto españolas -en especial José de Elola- como extranjeras, principalmente el pulp norteamericano; no sería sino desde mediados de la década de 1950 cuando la ciencia ficción clásica norteamericana comenzó a conocerse en nuestro país, primero de forma tímida a través de la revista argentina Más Allá (1953-1957) y a partir de 1955 por la mítica colección Nebulae, desligada del ámbito de los bolsilibros.
No obstante, estoy convencido de que la principal fuente para conocer la ciencia ficción de su época, tanto para Enguídanos como para el resto de los autores, más que la literatura debió de ser el cine, entonces extremadamente popular en España y cuajado de películas de ciencia ficción que si bien eran producciones de bajo presupuesto encuadradas en el marco de la serie B, esto no supuso un obstáculo para que aparecieran, entre mucha morralla, clásicos memorables todavía hoy recordados por todos. De hecho, siempre he tenido la firme sospecha de que la inspiración para escribir Llegó de lejos, sin duda una de sus mejores novelas, pudo llegarle de la película Ultimátum a la Tierra estrenada en España a finales de 1952, por lo que cabe suponer que Enguídanos la conociera cuando escribió Llegó de lejos en 1956.
Sabemos por el propio Enguídanos que, a diferencia de otros colegas suyos, él se preocupó mucho por modernizar, llamémosle así, sus novelas de ciencia ficción, y esta evolución se nota mucho mejor en las series y en las novelas independientes que en la Saga -me estoy refiriendo siempre a la edición original, no a la profunda revisión a la que la sometió en los años setenta-, primero porque ésta concluyó en 1958 mientras continuó escribiendo series cortas y novelas independientes hasta el cierre de Luchadores del Espacio en 1963, a las que se sumó su tardía novela de La Conquista del Espacio publicada en 1971, pero que quizás fuera escrita con anterioridad; y segundo porque en la Saga estaba constreñido al marco en el que se desarrollaba ésta, mientras en las novelas independientes y en las series cortas tuvo libertad para dar rienda suelta a su imaginación partiendo de cero sin ningún tipo de cortapisas.
Esta evolución se constata claramente si comparamos Rumbo a lo desconocido, su primera novela independiente publicada en 1954 entre el primer y el segundo episodio de la Saga original, y La momia de acero, su última colaboración en Luchadores del Espacio y también el título que cerró la colección en 1963. Mientras el argumento de Rumbo a lo desconocido presenta unas evidentes reminiscencias al pulp clásico norteamericano, léase Flash Gordon o la serie marciana de Edgar Rice Burroughs, incluida la ingenuidad del argumento, La momia de acero entronca plenamente con la temática de los dioses astronautas que popularizaron autores como Erich von Däniken entre otros, con la salvedad de que Enguídanos se adelantó cinco años a Recuerdos del futuro, el primer libro de von Däniken publicado en 1968, aunque es posible que conociera El retorno de los brujos, de Louis Pauwels y Jacques Bergier, publicado en España en 1961 y considerado el origen del realismo fantástico.
En cuanto a los argumentos de estas novelas, cabe reseñar que Enguídanos siempre se mostró comedido ya que bastantes de ellas se desarrollan en la Tierra y el resto no van más allá del Sistema Solar, la mayoría salvo una excepción en Marte o Venus, fórmula que se repite también en las series cortas con la inclusión de Ganímedes. Esto no impide que en ellas aparezcan viajeros procedentes de las estrellas, en ocasiones como presuntos invasores cuya hipotética malignidad no siempre se llega a confirmar dada la tendencia humana a disparar primero y preguntar después (Ellos están aquí, Las estrellas amenazan), pero también como visitantes amistosos o cuanto menos no hostiles a quienes se trata de la misma manera (Un mensaje en el espacio, El día que descubrimos la Tierra, Intrusos siderales) e incluso como refugiados (Llegó de lejos, Extraños en la Tierra) no siempre bien acogidos.
También nos encontramos con tópicos como las míticas civilizaciones marcianas, tanto en pleno auge (Rumbo a lo desconocido, Nosotros, los marcianos, El extraño viaje del doctor Main) como extintas (Hombres en Marte), e incluso venusianas (Embajador en Venus). Una hipotética Tercera Guerra Mundial, inevitable en la literatura popular de una época marcada por la Guerra Fría, tiene su reflejo en Muerte en la estratosfera, mientras sus catastróficas consecuencias son el punto de partida de ¡Piedad para la Tierra! y Luna ensangrentada. Un escenario asimismo post apocalíptico, causado en esta ocasión por un cataclismo cósmico, aparece en Después de la hora final.
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El Atom S-2, con cierto regusto a Julio Verne y a su Capitán Nemo, narra la historia de un científico genial cuyo invento es utilizado de manera perversa, planteamiento que se repite desde un enfoque diferente en El Nuevo Poder. Cita en la Luna, escrita cuando la carrera espacial era incipiente, imagina un improbable encuentro -más bien tropiezo- entre las primeras misiones tripuladas, norteamericana y soviética, a nuestro satélite. Venus llama a la Tierra es una extraña -y a mi modo de ver fallida- novela cuyo único interés radica en la descripción de un sistema de teleportación que años después desarrollaría Enguídanos en su versátil máquina karendón.
En cuanto a la temática magufa, tenemos por último Las huellas conducen... al infierno, donde encontramos a los descendientes de los atlantes refugiados en las profundidades de la Tierra -¿de nuevo Julio Verne y su Viaje al centro de la Tierra ?- y la ya citada La momia de acero, con un templo egipcio vestigio de una ignota civilización.
Tal como era habitual en los bolsilibros también son frecuentes los tópicos del género en su vertiente más popular, lo que no impide que Enguídanos aborde temáticas de calado difíciles de encontrar en este ámbito y, si me apuran, en la literatura de la España franquista, aunque convenientemente barnizadas para no llamar la atención de los censores. En Llegó de lejos nos encontramos con un pueblo extraterrestre que, desparecido su mundo natal a causa de un cataclismo cósmico, busca refugio en la Tierra conformándose con el más inhóspito de los desiertos, que gracias a su tecnología podrá convertir en habitable; pese a los indudables beneficios que supondría compartir sus conocimientos con los terrestres, el obtuso egoísmo de las potencias mundiales rechaza la petición, viéndose obligados los vagabundos cósmicos a asentarse en Marte, al que terraformarán. Mayor actualidad, imposible.
Embajador en Venus denuncia sin ambages el colonialismo que en el momento de su publicación, 1959, todavía se extendía por amplias áreas del planeta, dándose la circunstancia de que en ella los colonizadores son los terrestres y los colonizados los venusianos, tomando partido Enguídanos sin tapujos por estos últimos. Cierto es que, la época lo condicionaba, los colonizadores perversos provienen casualmente del continente asiático y no de las potencias occidentales, siendo el protagonista el embajador norteamericano que defiende a los nativos de una especie de levantamiento de los bóxers a la inversa; pero leyendo entre líneas se descubre una clara repulsa al colonialismo sin apellidos por más que ésta aparezca maquillada.
Recuerdo que Después de la hora final me fascinó la primera vez que la leí, tendría entonces unos doce años. Y, releyéndola de adulto, me sigue resultando interesante pese a la imposibilidad astronómica que plantea, el choque de un planeta errante contra el Sol que arranca a la Tierra de su órbita saliendo despedida por el universo hasta recalar en otro sistema planetario, de cuya estrella se convierte en tributaria. Pero esto sólo se sabrá al final, ya que la narración se centra en un grupo de personas que deseosas de contemplar el futuro se han sometido a una hibernación que a causa de un fallo del instrumental se prolongará durante dos mil quinientos años, mucho más de lo planeado.
Al despertar se encuentran en un mundo extraño donde todo vestigio de civilización ha desaparecido y los escasos supervivientes de la especie humana se han convertido en unos salvajes completamente animalizados y peligrosos. Tras sufrir diversos avatares en los que acaban falleciendo todos los miembros del grupo a excepción de la pareja de rigor, éstos son salvados in extremis de convertirse en unos nuevos Adán y Eva por los civilizados habitantes del planeta vecino de la Tierra en su nuevo sistema planetario, que los rescatan y trasladan a su mundo satisfechos por haber encontrado a quienes consideran unos fósiles vivientes.
Un mensaje en el espacio relata como un visitante extraterrestre recala en la Tierra atraído por el reclamo de las emisiones de radio del proyecto Ozma; en realidad los radiotelescopios utilizados en él eran sólo receptores y no emisores, pero aceptaremos esta pequeña licencia literaria. El visitante, descrito como un gigantesco ser vegetal, tan sólo pretende entrar en contacto pacífico con los humanos, pero tras sufrir varios ataques de sus aterrorizados anfitriones opta por volver a su nave y poner pies en polvorosa, o su equivalente alienígena.
El Nuevo Poder es una novela curiosa en la que la ciencia ficción queda en segundo plano, ya que se limita a la invención de unos aparatos voladores que poco tienen de tecnología futurista, aunque sí lo suficientemente avanzada para su época como para plantar cara incluso al gobierno norteamericano. Lo interesante del argumento es la denuncia que hace Enguídanos del racismo norteamericano, todavía vigente legalmente cuando fue escrita en 1961. Es una novela interesante, pero por su denuncia social más que por la casi inexistente trama de ciencia ficción.
Siento especial cariño por El día que descubrimos la Tierra, ya que plantea una narración más propia de colecciones de mayor empaque que de un simple bolsilibro. Su argumento, no obstante, es sencillo. Los habitantes de un remoto planeta deseaban explorar el cosmos en busca de vida similar a la suya, pero la larga duración de los viajes interestelares les impedía tripular la nave exploradora. Por esta razón la astronave está tripulada exclusivamente por robots, los cuales llegan a la Tierra descubriendo por vez primera un astro similar a aquél del que proceden. Los robots se disponen, pues, a explorar la Tierra y a entrar en contacto con los terrestres.
Varios miembros de la tripulación descienden a la Tierra y secuestran al azar a varias personas, a las que conducen a su nave con la intención de devolverlas sanas y salvas una vez que hayan aprendido su idioma. La situación se complica cuando, tras contactar con las autoridades -norteamericanas, por supuesto-, les solicitan combustible atómico, lubricante y libros para conocer mejor la civilización terrestre. El gobierno norteamericano accede, pero en su ingenuidad los robots no son conscientes de que en realidad les ha tendido una celada llevándoles a un lugar remoto del desierto de Nevada donde planean destruirlos con una bomba atómica. Finalmente el atentado se frustra y los robots, con su vehículo intacto, abandonan la Tierra convencidos de que es imposible mantener cualquier tipo de relación con sus habitantes, optando por buscar el material radiactivo que necesitan para retornar a su planeta en el deshabitado Marte.
Lo más original de la novela, no obstante, es que está narrada en primera persona por uno de los robots, por lo que el lector accede al argumento desde el punto de vista de los visitantes extraterrestres.
Intrusos siderales -comparte título con la novela homónima perteneciente a una de las series cortas-, publicada tardíamente por Enguídanos en La Conquista del Espacio, presenta un argumento bastante similar a la anterior, aunque narrado -los años no habían pasado en vano- con un lenguaje más moderno. También aquí nos encontramos -¿autoplagio?- con una nave exploradora tripulada por robots que asimismo secuestran a varias personas para aprender su idioma, comunicándoles que su misión es pacífica y tan sólo desean estudiar a la civilización terrestre. Y, al igual que ocurriera en El día que descubrimos la Tierra, el gobierno norteamericano reacciona de forma paranoica intentando destruir la nave nodriza, en esta ocasión posada en la Antártida. La celada resulta fallida y los robots abandonan la Tierra convencidos de que sus habitantes son demasiado salvajes como para intentar un contacto que hubiera resultado extremadamente fructífero para nosotros. Una diferencia con su predecesora es que los robots no son autónomos sino que existe una única inteligencia central que controla a distancia a los robots, que en una coincidencia más son similares -humanoides sobre un monociclo en lugar de piernas- a los de El día que descubrimos la Tierra.
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En cuanto al resto de las novelas nos encontramos con un poco de todo. Parte de ellas son relatos de aventuras muy en la línea de las películas de serie B de la época, lo que no quiere decir que sean malas; al contrario, están bien escritas y resultan entretenidas. Algunas incluso cuentan con un fuerte componente trágico como la ya citada Muerte en la estratosfera, en la que se narra una hipotética III Guerra Mundial desatada con armas atómicas, al igual que ocurre en El Atom S-2 con el drama de un militar que tiene que perseguir a un científico enloquecido y a su hija... que son respectivamente su suegro y su esposa. Por su parte, Luna ensangrentada nos muestra una Tierra asolada por un conflicto nuclear de la que tan sólo unos pocos elegidos podrán sobrevivir con grandes sacrificios en una estación experimental construida en Marte.
Ellos están aquí podría haber servido de argumento para un guión cinematográfico, y de hecho recuerda en ocasiones a El enigma de otro mundo, el conocido clásico estrenado en 1951. Extraños en la Tierra relata la llegada de una nave de exiliados cósmicos en busca de un nuevo hogar, un argumento parecido al de Llegó de lejos aunque desde mi punto de vista menos logrado que éste.
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Las estrellas amenazan relata un caso típico de invasión extraterrestre asimismo muy cinematográfico. Hombres en Marte describe con bastante realismo las primeras expediciones tripuladas a Marte, y La momia de acero nos sumerge en una excavación arqueológica en Egipto donde se descubren los vestigios de una antiquísima civilización llegada de las estrellas que albergan en su seno una avanzada y desconocida tecnología alienígena
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Nosotros los marcianos y El extraño viaje del doctor Main presentan con variaciones unos convencionales argumentos, bastante similares entre sí, ambientados en un Marte no demasiado diferente del imaginado por Edgar Rice Burroughs. Tampoco resulta demasiado original Las huellas conducen... al infierno, con unos inverosímiles descendientes de los atlantes atrapados en el interior de la Tierra por el cataclismo que hundió la Atlántida, deseosos de retornar a la superficie por las buenas o preferiblemente por las malas, apoyándose en su capacidad tecnológica y militar y dispuestos a provocar una guerra nuclear para lograr sus objetivos.
En ocasiones Enguídanos también pinchó en hueso; tan sólo son tres las novelas -al menos desde mi particular punto de vista- que pese a todo se mantienen en la media de calidad de la colección aunque quedan claramente por debajo del nivel al que nos tenía acostumbrados, algo que llama la atención en un autor tan autoexigente. Pero como dice el refrán, hasta el mejor escribano echa un borrón. Dentro de este apartado de novelas mediocres podemos incluir Rumbo a lo desconocido, no tanto por su ingenuo argumento con unos astronautas terrestres vagando sin posibilidad de retorno por un Marte hostil, sino por un desarrollo narrativo deslavazado e incoherente, así como por un final fallido.
¡Piedad para la Tierra!, probablemente la más floja de todas las novelas independientes de Enguídanos, narra una historia que roza el surrealismo: la Tierra ha quedado destrozada tras una guerra nuclear y la radiactividad amenaza con exterminar a los supervivientes, por lo cual se organiza una campaña de evacuación de la totalidad de la población hasta que la radiación se disipe. Pero, ¿a dónde ir? Tras explorar todos los astros del Sistema Solar se descubre que sólo uno de ellos reúne condiciones para la vida de los exiliados: Titania, un pequeño satélite de Urano con poco más -esto lo añado yo- de 1.500 kilómetros de diámetro, menos de la mitad del lunar. Y por si fuera poco está habitado, por lo cual deberán pedir permiso a los ¿titanianos?, descritos como una especie de yetis gigantescos para que les hagan temporalmente un hueco hasta que puedan retornar a la Tierra. Resulta llamativo que tan sólo unos pocos números después, en el episodio de la Saga de los Aznar correspondiente a las guerras sadritas, Enguídanos describa a los satélites de Urano, Titania incluida, de una manera mucho más realista, inhabitables para los humanos y por supuesto sin habitantes autóctonos.
Tampoco estuvo en su mejor momento con Venus llama a la Tierra, donde merced a un incongruente error una muchacha es mandada vía teleportación al tópico Venus tropical, al cual irá a rescatarla el esforzado protagonista que, tras enfrentarse a todo tipo de peligros incluida la monstruosa fauna venusiana, logrará que ambos puedan volver sanos y salvos a la Tierra... y ahí se acabó todo.
Concluyo con una breve relación -otra más completa está descrita en el artículo correspondiente- de los hallazgos narrativos que, tras utilizarlos en las novelas independientes, Enguídanos rescató para la Saga, o viceversa. Así los rayos Z, capaces de desintegrar cualquier metal, aparecen por primera vez en El Atom S-2. Los sadritas, por su parte, lo hacen junto con la luz sólida en Ellos están aquí, y la luz sólida sería recuperada a su vez, con posterioridad a la Saga, en El día que descubrimos la Tierra. En cuanto a la miniaturización de objetos introducida en la Saga, ésta aparece de nuevo en Llegó de lejos.
Los robots monociclos de El día que descubrimos la Tierra e Intrusos siderales tienen su precedente en los Eternos, los cyborgs con cerebro humano y cuerpo metálico de Redención descritos en Lucha a muerte, la última entrega de la Saga original. Y también Tomok, el gigantesco robot camuflado de dios con el que los hombres de silicio tenían sojuzgados a los nativos redentores de la Saga, vuelve a aparecer con variantes en Embajador en Venus -aquí llamado Tizok- y como el Altavirt de La momia de acero.
Los autoplanetas, imaginados por Enguídanos como unas gigantescas naves espaciales generacionales, además de ser frecuentes en la Saga traen refugiados a la Tierra en Llegó de lejos y en Extraños en la Tierra, la primera intercalada entre dos episodios de la Saga y la segunda con posterioridad a ésta. La teleportación, que Enguídanos rescataría en la continuación de la Saga dentro de las propiedades de la versátil máquina karendón, ya aparece descrita en Venus llama a la Tierra y en Hombres en Marte. Por último, el incongruente combate de gladiadores entre astronautas terrestres y los hostiles marcianos descrito en Rumbo a lo desconocido sería incluido por el autor en la versión gráfica de la Saga.
Publicado el 28-2-2025