Joe Bennett, un escritor humanista



De entre todos los colaboradores de la colección Luchadores del Espacio, Joe Bennett es sin duda uno de los más importantes, tanto por el número de novelas publicadas -veintidós, aunque varias de ellas aparecieron agrupadas en una única aventura-, lo que le convierte en el tercero tras Pascual Enguídanos y el Profesor Hasley, como por la calidad de algunos de sus relatos. José Luis Benet Sanchís, nombre real del escritor valenciano que se escondía tras el seudónimo de Joe Bennett, fue un colaborador habitual de las diferentes colecciones populares editadas por Editorial Valenciana, donde llegó a publicar seis títulos en Florida -una colección de novelas del oeste anterior en algunos años a Luchadores del Espacio-, veinte en Comandos, dos en Policía Montada y dieciséis en Western. Fuera de Valenciana no escribió nada de ciencia ficción, aunque publicó varias novelas del oeste en las colecciones de las editoriales Ameller, Cíes, Bruguera, Toray y una -como J.L. Benet- en Molino.



Nacido en 1928, Benet no era en modo alguno un escritor novel cuando apareció en Luchadores del Espacio, ya que a mediados de la década de los cuarenta -como tantos otros compañeros suyos debió de iniciarse muy joven como escritor-, varios años antes de publicar su primera novela de ciencia ficción, ya colaboró en la colección Texas, de Ameller Editor. En cualquier caso, su obra de ciencia ficción es francamente minoritaria dentro del conjunto de su producción. Su actividad literaria se prolongó hasta la década de los sesenta, simultaneándola con su trabajo como empleado de banca e incluso, en ocasiones, como representante de una empresa farmacéutica. El abandono de su carrera literaria, cuando todavía quedaban bastantes años de auge de la novela popular en España, se debió a su necesidad de atender a sus obligaciones familiares -era padre de tres hijos- y laborales.



Procedente de una familia de metalúrgicos por parte de su padre y de comerciantes por vía materna, José Luis Benet Sanchís pasó los duros años de la guerra y la posguerra asistiendo de niño a las tertulias que se celebraban en el establecimiento de su familia, situado en pleno centro de Valencia. De joven frecuentó diversos centros culturales de su ciudad natal, y además de su actividad como escritor de novelas de a duro escribió varios guiones de radionovelas y de programas de televisión, sin que haya podido comprobar si llegaron a ser representados. Asimismo probó suerte como guionista de varios episodios de Roberto Alcázar y Pedrín, e incluso parece a ser que llegó a dibujar algunos de ellos. Aunque en los últimos años de su vida -falleció en 1986, a los 58 años de edad- intentó retomar de nuevo su actividad literaria, no volvió a publicar nada.



En cuanto a su actividad como autor de ciencia ficción, faceta estudiada en este artículo, resulta curioso constatar la peculiar distribución de sus novelas en la colección Luchadores del Espacio. La primera de ellas apareció muy pronto, concretamente con el número 32; hasta entonces la colección había sido un mano a mano entre George H. White y Alf. Regaldie, con lo cual nuestro escritor fue el tercero que apareció en Luchadores del Espacio, con anterioridad a varios de los autores más significados de la primera etapa de la colección tales como Larry Winters, Walter Carrigan o el Profesor Hasley. Más adelante publicó una aventura, la de Fymo, que abarcaba tres volúmenes correspondientes a los números 52, 53 y 54 respectivamente; pero tras estas cuatro novelas interrumpió su colaboración en la colección, no reanudándola hasta sesenta y ocho números después, lo que supuso un silencio de casi tres años.



En su retorno a Luchadores del Espacio, cuando ya estaba mediada la colección, Joe Bennett mantuvo una participación muy regular que le llevó a publicar las dieciocho novelas restantes en un intervalo de sólo cincuenta y tres novelas, lo que le convirtió en uno de los más conspicuos escritores del período central de la colección, precisamente el más brillante de la misma.

Las dos etapas de Joe Bennett son asimismo muy diferentes. En la primera, sus dos únicas aventuras no tienen demasiado de particular y sí mucho de todos los tópicos habituales de la primera época de la colección, de los cuales ni siquiera se libró el mismísimo Enguídanos. A decir verdad, son novelas mediocres que nada aportan de particular ni de interesante.



Si su producción tan sólo se hubiera quedado en esto, Joe Bennett habría pasado sin pena ni gloria por la colección, pero por fortuna para los aficionados tras su largo paréntesis volvió con nuevos bríos y con un estilo mucho más depurado y maduro. A decir verdad, si hiciéramos una selección de las mejores novelas de la colección nos encontraríamos con varias suyas, lo cual dice mucho en su favor. Un defecto, no obstante, es preciso achacarle: su empeño en utilizar un lenguaje exageradamente barroco y rebuscado que en ocasiones llega a ser incluso farragoso. A favor suyo, por el contrario, cuenta Joe Bennett con el mérito de introducir en sus argumentos una profundidad, e incluso una crítica, que no resultan habituales en el marco de las colecciones populares y que le acercan al espíritu de la ciencia ficción grande, algo que lograron muy pocos de sus compañeros de profesión. De hecho, al titular el artículo no he dudado un solo instante en calificarlo como escritor humanista, puesto que sus planteamientos suelen ir bastante más allá de la simple novela de aventuras -aunque no renuncie a ella- haciéndonos reflexionar sobre diversas facetas en las que no siempre salimos bien parados.



Así, en novelas tales como la trilogía de Entre Marte y Júpiter -formada por la novela de este nombre y las tituladas Separación asteroidal y Náufragos del universo-, o en la excelente La onda invencible, Benet plantea a una humanidad que, imbuida de la soberbia de Prometeo, no duda en acometer acciones que habrían de acarrear consecuencias dramáticas para otros habitantes del universo -el autor insiste mucho en que no estamos solos en el cosmos- sólo neutralizadas por la intervención de seres superiores que se encargarán de poner orden impidiendo que tan imprudentes iniciativas sean llevadas a cabo. El mensaje es claro y evidente: los dioses acabarán castigando al hombre por su osadía.



Sin llegar a extremos tan dramáticos como los anteriores, son varias las ocasiones en las que el autor pone en evidencia la fragilidad de los humanos frente al desafío de lo desconocido. Así ocurre, por ejemplo, en La hierba del cielo o en Regresaron dos muertos, donde el afán por conquistar el espacio -ambas novelas están ambientadas en la incipiente carrera espacial que tenía lugar justo cuando fueron publicadas- se ve frenado por unas dramáticas e inesperadas circunstancias, aunque el obstáculo en esta ocasión no será una civilización galáctica superior a la nuestra, sino las puras -y duras- fuerzas de la naturaleza.



Enfoques diferentes, pero idénticas reflexiones, son los que nos encontramos en Motín robótico y en El doble fatal. En la primera es la tecnología -los robots- la que se le escapa de la mano al hombre, y en la segunda un descubrimiento científico singular, la posibilidad de duplicar cualquier objeto... incluso los seres vivos. En esta última, por cierto, nos encontraremos con cierto regusto a un clásico de la talla de El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson.



Más aventureras, y por lo tanto más afines al espíritu de los bolsilibros -lo que no quiere decir en modo alguno que sean malas-, son la serie de Fymo, nuevo mundo -formada por esta novela, Tierra de enigmas y Asteroide maldito, junto con su secuela -aunque se trata de una aventura independiente- El astro prohibido, así como la pequeña serie de La nave de plata y Los aventureros de Júpiter. En las dos primeras nos encontramos con el consabido científico -o científicos-, loco o no, empeñado en apoderarse del mundo, mientras en la última los protagonistas tendrán que vérselas con una peligrosa organización criminal que campa por sus respetos en el cinturón de asteroides y en el sistema de satélites jovianos.



De parecido estilo es su última colaboración en Luchadores del Espacio, constituida por las novelas Submares de muerte y La espacionave del terror, donde los protagonistas, en esta ocasión los recolectores de una extraña planta que sólo crece en los mares interiores de un satélite de Saturno, se ven obligados a enfrentarse con un poderoso jefe criminal empeñado en apoderarse de ella... lo cual no es para menos, puesto que de la citada planta se obtiene un suero que garantiza la inmortalidad que el gobierno terrestre reserva en exclusiva para los grandes próceres del planeta.



Cautivos del espacio y Vacío siniestro narran una aventura claustrofóbica que recuerda bastante a la película Alien, aunque es preciso advertir que las novelas son muy anteriores a ésta. Con el abigarrado interior de una astronave mercante a modo de escenario, el autor nos narrará la angustia de unos protagonistas amenazados por un proscrito introducido como polizón en el navío al que acompaña un monstruoso y peligroso alienígena aliado suyo.

Cosmoville contiene también claras referencias a la futura Alien, en este caso la invasión de una colonia espacial por parte de unos extraños parásitos que se alojan en el interior de los cuerpos de sus huéspedes, alterándoles su personalidad y provocándoles finalmente la muerte.



El resto de la producción de José Luis Benet es ya inferior o, mejor dicho más convencional, lo que no quiere decir que sea mala en comparación con el nivel medio de la colección. Así ¡Ha muerto la Tierra!, su primera colaboración en Luchadores del Espacio, relata de forma bastante convencional cómo un cataclismo acaba con la práctica totalidad de la vida en nuestro planeta, siendo rescatados una pareja de supervivientes por una expedición enviada desde un planeta cuyos habitantes poseen una especie de zoológico cósmico donde conservan a sus presas. Obviamente los protagonistas no se resignarán y, tras luchar contra sus interesados salvadores, huirán en busca de una nueva patria en la que poder perpetuar a la humanidad.



Por último, la serie formada por La diosa de venusio y Condenados a morir relata las vicisitudes de una pareja de terrestres transportados accidentalmente -gracias al socorrido aparato teletransportador- a Venus, donde además de tenerse que enfrentar a dinosaurios varios, serán perseguidos por los crueles venusianos, que no están dispuestos a que desvelen el secreto de su existencia, y finalmente capturados por el consabido científico loco empeñado en utilizarlos como material para sus aberrantes experimentos de ingeniería genética. Obviamente, lograrán salvar todos estos obstáculos volviendo sanos y salvos a la Tierra.



Novelas de Joe Bennett publicadas en Luchadores del Espacio


Los veintidós títulos publicados por Joe Bennett son los que reseño a continuación, indicando el número de la colección y, en su caso, las novelas que pertenecen a una misma aventura:


Título Título Título
32 ¡Ha muerto la Tierra!
52 Fymo, nuevo mundo 53 Tierra de enigmas 54 Asteroide maldito
122 Cautivos del espacio 123 Vacío siniestro
131 Entre Marte y Júpiter 132 Separación asteroidal 133 Náufragos del universo
139 Motín robótico
142 Cosmoville
145 El doble fatal
148 El astro prohibido
150 La hierba del cielo
154 La diosa de venusio 155 Condenados a morir
159 Regresaron dos muertos
165 La nave de plata 166 Los aventureros de Júpiter
169 La onda invencible
174 Submares de muerte 175 La espacionave del terror

Publicado el 5-11-2009 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 1-7-2019